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Exposición

Todos los Millares desconocidos

El Centro Botín inaugura una muestra dedicada al trabajo sobre papel del artista canario y compuesta por cien obras de las cuales más de la mitad son inéditas. El dibujo fue una constante en su corta pero intensa trayectoria, al igual que la poesía y el presentimiento de la muerte inminente

El Centro Botín inaugura "El grito silencioso. Millares sobre papel"
El Centro Botín inaugura "El grito silencioso. Millares sobre papel"larazon

Para Manolo Millares el papel vino primero. El de los libros y revistas que abundaban en la casa de su infancia y gracias a los que se convirtió en un gran lector. Su hija Coro comenta que a los siete años su padre descubrió a Goya en la biblioteca familiar; fue la semilla de su pasión por el dibujo. También le invitó a tomar papel y lápiz la “Historia general de las Islas Canarias”, firmada por su bisabuelo, el historiador Agustín Millares. Después de leerlo, el futuro artista se animó a realizar su propia versión ilustrada. Tenía 10 años. Uno de esos dibujos forma parte ahora de “El grito silencioso. Millares sobre papel”, la exposición que el Centro Botín inaugura con la colaboración de la familia del pintor, que ha cedido la gran mayoría de las obras. Más de la mitad de ellas jamás se han expuesto.

“Detrás de todo gran artista que se entrega a la abstracción hay siempre un gran dibujante -afirma Coro Millares-, de hecho, en una entrevista que le hicieron en 1951, mi padre dijo: “Practico la pintura moderna; no abandono por eso la pintura figurativa. No solo porque me sirve de estudio, sino por lo profundamente humano que encierra”. Esa intención de reivindicar el dibujo como expresión artística de peso está también detrás de esta muestra que comenzó a gestarse en 2014 gracias a la comisaria María José Salazar.

Pero también recupera al “Millares poeta”, como afirma su hija. La exposición abarca desde sus primeros trazos, pasando por sus etapas de experimentación y de madurez, hasta las obras que realizó poco antes de su temprana muerte en 1972. La constante en todas ellas es la presencia del verso. En un dibujo realizado en tinta china y acuarela de 1953 se lee un breve poema suyo: “Hoy empujo yo libremente el propio carro de mis ideas hacia donde la cometa de mis sueños se remonte brillante en el espacio”. Es el año en que pasa del aislamiento de su hogar canario al contacto con la vanguardia cuando viaja por primera vez a la Península para asistir a un curso de arte abstracto en Santander.

Otra constante es la denuncia. Incluso cuando rompe completamente con lo figurativo, a partir del 55. Es el caso de la serie “Los curas”, de la que se exponen dos de los cincuenta dibujos que la componen. “Nunca fue un guerrillero de puertas para afuera, pero sí que lo fue entre las paredes de su estudio", afirma de su padre Coro Millares. En “Los curas”, asegura su hija, el artista “vuelca las vivencias propias y hace una denuncia del papel que tuvieron la Iglesia y los sacerdotes en la dictadura”.

En el 64 comienza el que Salazar considera el “momento de plenitud” de Millares. “Hasta ahora era deudor de otros, pero a partir de aquí es capaz de crear su propio lenguaje: fuerte, cargado, pero poético”, afirma la comisaria. Es también cuando aparece el rojo en sus cuadros y dibujos, en los que hasta entonces primaba el negro, y cuando la muerte de su padre le lleva a una profunda depresión.

A su progenitor, el poeta y dibujante Juan Millares Carló, le dedica la carpeta “Mutilados por la paz”, con cuatro serigrafías y un poema de Alberti. La carpeta y la exposición en Nueva York del mismo título mordaz “coincide con el momento en que se celebran en España los 25 años de paz franquista”, explica Salazar. En los sesenta decide dejar de participar en cualquier exposición impulsada por el gobierno. “Se hace consciente de que el régimen está utilizando su arte y toma una postura valiente pero que le cerrará puertas”, afirma Salazar.

Si la muerte de su padre le llevó a la oscuridad del negro, el presentimiento de la suya propia lo impulsó hacia el blanco. Los dibujos de estos últimos años dejan amplio espacio al papel, que se ve apenas decorado por trazos en tinta china. Aquí regresan los versos, esta vez los de su amigo Manuel Padorno. Y la denuncia: tras ver en el periódico la foto de Mussolini muerto junto a su amante produce una serie en que se adivinan sus cuerpos colgados.

Mientras tanto, en sus arpilleras también irrumpe el blanco, un tono que adoptó hasta en la ropa. La comisaria achaca este cambio a su visita al Sahara, un viaje que le marcó profundamente. Aunque también es cierto que ya entonces había desarrollado el tumor cerebral que lo mató en 1972, con 46 años. La familia nunca habló de la enfermedad y, por tanto, no queda claro si Millares sabía que estaba muriendo. Pero sus dibujos lo sugieren: en un cuaderno que se llevó al Sahara plasmó los restos de animales muertos que vio en el desierto. Aun así, las obras transmiten un sentimiento de tranquilidad, de aceptación de lo inevitable.

"El grito silencioso. Millares sobre papel", estará en el Centro Botín de Santander a partir de mañana y hasta el 15 de septiembre.