Todos quieren un estatuto del artista
Músicos con 20 años de profesión y uno de cotización. Actores que cobran 3.000 euros al año. La precariedad de los trabajadores de la cultura demanda una solución. Este es uno de los retos para el ministro Íñigo Méndez de Vigo en el arranque de la legislatura.
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La situación de los creadores en España necesita de una ley que ayude a corregir la situación de precariedad y desigualdad que aquejan a la base de nuestra cultura: músicos, actores, escritores, bailarines, traductores... que no pertenecen a la minoría que vive de su trabajo sino que a duras penas subsiste
La percepción en la calle es que el artista es un vago o, en el peor de los casos, un privilegiado. Actores y músicos, artistas y poetas, bohemios todos. La realidad está a una distancia sideral. Los creadores en España entregan una dedicación completa a cambio de la mera subsistencia. Cómo será la precariedad de profunda para que las cuatro fuerzas parlamentarias principales dejen de increparse en el seno de la comisión de Cultura para aportar seguridad jurídica a la profesión del creador artístico, que, salvo ese uno por ciento reconocido por el estrellato, se enfrenta a la total desprotección. Hablamos de actores y músicos «de reparto», artistas plásticos que se enfrentan a la absoluta falta de reconocimiento, intérpretes de orquesta y ballet, traductores y poetas e incluso de trabajadores de unidades pedagógicas de museos y centros de arte, en suma, la base de nuestra cultura. La futura aprobación de un Estatuto del Artista figura entre los 150 compromisos para la presente legislatura del pacto de investidura entre PP y Ciudadanos, idea que han apoyado en múltiples ocasiones PSOE y Podemos y a la que se han sumado hasta ERC y CDC. La Comisión de Cultura del Congreso aprobó la semana pasada solicitar la creación de una subcomisión que estudie a fondo durante un año las ramificaciones de esta grave situación. Al margen de los debates sobre la conveniencia de un Ministerio de Cultura específico, este es el gran reto del amplio departamento que dirige Íñigo Méndez de Vigo.
- 1.200 km., 150 euros
El perfil del actor en España es el parado: un 57 por ciento no tiene trabajo, según el último informe de la situación sociolaboral de actores y bailarines en España elaborado por Aisge. El retrato del actor que trabaja no supera los 3.000 euros anuales de ingresos: (43 por ciento). Solo el 8 por ciento de los actores cobran más de 12.000 euros al año, lo que no alcanza para vivir de la profesión. Para alcanzar un aceptable sueldo de 30.000 euros anuales hay que buscar entre el 2,1 por ciento del colectivo. Esta situación es desalentadora, pero ya quisieran los músicos tener siquiera datos de su precariedad colectiva. Tenemos que conformarnos con alguna descripción de su oficio, como ésta de Julián Maeso, ex miembro de Sunday Drivers y con su tercer disco en solitario recién publicado: «Un músico es una clase de imbécil que carga en una furgoneta un equipo de 5.000 euros que le ha costado toda la vida pagar, recorre 600 kilómetros de ida hasta Santiago de Compostela para cobrar 150 euros y a la mañana siguiente vuelve a conducir otras seis horas hasta casa sin estar asegurado». Los problemas son múltiples y afectan al régimen general de trabajadores autónomos. ¿Debería reconocerse una tendinitis en un violinista como causa de baja laboral? ¿O una afonía para un actor? Pues de momento no es posible, ni tampoco una lesión muscular para una bailarina o un escultor. ¿Por qué un escritor no puede cobrar derechos de autor al mismo tiempo que su pensión y en cambio sí que puede compatibilizarla con el cobro de alquileres de viviendas? ¿Por qué una traductora debe volver al trabajo nada más dar a luz?
Los actores buscan una segunda profesión, las consabidas de camarero, administrativo, azafato o en el mejor de los casos, docente. Sin embargo, según los datos del informe, el 32 por ciento de los profesionales está bajo el umbral de la pobreza: cobran menos de 600 euros al mes según ese informe. En la música, lo normal es «trabajar de bolo». Sin contrato, sin seguro, por una cantidad que está cercana al amor al arte. «Llevo 20 años de profesión y uno de cotización», dice Maeso. «Yo me moriré en una cuneta porque no puedo pagarme un seguro y pienso que la Seguridad Social un día me dará una patada», explica. Los dos últimos discos del músico de Toledo han enamorado a la crítica, pero otra cosa es el pago de las actuaciones, casi siempre en negro, y sin efecto en el historial laboral y en las prestaciones sociales. La solución es actuar como autónomo. «Pero ¿cómo lo voy a hacer si los ingresos no cubren ni la cuota que hay que pagar?». La Unión de Actores pone el foco en este problema, que es compartido con los músicos: «Los contratos son en el cien por cien de los casos temporales, bien sea por obra o por tiempo determinado, los ingresos derivados son intermitentes y fluctuantes y su desarrollo se caracteriza por una movilidad geográfica absoluta, (...) lo cual aumenta la precariedad en la vida de los trabajadores del sector».
Una de las cuestiones sustantivas del Estatuto del Artista, que se debatirá después de todo un año de comparecencias de expertos en la subcomisión de cultura del Congreso, es el reconocimiento de la «especificidad fiscal» de una profesión que tiene una retribución, en esencia, intermitente. Se obtiene un salario mientras dura una película u obra de teatro, una gira de conciertos o tras la venta de una obra plástica o literaria, a lo que sucede generalmente un periodo de barbecho. «El 70 por ciento de los artistas en España no pueden vivir de su actividad y eso hay que afrontarlo. No se trata de darles ningún privilegio como colectivo, sino reconocer sus derechos y sus deberes, sus condiciones laborales y fiscales, de seguridad social. Éste es un reto importante que tenemos en la legislatura y que vamos a sacar sí o sí. Debe ser una realidad y esperamos conseguir un acuerdo transversal de fuerzas políticas», dice María José García-Pelayo, portavoz del PP en la comisión de Cultura, que aclara que su grupo se abstuvo en la votación de la subcomisión por entender que «se estaban adelantando conclusiones antes de escuchar a los expertos».
- No hay privilegios
Lo que subyace en el debate es el reconocimiento al papel del creador. En palabras de Eduardo Maura, diputado de Podemos: «Frente a una realidad de precariedad absoluta hay una imagen colectiva muy perjudicada que les toma por un colectivo privilegiado». Maura, diputado por Bilbao, recuerda que dos huelgas de personal educativo en seis meses han revelado la precariedad laboral en el Museo Guggenheim, bandera del turismo local. Incluso va un poco más allá: «Hay contratación en B, dificultad de defensa de los derechos de forma colectiva e irregularidades con los voluntarios, por ejemplo, en algunos festivales de música muy conocidos. Personas trabajando sin contrato. El colectivo es muy amplio y sufre condiciones laborales no razonables. No creo que a anadie se le ocurra ver privilegios en lo que realmente han sido muchos años de agravio», dice el portavoz de cultura de la formación. En la misma línea está Marta Rivera de la Cruz, su homóloga en Ciudadanos, pero advierte: «Nos enfrentamos a un trabajo muy exhaustivo. Porque nuestra sociedad carece de la conciencia de que un artista es un trabajador, y además es muy difícil ponerle fin a la precarización cuando el empleador es privado, más allá de los controles previstos para cualquier otro ámbito profesional. Es un ámbito donde no se pueden hacer tablas salariales, porque hay mucha diferencia de salario entre los artistas de primera fila y los que comienzan, por ejemplo. Es imposible fijar límites. Pero creo que podemos poner un mínimo de retribución por horas, por ejemplo. Y eso es algo, porque hemos visto iniciativas como la promovida por el Ayuntamiento de Barcelona para que los músicos toquen a cambio de la cena, y eso nos parece difícilmente tolerable, pero abrimos un melón del que no sabemos nada. Tampoco podemos coartar la discreccionalidad de quien quiera actuar gratis. Está ese elemento diferenciador que es la vocación y que ha jugado en contra de los artistas. Y unir todos esos supuestos en una ley es compejo, así que tenemos que escuchar a los expertos». «Tenemos que sacar la cultura del ámbito del ocio y del lujo y llevarlo al de la subsistencia para todo el mundo», dijo el viernes la directora de Creatividad de la Unesco, Jyoti Hosagrahar, en el II Foro de la Cultura, que se celebra en Burgos. «La cultura no debe concebirse como algo recreativo, sino como un factor de desarrollo del individuo y de igualdad». «Será intenso, pero hay una realidad incontestable: en general, el creador en España malvive. Esto tiene que cambiar, tiene que salir bien. Muy torpes seríamos», dice el portavoz socialista de Cultura, José Andrés Torres Mora. De lo contrario, como dice Maeso, muchos de nuestros creadores terminarán «tirados en una cuneta».
El IVA y la ley de mecenazgo
La toma de posesión del nuevo ministro de Cultura vino sucedida de la ronda de demandas del sector. La Asociación de Promotores de Música (APM) ve «con optimismo» su designación pero le pide que «cumpla su palabra en torno a la bajada del IVA cultural», medida que también se incorpora en el pacto de legislatura. También la ley de mecenazgo, un texto del que viene hablándose hace años y que podría inyectar oxígeno en forma de inversión privada al sector. Finalmente, entidades como Cedro y Fapae reclaman más contundencia contra la «piratería» digital en la reforma de la ley de propiedad intelectual que también será un tema central de la actividad legislativa en materia cultural. Por último, el reto pendiente es favorecer la expansión del Instituto Cervantes, para lo que existe el compromiso de aumentar su dotación económica y de mejorar su autonomía.