Percance

Así fue la violentísima voltereta que sufrió Fortes a portagayola en Albacete

El malagueño logró recomponerse tras el susto inicial y cuajó una faena firme y clásica, coronada con una estocada de ley

Fortes, arrollado en Albacete
Fortes, arrollado en AlbaceteAlcoleaLa Razón

A portagayola fue Fortes a recibir al cuarto toro de la tarde que ayer abría la feria de Albacete, "Guardamonte", un castaño del Conde de Mayalde. El recibimiento fue tan espectacular como comprometido. El animal, lejos de seguir la larga cambiada, se frenó en seco frente al capote y se lanzó con violencia sobre el pecho del torero, que quedó a merced de los pitones. El cuerpo de Fortes fue levantado y zarandeado con violencia, arrastrado por el albero durante varios metros. A pesar del susto, y de las visibles magulladuras en el rostro, el malagueño decidió continuar.

Volvió Fortes a la cara del animal con la serenidad que da la vocación. Estiró la verónica con temple y gusto, componiendo la figura a pesar del golpe reciente. No se castigó en exceso al toro en el caballo, lo que permitió que el de Mayalde llegase con movilidad al último tercio. Desde ahí, Fortes se lo brindó al público y comenzó una faena asentada, sobria y con ecos del toreo clásico.

Fortes tras el percance
Fortes tras el percanceAlcoleaLa Razón

Los mejores momentos llegaron por la derecha. El toro, aunque justo de entrega, permitía dos tandas ligadas y con mano baja, donde Fortesmostró mando, suavidad y una colocación impecable. Hubo también algún intento por el pitón izquierdo, pero ahí el astado se quedaba corto y no terminaba de repetir, complicando la ligazón. Aun así, el torero no dejó de buscarle las vueltas.

En un terreno cada vez más comprometido, Fortes pisó los terrenos del toro, se metió entre los pitones y mantuvo la compostura. El animal se revolvía con prontitud, pero la inteligencia del malagueño y su pulso firme mantuvieron el hilo de la faena. No hubo alardes, pero sí una coherencia interna que le dio valor a cada muletazo.

El cierre fue rotundo. Una estocada entera, de ejecución precisa y colocación certera, puso fin a una faena que supo sobreponerse al percance. El presidente concedió una oreja que tuvo sabor a épica discreta, de esa que se gana sin aspavientos pero con verdad.

Fortes salió por su propio pie, con señales visibles de la cogida —una herida en la ceja y contusiones en pómulo y boca—, pero también con el orgullo de haber convertido un trance duro en una actuación sólida y comprometida. El susto quedó atrás; la entrega, no.