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Seminci

"The Sweet East": así explotan las hormonas en la América post-Trump

El debut en la dirección de Sean Price Williams, con Talia Ryder, Simon Rex o Jacob Elordi en el reparto, se presenta en la Seminci como un tratado generacional de los nuevos Estados Unidos

"The Sweet East": así explotan las hormonas en la América post-Trump
"The Sweet East": así explotan las hormonas en la América post-TrumpBASE 12 PRODUCTIONS

Aunque la cultura de Internet bautizó la barbarie como “Pizzagate”, el hecho tras el palabro tiene bastante menos gracia. En 2016, en pleno subidón “trumpista”, fueron varias las pizzerías de Estados Unidos que comenzaron a sufrir actos vandálicos e incluso recibir amenazas de muerte. ¿El motivo? En un correo electrónico de un asesor de Hillary Clinton, filtrado por WikiLeaks, una serie de “expertos” leyó en clave que la entonces candidata demócrata estaba dirigiendo una red de tráfico sexual de menores con base en pizzerías de la cadena Comet Ping Pong. Lo que podría haberse quedado en una broma de mal gusto inició una verdadera teoría conspirativa en la red, que llevó incluso a un internauta a irrumpir en uno de los establecimientos disparando al aire con un rifle para “salvar a los niños”.

En ese apestoso caldo de cultivo sitúa el inicio de su debut como director Sean Price Williams, chico de oro de la dirección de fotografía del cine independiente americano, que en “The Sweet East” se ríe de toda la caterva de seguidores racistas, homófobos y machistas de Trump y, de paso, levanta uno de los “coming-of-age” más radicales e interesantes de la última década. “Hay que hacer más películas sobre teorías de la conspiración. Son brutales. Son el resultado de un montón de tíos, normalmente sin trabajo conocido, dándole a la cabeza todo el día. Están pirados, pero cuentan historias de la hostia”, le explicaba en plata a LA RAZÓN, antes de poner el ejemplo de la reciente y exitosa “Sound of Freedom” como epítome de su tesis: “Un amigo la vio en el cine y no paraba de mandarme fotos de la pantalla. No podíamos creer que alguien se tragara esa trola”, añade.

Talia Ryder (izda.) y Jacob Elordi en "The Sweet East"
Talia Ryder (izda.) y Jacob Elordi en "The Sweet East"BASE 12 PRODUCTIONS

Valor generacional

Price Williams, de la mano de la joven actriz Talia Ryder, usa el incidente armado del “Pizzagate” como escapatoria literal. Lillian, la protagonista, aprovecha el caos en la pizzería para marcharse de casa y descubrir por sí misma la fauna masculina de esa costa este tan poco explorada por el cine contemporáneo: así conoce primero a un punki, al que abandona tras este enseñarle el pene, lleno de piercings; luego dará con un académico universitario (hilarante Simon Rex) al que roba tras descubrirle como un extremista; y, en el último acto, se encontrará con una directora (la Ayo Edibiri de “The Bear”) que la contrata para su nueva película, donde el interés romántico tiene el rostro apolíneo del “vasco” Jacob Elordi (“Euphoria”).

 

Así, rodeado de la generación que bien podría alumbrar a una nueva "Movida del 76" ("Dazed and Confused", 1993), Price Williams crea un universo de recortes: el autor nos escupe en mitad de una realidad etérea, casi fantasmagórica, del apenas explorado bajo fondo de la costa este. Allá donde la basura blanca no puede ser tan racista como en el sur ni tan libertaria como en el oeste, allá donde las apariencias todavía importan y la nación, como ente federal, sigue siendo un tema de conversación, aunque sea apoyado en el más post-irónico de los argumentos. Y sorprende, gratamente, la capacidad del director de Maryland para hacer una "road-movie" estática, una especie de quejido extremadamente político, pero extremadamente desinteresado en lo discursivo: "The Sweet East" es una abstención activa, una película escapista e inclasificable que más se desboca absurda justo antes de empezarse a tomar demasiado en serio.

Resulta imposible, también, no caer rendido al magnetismo de Ryder en pantalla, que incluso se permite terminar de esculpir la complicidad con una rotura de la cuarta pared para cuando las barras y estrellas firman la tesis. Pero la auto-consciencia, aquí explícita y comedida, no resulta tan estomagante como en las últimas películas de la infame A24, sino que suma, aporta a la broma infinita que resulta ser la película. Hay algo en "The Sweet East", más o menos oculto por momentos, que la conecta con el mejor cine americano independiente y nos hace imaginar que un joven Marlon Brando también hubiera sido parte de ella. Pero hay algo, más sucio y más descarnado, que enlaza la película con nombres tan a priori extraños como el de Rob Zombie, por esa pulsión guarra (por sexual y por poco higiénica) que consume todo el filme. "The Sweet East" es a la vez una aventura, un desafío, y una oda a la libertad.