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Tibio Talavante en su primera de cuatro

El diestro extremeño corta el único trofeo de la tarde de un buen toro de Vegahermosa; JuanOrtega, con un lote de pocas opciones, desdibujado en el mano a mano
Gonzalo Pérez MataLa Razón

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La última vez que Alejandro Talavante pisó la Monumental de Las Ventas vestido de torero pensar en una pandemia formaba parte de la ciencia ficción, un comic, un futuro imposible. Hoy la covid-19 la gripalizamos y estamos inmersos en una guerra a la vuelta de la esquina. Equilibrando la vida de ahora con la de antes, volvemos a este San Isidro y Talavante lo hace a su apuesta a lo grande con cuatro tardes en Madrid y el cierre de Adolfo Martín. Tela que cortar. La primera no dejó indiferente a la afición que llenó la plaza. El mano a mano con Juan Ortega con la de Jandilla lo merecía.
Una locura fue conseguir entradas y otra llegar a la localidad. Lo más delirante llegó nada más acabar el paseíllo. De pronto, el público inició una ovación y salió Talavante a recogerla, pero hubo protestas. Siguieron las palmas y salió Ortega, pero también hubo alguna disconformidad hasta que de pronto tuvo que acudir al tercio Álvaro de la Calle. El sobresaliente que se quedó en solitario con la corrida el Domingo de Ramos y la defendió con mucha dignidad tras la cogida de Emilio de Justo. Entonces llegó la cuadratura del círculo. A Talavante le tocó el primero de la tarde de este mano a mano, un toro de feas hechuras y pitones hacia arriba, que se dejó en la muleta sin más, sin demasiada entrega ni transmisión. Así fue la faena de Alejandro, en el intento de hacer las cosas con los vuelos, pero en Madrid eso no es suficiente.
Algo parecido le pasó a Juan Ortega con un segundo bajo de raza y transmisión con el que Juan pasó más tiempo delante que emociones llevó al tendido. Lo mejor ocurrió con el capote cuando intentó estirarse a la verónica y alguna dejó con esa impronta suya. Nada más. Sobró un tercio de faena.
La de oreja
Apostó Talavante con el tercero, que tuvo ya desde los primeros tercios ese punto mansurrón pero de los que luego te lo dan. Y así fue. Talavante lo supo y lo espero en el centro del ruedo con la zurda. A pecho descubierto. El toro era un huracán. Intuimos que habría faena grande, pero quedó más en un esbozo. La muleta se le fue volandera y las tandas no alcanzaban el fondo que se esperaba. Por sorpresa fue con la diestra donde encontró el eco, tres y el de pecho para hablar con Madrid. El toro repetía, con sus matices, pero con franqueza y y calidad. Sin desistir ni una sola vez. Prendida la llama tiró de ese hilo diestro en una tanda más hacia el clamor y se fue a por la espada. Se tiró derecho y le dieron un trofeo. Justo para ser Madrid. El toro lo llevaba por delante.
A Ortega le tocó otro toro franco, pero contenido de fuste. La realidad es que Juan se eternizó en el camino a ninguna parte. No tenía sentido ni rumbo.
Pedazo toro de trapío saltó en quinto lugar. Puerta Grande a medio abrir para Talavante. Eso no es cualquier cosa en ninguna de las circunstancias. Flojeó el Jandilla, pero lo aguantaron y nada más comenzar la faena se puso al natural. Derrotón y correoso el toro nubló las ideas de la faena, poco a poco, como si se deshinchara y lo cierto es que Talavante no sacó nada en claro ni por un lado ni por el otro.
Curro Javier lo bordó con el sexto y levantó los ánimos que decaían por aquel entonces. Nada que no pueda arreglar un momento de brillantez. El instante que lo cambia todo. Juan Ortega cerraba tarde. De la que se esperaba más. De un tirón se lo llevó al centro. O casi. Pero de nada sirvió. El toro iba al paso, midiendo y orientado. Costaba pasar por allí y eso era una encrucijada difícil de solucionar para el torero sevillano. Lo intentó y cuando se puso por ambos pitones debió abreviar. Lo que se le atravesó toda la tarde. Tibia, por cierto. La primera de cuatro de Talavante.
Ficha del festejo
Las Ventas (Madrid). Sexta de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Jandilla y Vegahermosa, el 3º, desiguales de presentación. El 1º, va y viene sin demasiada entrega; 2º, con poca raza y transmision; 3º, muy bueno; 4º, franco pero sin transmisión; 5º, con movilidad, derrotón y correoso; 6º, deslucido y malo. Lleno de «No hay billetes».
Alejandro Talavante, de azul noche y oro, estocada, dos descabellos (silencio); estocada tendida, aviso (oreja); estocada caída (silencio).
Juan Ortega, de tabaco y oro, estocada (silencio); estocada corta (silencio); estocada (silencio).