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Duelo torero

Así fue el día que Morante soltó su amargura (y comenzó la nuestra)

El torero decide retirarse en el momento más icónico de su carrera y justo cuando logra abrir la Puerta Grande de Madrid y sufre un percance muy impresionante

Así fue el día que Morante soltó su amargura (y comenzó la nuestra) Alfredo ArévaloPlaza 1

Ver las imágenes de Morante de la Puebla nada más dar la vuelta al ruedo tras cortar por primera vez en su vida dos orejas en Madrid a un toro y lograr su segunda Puerta Grande para dirigirse en esa inmensa soledad al centro del ruedo, la figura enjuta, los riñones metidos con la misma intensidad que cuando se pasa a los toros por la barriga, para desatornillarse la coletilla y entregarla entre lágrimas, abrumado, acongojado, al público de Madrid que le gritaba "no, no" es adictiva. Te destroza. Su dolor es tu dolor. Y por ahí anda el quid de esta cuestión. Esa congoja del diestro de La Puebla fue exactamente la que nos trasladó a todos y cada uno de nosotros en ese momento. Fue como si yéndose a los medios y quitándose el añadido entre lágrimas se despojara del sufrimiento, nos lo pasara, lo compartiera, un “no puedo más”. Lo que no sabía José Antonio en ese instante es que su sufrimiento ya es nuestro para siempre. Comenzó el duelo. Las preguntas sin respuesta. El boquete que nos azotó a todos por desigual y pasa el tiempo y la desidia es cada vez más grande.

¿Cómo será la vida después de Morante después de haber crecido con él? Hasta ahora el de La Puebla, que por todos es sabido que padece severos problemas de salud mental desde su juventud, nos ha acostumbrado a echar ese dolor al toro, a su toreo, y con el paso de los años lo ha depurado, con sus altos y sus bajos, sus obligadas paradas técnicas porque la cabeza no le dejaba avanzar, le quitaba el oxígeno, la estabilidad, y la alegría de vivir, pero lo que luego veíamos en el ruedo era una manera de ser y expresarse fuera de lo normal. Morante se ha sublimado a sí mismo. Y en los últimos años sabemos de su sufrimiento, que le ha obligado a hacer paradas, crisis de tormento que le alejaban de las plazas, pero en la otra cara, vestido de torero, daba su mejor versión y ha ido cosiendo los sueños que temporadas atrás se le escapaban. El rabo de Sevilla, su caprichosa Sevilla, la Puerta Grande de Madrid de par en par, todos menos indultar un toro... El reconocimiento unánime del público, la legión de seguidores y arrastrar a las plazas a esa nueva generación de jóvenes que han coreado hasta el infinito aquello de “José Antonio, Morante de la Puebla”.

Morante en su despedida del toreoAlfredo ArévaloPlaza 1

Y en ese infinito segundo del 12 de octubre murieron también muchos sueños. Los que nacen en las rutinas de una vida hecha a la medida de las pasiones. Las ferias del día que torea Morante, verse con los amigos en esa cita, mirarse en ese espejo para alimentar el alma, haber dibujado muchos años con faenas, amigos, fiestas, entorno al genio de La Puebla. Y de pronto todo se paraba de manera repentina en ese mismo instante.

Morante se retiraAlfredo ArévaloPlaza 1

Con una verdad que subyace por encima de todas. Decía Guerrita, “no me voy, me echan” ... vivimos en un país donde nuestros presidentes del Gobierno no se van (ni aunque les pillen con las manos en la masa, ni por cuestiones éticas ni estéticas). Pocas cosas son más difíciles que saber irse, escoger el momento. Y Morante, con sus 46 recién cumplidos, en una temporada que nos ha llevado hasta la locura, cuando acaba de firmar una campaña histórica, en estado de gracia continuo... Nunca jamás ha estado tan bien, ni tan rotundo, ni tan estable ni tan abandonado. Ni Morante ni posiblemente otro torero, de pronto llega y en la cima de haber cortado, por fin, dos orejas a un toro en Madrid, va y se quita el añadido y lo entrega, a su público, desde el dolor y el sufrimiento. No desde la alegría, no desde saber que has alcanzado todo lo que querías, José Antonio se marchó al centro del ruedo y nos entregó décadas de amargura, porque quizá ya se la hace insostenible, porque hace tiempo que no se va de los toros en los muletazos, que las embestidas se revuelven y su cuerpo no se quiere despegar. Le da igual. Y convivimos nosotros con ese saber que cualquier día un toro le puede herir de verdad, porque Morante no torea liviano, la entrega de este torero es de otro mundo. El de La Puebla se pasa a los animales por la barriga y no los vacía y ahí el peligro, la emoción, la verdad es una liturgia que avanza cada tarde un milímetro más a territorios prohibidos. Y nosotros lo sabemos. Y él también lo sabe. Porque ama esto. Y este último año no sabíamos el porqué, pero ocurría más. Le han cogido mucho. Y más que le podían coger. Entender su cabeza es un misterio al que no tenemos acceso. Puede que ni él.

Morante se va por la Puerta GrandeAlfredo ArévaloPlaza 1

Ahora estamos de duelo, hemos agarrado con el corazón y el estómago, su amargura. Y la ausencia que las cabezas no alcanzan a dimensionar solo van de un lado a otro. Que Morante encuentre la paz más allá del ruedo y darle las gracias por haberse respetado y por el legado que nos deja. Ya no le tengo que contar a Martín, mi hijo, lo que es el toreo. Lo vio con sus propios ojos. Llorando a Morante desconsolado el día que se cortó la coleta, porque hay cosas que no se explican.