Toros

La fiesta pamplonica de Roca Rey con gran toro de Victoriano de vuelta

Miguel Ángel Perera sale a hombros por la Puerta Grande de Pamplona junto al peruano en la penúltima de San Fermín

Andrés Roca Rey (d) y Miguel Angel Perera salen a hombros de la Plaza de Toros de Pamplona
Andrés Roca Rey (d) y Miguel Angel Perera salen a hombros de la Plaza de Toros de PamplonaRodrigo JiménezAgencia EFE

Juan Sierra y Vicente Herrera consiguieron lo imposible hasta este momento: desmonterarse tras poner las banderillas al primero. ¡Y van toros! Pero la vida sanferminera a las seis y media de la tarde no es fácil. Resolvieron con un tercio espléndido y nos pusieron en situación de lo que venía después, la nobleza de un toro que se dejó hacer a placer en la muleta de Miguel Ángel Perera. Chacón y Paquito Algaba lo lograrían con el sexto. Lo debió ver claro el torero de Badajoz desde el principio y comenzó la faena al primero con una tanda de rodillas. Viajaba largo el animal. Y según avanzó el trasteo se vino abajo el toro de de Victoriano del Río, pero su franqueza fue infinita, como el tamaño de sus pitones. Perera tiró de ese manual de temple y lo embarcó con limpieza por ambos pitones. Estocada a la primera de tardo efecto.

Movilidad y franqueza tuvo el cuarto, que fue para Perera. Faena resuelta del extremeño en la que limó los finales con menos clase del toro y la prontitud con la espada le abrió la Puerta Grande con la concesión de otro trofeo.

Ureña

Espada le faltó a Paco Ureña. Convicción para tirarse y capacidad para acabar con el segundo que aquí el tema de la espada es un conflicto de mala solución. Se perdona casi todo menos la demora. Antes a su Victoriano le faltó fuste y fondo, no tenía mala clase, pero sí ausencia de energía, de intensidad por lo que la faena del murciano se quedó insípida y la devoraron las fuerzas sonoras de Pamplona, que son muchas, a veces como una furia que se lleva por delante todo.

No tuvo mucha suerte Ureña en el sorteo y, a pesar de que embistieron toros, el quinto estuvo más a la espera y descastadote. Paco se esmeró en sacar todo lo que tenía e incluso se fue largo en el trasteo. Insistió tanto que al final como la espada entró paseó un trofeo.

Roca Rey volvía a pisar Pamplona después de la celebración de los 100 años de la plaza, como si todo y como si nada. Se llevaba el peso de los sanfermines del regreso. Tan vividos como volver a sentir que cada día supone nacer de nuevo con los miedos renovados.

Roca Rey, en un pase cambiado por la espalda. EFE/ Rodrigo Jiménez
Roca Rey, en un pase cambiado por la espalda. EFE/ Rodrigo JiménezRodrigo JiménezAgencia EFE

Cuando Roca se perfiló para entrar a matar se obró el milagro: hubo silencio en Pamplona o algo que se le pareciera. La espada no entró, no quiso. La gente sí había entrado de lleno en la faena. En la siguiente se le fue a los bajos. La faena resultó de público. El toro tenía mucho que torear y en esa apisonadora que es Roca se fue por el camino de las prisas, los oles, el toreo ligado, por fuera, adornado pero sin acabar de cuajar a un pedazo toro que tenía delante. (Pedazo en el sentido más amplio: grande y bravo, que fue premiado con la vuelta al ruedo).

Lo fue hasta el último instante porque cuando se perfiló no lo dejaba, quería más. Siempre más. Dejó muletazos buenos, aislados y entre una cosa y la otra, la conmoción de Roca que se deja llegar en dos muletazos, sorprende en el siguiente o se arrima al otro. Al de Victoriano, “Jaceno” de nombre, le cabían dos faenas más.

Toraco fue el sexto, al que hizo un explosivo quite muy por dentro. Cuando tomó la muleta la gente estaba entregada. Toro bueno, largo y repetidor, sobre todo por el derecho. Más le costo viajar por el zurdo y al peruano cogerle la medida. La cara del animal era de metro de pitón a pitón. Barbaridad. Una arrucina le puso en la diana emocional de nuevo y de ahí al arrimón. El toro se rajó. Roca hizo su fiesta y a punto estuvo de salirle muy caro. Salida a hombros entre vítores.

Ficha del festejo

Pamplona. Lleno de «no hay billetes». Toros de Victoriano del Río, bien presentados. El 1º, noble y de calidad; el 2º, descastado y al paso; el 3º, bravo y repetidor, premiado con la vuelta al ruedo; el 4º, noble y franco, falto de humillación; el 5º, paradote y descastado; el 6º, bueno y rajado.

Miguel Ángel Perera, de azul marino y oro, estocada desprendida (oreja); estocada (oreja).

Paco Ureña, de grana y oro, cuatro pinchazos, estocada (silencio); estocada (oreja).

Roca Rey, de malva y azabache, pinchazo, bajonazo (oreja); pinchazo, estocada (oreja).