Papel

“Toda causa nacionalista se alimenta del odio al contrario”

Adolfo García Ortega publica «Una tumba en el aire», Premio Málaga de novela, en el que recrea con escrupulosa verisimilitud un triple asesinato de ETA, aún sin esclarecer.

Adolfo García Ortega / Foto: Alberto R. Roldán
Adolfo García Ortega / Foto: Alberto R. Roldánlarazon

Adolfo García Ortega publica «Una tumba en el aire», Premio Málaga de novela, en el que recrea con escrupulosa verisimilitud un triple asesinato de ETA, aún sin esclarecer.

El 24 de marzo de 1973, tres jóvenes españoles, Humberto, Fernando y Jorge, cruzaron la frontera francesa para ir a Biarritz a ver «El último tango en París». De regreso pararon en una discoteca y esto desencadenó una serie de hechos fatales. Confundidos con policías por un grupo de etarras, fueron secuestrados, brutalmente torturados y asesinados. Nunca más se supo de ellos. Sus cuerpos jamás aparecieron. ETA no reconoció el crimen y el sumario se cerró pronto sin haberse investigado. El escritor Adolfo García Ortega ha reconstruido con escrupulosa verosimilitud este episodio en su novela «Una tumba en el aire» (Galaxia Gutenberg), que publica ahora cuando se cumplen 46 años de aquellos hechos, como homenaje y memoria ante su injusto olvido.

–¿Qué le atrajo de esta historia?

–Me hablaron del caso y enseguida me interesó el terrible juego del azar que interviene en esta historia, así como el hecho de que fuesen a ver una película de Bertolucci. Luego, sus vidas.

–¿Qué papel jugó el azar?

–La mecánica del azar es un factor de la vida, un elemento que me atrae y que aquí fue determinante. Estos chicos se encontraron en el momento justo en el lugar equivocado.

–El caso no está resuelto ni investigado, se habrá documentado mucho.

–Sí, el sumario aporta poco, es corto y estuvo mal instruido, se cerró muy pronto. Me metí a fondo, pero internet y las fuentes accesibles dejaban muchas lagunas, dudas de interpretación y líneas no investigadas. Me acerqué a las familias y a personas del contexto que pudieran tener alguna información relevante.

–¿Quiénes?

–Servicios secretos de ambos lados, policías, etarras, ex etarras y gente de la zona que visité varias veces para sacar mis propias conclusiones después de obtener datos que variaban la versión que históricamente se había mantenido.

–¿Habló con Mikel Lejarza, «Lobo»?

–Sí, varias veces, y me dio bastante información. A él cuenta «Peixoto», creyendo que era uno de los suyos, cómo lo hicieron, le cuenta cosas que solo pueden ser propias de un testigo presencial.

–¿Cree que se ha acercado a la verdad?

–Estoy convencido de que la versión de la investigación que es esta novela supone un 95% lo que pasó.

–La crueldad empleada fue inmensa.

–Algún etarra contó a otro, desconociendo que era un infiltrado, que lo hicieron con bastante saña, llegaron a sacarle un ojo con un destornillador, quizá desesperados por una información que no tenían, además del sentimiento de rencor, venganza y resentimiento a la policía y por la acción violenta que preside su causa, eran fanáticos que no veían al otro como un ser humano.

–¿Ha sido injusto su olvido?

–Estaban olvidados socialmente, pero no por las familias, la herida sigue abierta y es imposible cerrarla porque no van a aparecer los cuerpos. Es una doble muerte, de las víctimas y de ellos, que también mueren lentamente con el dolor de no poder enterrarlos.

–¿Qué papel puede jugar la literatura?

–La fuerza de rescatar estas historias y la toma de una postura moral, la posibilidad de dar una especie de segunda vida a los que ya no la tienen y restituir algo la memoria de quienes la perdieron de manera injusta y brusca.

–¿La novela les da vida?

–Sí, no solo cuenta lo atroz, es también una historia de juventud, amistad, de cariño, de promesas truncadas... les aporta una personalidad y una entidad y también muestra a los etarras como son. Estos chicos representaban la inocencia, el bien o la normalidad de cualquiera de nosotros; ellos, por una causa fanática y una voluntad de transformación excluyente, lo son del mal, cometen actos criminales con saña y eso los retrata personalmente, acaban siendo personas miserables.

–La familia habrá sido fundamental para construir su perfil psicológico.

–Les estoy muy agradecido, me ofrecieron sus memorias, sus recuerdos. Luego la literatura los acompasa al conjunto de la novela, porque no es una biografía ni un libro periodístico, hay aspectos de su psicología y personalidad que están subrayados y matizados para generar esa idea de amistad, de grupo y de fortaleza que tenían los tres.

–¿Ha percibido en los etarras que entrevistó algún asomo de arrepentimiento o de altura moral?

–Arrepentimiento, no; altura moral, tampoco. Son gente que ha fracasado totalmente y ahora intentan construir unas vidas eludiendo el peso total de su fracaso personal, político y social.

–¿Solo los unía la causa nacional vasca?

–Toda causa nacional se alimenta del odio al contrario, es la esencia del nacionalismo. Los terroristas están permanentemente generando discursos auto-justificativos para seguir en su lucha armada que siempre son de desprecio, odio y deshumanización del otro, del enemigo, del policía, del empresario... como si no fueran personas.