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Cine

"Todo a la vez en todas partes" arrasa en los Premios Oscar y vence al algoritmo

La Academia de Hollywood encumbró en la 95ª. Edición de los Premios Oscar a "Todo a la vez en todas partes", dirigida por Daniel Kwan y Daniel Scheinert

"Vamos a poner a mi madre en "Matrix", a ver qué pasa" ha explicado varias veces el director Daniel Kwan como chispa de la revolución que ha resultado ser "Todo a la vez en todas partes". La película que ha co-dirigido junto a Daniel Scheinert, alumbrando al mundo a unos Daniels que ya habían hecho de las suyas en "Swiss Army Man" y "The Death of Dick Long", se convirtió anoche en Los Angeles en una de las más exitosas de la historia de los Premios Oscar. Hasta siete puertas se abrieron, en oro, al multiverso: Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Guion Original, Mejor Actriz (Michelle Yeoh), Mejor Actriz de Reparto (Jamie Lee Curtis), Mejor Actor de Reparto (Ke Huy Quan) y Mejor Montaje. Y es que, de hecho, desde la "Slumdog Millionaire" de Danny Boyle, nadie había arrasado con la fuerza de la película en la que dos hombres pelean por introducirle un dildo al otro por la cavidad anal.

Ceremony - 95th Academy Awards
Ceremony - 95th Academy AwardsETIENNE LAURENTAgencia EFE

Un fenómeno complejo

Pero, ¿es realmente "Todo a la vez en todas partes" la mejor película del año? Cualquier respuesta es parcial, pero es posible atajar los designios del Racacoonie del filme. La obra de los Daniels, más allá de por su epatante moraleja sobre la repetición de patrones familiares, se ha impuesto en los Oscars por una simple cuestión relacional. La aparente locura de su trama, en realidad perfectamente medida, perfectamente correcta y perfectamente coreografiada, obedece a un intento por lograr un cine de estudio distinto. Los académicos, henchidos de sí mismos por momentos, sí son capaces de percibir el aroma impostado a Oscar. El triunfo de "Todo a la vez en todas partes" es, en realidad, el triunfo de aquellas películas que no se programan desde un despacho para acumular premios en una estantería.

Por supuesto, el filme está lleno de defectos, desfilando por el abismo de la homofobia, prestándose a la mofa autoconsciente pese a costar más de 35 millones de dólares o jugando en el terreno de lo revanchista, pero todo lo que ahí se encuentra el espectador es sincero. O, al menos, está inteligentemente presentado como para ser percibido como orgánico. Desde los episodios de lucha libre hasta lo romántico, desde una salida del armario hasta el peso del racismo sistemático en Estados Unidos, "Todo a la vez en todas partes" ha jugado la carta de la diversidad en su favor, pero justificar su victoria en base a ese "buenismo" que los de siempre han convenido en llamar al llano respeto, sería estúpido.

Y es que, en una gala que tenía gabinete de crisis sin crisis y presentador sin gracia, con algo de gracia, la victoria aplastante del filme se dejó sentir casi como una réplica irónica al bofetón del año pasado. Netflix, siempre cachonda de Oscars, parecía que este año había dejado de estar en celo y, justo ahí, consiguió que su "Sin novedad en el frente", se convirtiera en la película más premiada de la historia de la plataforma. Más que "Roma", más que "El irlandés" y más que "El poder del perro". El drama bélico alemán, adaptado por primera vez desde aquel país, se llevó nada más y nada menos que cuatro premios, opacando las posibilidades hispanas de "Argentina, 1985" y consiguiendo hacerse con los premios de Fotografía o Mejor Banda Sonora, prueba viva si nos preguntan que gran parte de los académicos no ve más de diez películas al año.

Ceremony - 95th Academy Awards
Ceremony - 95th Academy AwardsETIENNE LAURENTAgencia EFE

Cortita y al pie

Filias y fobias aparte, la entrega al multiverso fumado (¿dejaremos algún día de asociar lo poco común a la droga en los procesos creativos?, se pregunta uno) por parte de la Academia nos dejó ver una gala más que decente. Quienes superaron la primera hora, donde en EE.UU. la ceremonia coincidía con el final de "The Last of Us" (que hará tres veces más audiencia), se encontraron con un show ameno que, en lo puramente espectacular, tuvo dos momentos álgidos. El primero nos lo regaló Lady Gaga, que se escapó del rodaje de la secuela de "Joker", se enfundó en un vestido imposible y, justo después, se desmaquilló para cantar el tema central de "Top Gun: Maverick". Sobra decir, a los diez minutos ya se hallaba de nuevo entre el patio de butacas, con un tercer look.

Pero el verdadero momentazo épico de la gala, descafeinada en su recta final por unos discursos (los de Yeoh y Fraser, mejores intérpretes protagonistas) imposibles de mojar siquiera con pan, nos llegó gracias a Rihanna. No contenta con echarse a la espalda su segundo embarazo y todo un descanso de la SuperBowl, la cantante caribeña homenajeó al fallecido Chadwick Boseman cantando "Lift Me Up", de la película "Black Panther: Wakanda Forever". Los ojos llenos de lágrimas de todo un hombretón irlandés de dos metros y 110 kilos como Brendan Gleeson lo decían todo: RiRi llegó, vio y sirvió.

¿Y qué pasó con el bofetón? Kimmel, apenas un fantasma deambulando por la ceremonia, estuvo acertado y disparó al elefante en la habitación en cuanto tuvo oportunidad: "Aquí tenemos al Mandaloriano y a Spider-Man como guardaespaldas, por si alguien se quiere atrever a subir", bromeó mientras la realización repasaba a los populares Pedro Pascal y Andrew Garfield. "Pero, si por algún motivo, alguien decide cometer un acto de violencia... probablemente le demos el Oscar al Mejor Actor", terminó de cerrar el chiste. Para qué más, si nadie lo había pedido.

Yeoh, primera mujer asiática en ganar el Oscar a Mejor Actriz y Fraser, primer actor en gastarse todos los discursos buenos antes del que importa de verdad, son los ganadores morales en realidad del show. Ella, por ser capaz de sacar las uñas más allá de la etiqueta de diversidad en la que el Hollywood más sieso la quiere encerrar, y él, por devolverle el bofetón a esa misma industria del cine que lo echó acosado sexualmente y abandonado a su suerte. Todos, en realidad, a la vez, triunfaron, pero queda por saber si este tipo de rendiciones absolutas importa realmente en todas partes.