Emilio de Justo pincha al bueno y Roca Rey apunta sin conquista
Lidia el toro bravo de nota y falla con la espada al igual que el peruano su faena al tercero en la décimo cuarta de San Isidro con el cartel de «No hay billetes»
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Dio igual que apenas una hora antes no es que diluviara sino que cayera granizo sobre la plaza de Madrid. 24.000 personas se fueron a la Monumental de Las Ventas, otras vez. Así cada tarde. Es buena nota esta, en tiempos de campaña política, para que miren y escuchen a los ciudadanos que pasan por taquilla, ya no precisamente barata, y aprendan a respetar los gustos de sus ciudadanos más allá de los suyos en un ejercicio de civismo que supere la palabrería barata tan en boga en estos días previos de «compravotos». Madrid, como Valencia, Sevilla, Córdoba, y todas las grandes ferias que hemos tenido hasta ahora, hablan por sí mismas, por encima de la mediocridad de los que nos gobiernan, y ayer se volvió a llenar, a pesar de la lluvia.
Roca Rey vera el motivo principal por el que se había colmado la plaza, pero también con quien Madrid mantenía el litigio de quien es figura y hay que exigirlo. Ya lo vivió en su anterior tarde. Esta vez la Monumental no lo devoró. El toro tenía movilidad, también brusquedad y duró poco, porque quiso irse enseguida. Lo apretó mucho por el derecho y ahí es cuando puso a todos de acuerdo. El viento entró en juego después para descomponerlo todo, pero unas manoletinas apretadísimas, de poner la barriga al servicio del toreo, incendiaron los tendidos. La falta de contundencia con la espada desdibujó. Quedaba otro.
El viento apretó en el incierto sexto. El poder de Roca se le resistió entre el viento, las caídas del animal en el momento más propicio y la exigencia de figura que es y recae sobre sus hombros. Se le ensució mucho la faena
Abrió plaza Manzanares, y sus 20 años de alternativa, con un toro de Valdefresno, que tuvo muy buena condición, a pesar de que tuviera la fuerza justa. Aquí eso, y en estas tardes de expectación máxima, se penaliza triple. A la faena de Manzanares le faltó mimo en el temple y la ecuación no fue perfecta hasta que tomó la espada y esta vez recuperó el sitio perdido en los últimos tiempos.
Nada pudo hacer con el quinto de la Ventana de El Puerto, que le costaba un mundo viajar en la muleta. Un imposible.
De poco sirvió el sobrero de Vellosino para Emilio de Justo, manso, sin peligro ni entrega, que se abría tanto que poco decía. Pero el quinto vino a redimirlo. Bravo ejemplar de El Puerto de San Lorenzo. Lo vio claro De Justo, que primero lo hizo flexionando la rodilla y después cuajó las mejores tandas por la derecha. Madrid, que está con él, se lo cantó. Al cambiar a la zurda, el toro menos pleno, y Emilio menos rotundo, navegó por las desigualdades de la labor, que bajó enteros y revoluciones. Madrid nunca se fue de él, porque si algo tiene esta plaza es memoria y Emilio sigue siendo uno de los «nuestros». La entrega del torero fue absoluta, la calidad del toro también. Pinchó el trofeo y un triunfo. Había sido toro importante y la faena contó con momentos explosivos y otros de impasse. Como Roca Rey, al que se le mide como figura que es, y rebasó la línea, pero sin llegar a la conquista.