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Todas las caras de la gitana cigarrera

La Casa del Lector recupera en una exposición la figura de Carmen. Pinturas, películas, grabados, la primera edición del cuento de Merimée...
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La Casa del Lector recupera en una exposición la figura de Carmen. Pinturas, películas, grabados, la primera edición del cuento de Merimée...
Caldos preparados, mantequilla, envoltorios de uvas pasas, postales, quesos... Ninguno de estos productos –y más– se han resistido a los encantos de la gitana cigarrera. Antes o después, la figura de la sevillana se ha convertido en parte de la marca, reclamo publicitario o simplemente pasó por alguna de sus campañas. No es más que la anécdota –también recogida en la muestra–, sí, pero sirve para dar fe de lo universal del boceto que hizo Merimée a mediados del XIX. De su fuerza, vigencia, la pasión que contagia... Es Carmen. Fuente de todos, ya sea a nivel comunicativo o como torrente artístico, y, ahora, epicentro de la Casa del Lector (Matadero). «Carmen. Lecturas de un mito» recupera a la sevillana para demostrar su energía y vigor.
Una visión panorámica y completa de la imagen. Desde el clasicismo a la contemporaneidad. Antecedentes, nacimiento, desarrollo, consolidación y análisis. «Un personaje que servía de inspiración a profesionales de distintos ámbitos», resume César Antonio Molina –director del centro de exposiciones–. No hay lugar al que no haya llegado. Está en todas partes. En cada una de las mujeres que, inventadas o reales, se marcaron la libertad como meta.
Prosper Merimée la imaginó en la «Revue des Deux Mondes» –una publicación francesa bimestral– en octubre de 1845. Se daba por entregas y el éxito le llevó a publicarlo un año más tarde como obra independiente. No iba mal la cosa, pero el impulso definitivo llegaría treinta años después, de la mano del compositor Georges Bizet. Ayudado por sus libretistas, Henri Meilhac y Ludovic Halévy, el francés encumbraría la obra. Primero con su estreno en la Opéra Comique de París y después con su llegada a Austria, la explosión. Había transformado la idea original con una Carmen de más peso, en detrimento de don José. Un movimiento avalado por la situación de la época: a finales de siglo se estaba reestructurando el rol de la mujer en el mundo laboral. Eso sí, lo hizo a su manera. Si bien el autor del relato inicial, por su amplio conocimiento de la realidad española, supo calcar a la perfección la atmósfera sevillana de principios del XIX alrededor del Guadalquivir –incluidas las barcas que iban de orilla a orilla–, Bizet se tomó la historia de una forma más libre. Como el vestir a las cigarreras, mucho más pomposas, con trajes de la nobleza. ¿El resultado? Una figura eterna y un «tan tararararán tan...» que marca. Un mito.

De Picasso a Mercé

Desde aquí, el sinfín de reinterpretaciones. Por tierra, mar y aire. Cine, danza, teatro, más ópera, libros, música... Goya, Romero de Torres, Sara Montiel, Sorolla, Rita Hayworth, Antonio Gades, Picasso, Antonio Saura, Alicia Alonso, Luis Cobos, Teresa Berganza –«la mejor Carmen de nuestro tiempo», apunta Luis F. Martínes Montiel, comisario de la exposición–, Mercé... Todos han querido tocarla. Cada uno a su manera, como Otto Preminger convirtiendo a Carmen en una mujer negra de apellido Jones. Especialmente los creadores españoles, que han contribuido a sus diversas lecturas. Mil y una versiones que han ido transformando a la primera cigarrera: «Comenzó como una mujer fatal, con aires orientales y exóticos, pero ese estereotipo inicial se ha ido releyendo como una mujer rebelde que lo da todo por su libertad», comenta Montserrat Iglesias –directora del Inaem–.
Pero si algo es Carmen es «valentía». «Aun conociendo –habla Martínez Montiel– su trágico destino se mantiene firme, es algo que sorprende hoy». Y así lo interpretó Merimée en sus textos. La puso en contacto directo con un mundo muy similar al suyo: la tauromaquia. Sabe lo que va a ocurrir. La muerte. «Terminarás matándome, pero seguiré siendo yo», se dice a sí misma. Conoce a dónde va. Una forma diferente de mostrar la lidia. Vivir de pie en contra de todo. «Un emblema que, en busca de la libertad, termina muriendo. Lo da todo», apunta Iglesias. Pequeñas notas que lo han ido convirtiendo a la cigarrera en un drama griego fuera de su época.
Un símbolo de ayer y hoy que rescata la Casa del Lector para «poner en valor lo que la cultura española tiene a través de Carmen», comentó ayer en el acto de presentación Rubén Gutiérrez, director de Investigación y Desarrollo de la Fundación SGAE, otra de las instituciones colaboradoras. Así, la exposición va recorriendo el mito desde la Sevilla de 1830, donde se encuentran el abanico anavajado o navaja abanicada –«España»– de Wolf Vostell y una escultura monumental con pose flamenca de Paco Leiro, hasta el cierre homenaje a Teresa Berganza y a José Manuel Rodríguez Gordillo, comisario de la exposición que falleció el pasado verano. Entre medias, el recorrido hace un parón en esa tabacalera catedralicea de Sevilla. Punto en el que se centra la acción de Merimée y que años después supo empaparse del espíritu carmeliano: las 5.000 mujeres de la fábrica se unieron para formar huelgas y reivindicar unos puestos que «La Rápida» –como se llamaba a la máquina que realizaba en una hora el mismo trabajo que toda la cuadrilla en un día– amenazaba seriamente. También en las más de 150 películas que llevan Carmen en su nombre, proyectadas sin cesar en una sala, y en la música, con versiones más libres de Luis Cobos, José Mercé o alguna versión más discotequera de los ochenta. Pinturas y grabados de Goya, Sorolla, Saura, Romero de Torres... También alberga la primera edición de Merimée y manuscritos del propio Bizet sobre la habanera. Quinientas piezas –prestadas por cincuenta instituciones: El Prado, Reina Sofía, Biblioteca Nacional de Francia y de España, el Museo Picasso de París...– que devuelven el ambiente de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla y de su cigarrera más emblemática.

Más allá de la sala

Más allá de la sala expositiva, «Carmen. Lecturas de un mito» también lo componen diferentes actividades fuera de la Casa del Lector. Con el homenaje a Berganza mañana en el Auditorio como el plato fuerte de ella. Después cuatro conferencias planificadas para seguir ahondando en la figura de Carmen. Como su gusto de Nietzsche por este mito o «La mujer gitana hoy», que se llama una de las exposiciones. Además, cursos y talleres cierran el programa de actividades, en los que la mujer se convierte en el centro de las miradas: «Rebeldes con causa», «¿Cómo se hace una chica?», «Yo precaria»...
Ocho años de trabajo volcados en recuperar uno de los mitos más universales del panorama artístico. Una leyenda pensada en Francia, pero con todo el aroma del sur. Con el sello de esa gitana andaluza y de toda la atmósfera sevillana de principios del siglo XIX.