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Toni Montesinos: «Estamos convirtiendo nuestra vida en una ficción»

Toni Montesinos
Toni Montesinoslarazon

Publica «Que todo en la vida es cine», una biografía emocional a través de las películas que han marcado su recorrido vital

Hay vidas de película y películas que son como la vida. Vidas que discurren en el cine y cine que marca muchas vidas. El escritor y crítico literario Toni Montesinos rehúye de la atracción fatal que ejercen los filmes pretenciosos y vacíos, también, de los taquillazos populares que no cuentan nada en «Que todo en la vida es cine», (editorial Polibea), una reflexión certera de cómo nuestra existencia emocional está señalada en multitud de ocasiones por el diálogo de un actor, el recuerdo de una escena o la presencia cinematográfica de un título inolvidable.

–¿A veces nos comportamos como los estereotipos del cine?

–En situaciones extremas, todos somos actores de nosotros mismos y muchas veces reproducimos, no auténticamente, sino como una reacción, las mismas películas nos han educado sentimentalmente. Las narraciones ficticias del cine nos empapan y hacen de nosotros mismos unos actores. Estamos demasiados influidos por la ficción de las películas. Existe cierta constatación de que cada vez somos más imagen y menos palabras.

–Entonces, ¿se puede decir que nuestro carácter proviene de las películas?

–El libro es una búsqueda interior de hasta qué punto las películas nos afectan y nos influyen para entender la vida, ver la vida de otra manera o, a través, de los filmes, acceder a sentimientos y preocupaciones que hay en lo más recóndito de nosotros. Son una proyección de nuestros instintos y deseos. He buscado en once de ellas en mi biografía; son once cintas que a mí me hablaban de la vida.

–Somos hijos del cine.

–Está ese cine pasajero y efímero que no afecta y que no dice nada sobre lo que somos, y, por otra parte, un cine que tiene tintes emocionales, que es el que yo busco. Éste hace que nos sentamos autónomos, deudores de los sentimientos que se han reproducido en imágenes. Cada espectador busca su cine, el que le interesa, el que le habla de sus anhelos y sus emociones.

–En muchos instantes se tiene la impresión de que somos personajes de guión.

–La vida se está ficcionalizando cada vez más, por ejemplo, a través de la influencia que ejerce el mundo de la publicidad y de las distintas formas narrativas de la información. Ya todo es suceptible de ser tergiversado. En el telediario se cuentan historias y en los anuncios, también. Eso hace que seamos carne de cañón de la ficción, la subjetividad y la ambigüedad. Estamos empapados por eso. Hay que ocultarse de detrás de ese alud que es la ficción porque si no, apenas vamos a poder discernir la realidad pura, tal cual es, sin telarañas ni cristales de por medio. Ahora vivimos pendientes de lo que nos cuentan.

–Pero el cine también puede ser sucedáneo, como las novelas de caballería que criticaba el mismo don Quijote.

–Como hizo él, deberíamos abrir ventana para lanzar a una hoguera algunas películas, porque, es verdad, nos estamos volviendo locos de tanta ficcionalización. Este entretenimiento perpetuo que ha llegado a la universidad y al conocimiento, hace que nos hayamos vuelto muy quijotescos. Aquellos de caballerías eran libros hiperbólicos, que describían vidas ensoñadoras alejadas de la realidad. La publicidad, la tele y es cierto que determinado cine hace que nos volvamos un poco quijotescos.

–¿Tanto nos influye el cine?

–El cine es la mejor pedagogía que existe. Es la manera en que mejor nos llegan situaciones de todo tipo: históricas, de crítica social, de actualidad... Por lo tanto también tiene un poder que no posee ningún otro medio. En este sentido, tenemos que utilizar el cine para formarnos como personas. El espectador no debe conformarse con la pasividad del entretenimiento, sino hacerse persona a través de este instrumentos. El cine es prioritario en nuestra formación porque nos educa en realidades sociales que son en ocasiones muy complicada. El mejor cine es el que nos hace entender el mundo en el que vivimos.

–¿Los filmes que comenta reflejan capítulos de su vida?

–Son escritos autobiográficos. Esas películas hablan de mi vida, mis temores, recuerdos y de algunos asuntos que todavía están cicatrizando, como es la relación con el padre, el hecho de cambiar el pasado, la presión que ejerce en nosotros el destino...

–Una película también trae el recuerdo de aquella persona con quien la vimos.

–Cuando una cinta nos impacta es inevitable que nos acordemos con quién la vimos, nos retrotrae a un instante. En este sentido, un filme no es sólo una historia de 90 minutos. Ese título te coloca en un momento de tu vida. Te habla como un diario de ese instante.

–Cine evasión, ¿ a veces no es como el día de la marmota, siempre igual?

–Me interesan películas que me instalen en la realidad y no me evadan de ella. Las películas nos tienen que hacer recordar lo que somos y, que, sobre todo, nos tienen que meter en una situación de autoaprendizaje. No me gustan las películas que abusan de la fantasía y la ciencia ficción y lo reducen todo a algo simplón. Me interesa que una película te obligue a reacciones. Frank Capra recurría en sus trabajos a hombres corrientes en situaciones normales, pero en el fondo te estaba diciendo que otra vida es posible, que puedes dejar atrás esa vida rutinaria.