“Lo hemos conseguido: ¡Viva Sanfermín!”

Lo habíamos conseguido. Llegar hasta aquí. Los míticos sanfermines. Las calles repletas. La plaza a reventar. 20.000 personas en la Misericordia dos e incluso tres veces al día. Esto es Pamplona. Las calles llenas, aquí y allá. Donde fueras. Contra todo pronóstico, dejando atrás dos años de sequía. De tristeza. De vacío y de pobreza. Que se lo digan a los hosteleros, las tiendas y los hoteles. La ciudad es otra y la alegría de la gente también.

Pamplona ha vuelto a estar viva. Hoy se celebraron los últimos encierros, ya con un toque de tristeza. Nos acercábamos al final. La cuenta atrás. Nada más acabar el encierro ya los carpinteros retiraban el vallado. Pena inmensa. Sigilosamente se acercaba las lágrimas del “Pobre de mí”. Solo lo sabes si lo has vivido. Carreras, miedos contenidos, abrazos de reencuentros reconfortantes, partes de guerra, borracheras infames, suciedad por todas partes y olor a pis como si no hubiera un mañana. Todo es Pamplona durante los Sanfermines.

También los encerrillos, el torillo de fuego, el cansancio sin límites, la diversión, comidas inacabables e inabarcables.

Sanfermín ha vuelto a ser todo. Una vez más, como si no hubiera pasado el tiempo, como si la Covid-19 no nos hubiera alejado de todo.

Seis de Miura para Antonio Ferrera esta tarde será la despedida antes de soltar el pañuelico hasta el 2023. Ya va quedando menos.