Espartero, sinónimo de valor
Se cumplen, el 18 de enero 160 años del nacimiento de uno de los toreros más valientes que ha dado la tauromaquia


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Nacido en Sevilla el 18 de enero de 1865, Manuel García Cuesta usó como alias El Espartero, profesión de su padre, que poseía una espartería en la Plaza de la Alfalfa de la ciudad hispalense, y a la que se habría dedicado también él de no haber tenido una extraordinaria afición por los toros, que le llevó a dar sus primeros capotazos, a la luz de la luna, precisamente en la ganadería de Miura, lo que no deja de ser una coincidencia trágica.
Bien joven comenzó su carrera como banderillero, acompañando a José Cineo «Cirineo» en plazas sevillanas, haciendo su presentación en Sevilla el 8 de octubre de 1882. Todavía actuando como banderillero, en Cazalla de la Sierra, mató dos toros de Manuel Cubero el 12 de junio de 1884 y, en 1885, debutó en La Maestranza el 12 de julio, con novillos de Anastasio Martín, adquiriendo su carrera importancia y trascendencia, lo que lo llevó a tomar la alternativa el 13 de septiembre de ese mismo año, también en Sevilla, de manos de Antonio Carmona «Gordito», que le cedió la lidia y muerte del toro «Carbonero», del marqués de Saltillo, aunque cuatro días después, el 17 de septiembre, toreó una novillada en Zalamea la Real, en la que resultó herido, generando no poca polémica y controversia sobre la validez de su doctorado, que confirmó el 14 de octubre de 1885 en Madrid, siendo Fernando El Gallo su padrino, con toros de Teresa Núñez de Prado.
Al año siguiente toreó en las principales plazas, sumó muchos triunfos y contabilizó hasta quince percances. Uno de ellos, el que tuvo lugar el 11 de julio en El Puerto de Santa María, le ocasionó no pocos disgustos, debido al altercado que sus familiares tuvieron con los médicos de la plaza. Se instruyeron diligencias judiciales, a resultas de las cuales el torero, debido al tono que empleó con el juez en sus respuestas, fue condenado a un mes y medio de arresto mayor, que tuvo que cumplir en la cárcel de Sevilla.
En los años siguientes toreó y triunfó mucho, no librándose tampoco de los percances. La llegada de Guerrita al escalafón de matadores avivó el panorama taurino, creándose una competencia entre estos toreros.
En 1894 toreó en Madrid cinco corridas, sin nada destacable en ellas, e hizo el paseíllo en Sevilla los días 18, 19 y 20 de abril y en Córdoba los días 25 y 26. El 27 de mayo de 1894 se anunció de nuevo en Madrid, con toros de Eduardo Miura, y completando el cartel Carlos Borrego «Zocato» (que sustituía a Antonio Reverte) y Antonio Fuentes.
Don Modesto, en El Liberal, narró la fatal cogida: El Espartero: «Perdigón», toro de Miura, colorao obscuro, ancho de cuerna y receloso e incierto en el supremo trance, fue el autor de la catástrofe. Volteado el diestro frente al 8, al entrar a matar en un palmo de terreno, levantose ebrio de furor, trastornado por el tremendo golpe, y aún dio al miureño tres muletazos con la derecha. Armó el brazo estando el toro humillado y arrancó, estrechándose con la res. La mano izquierda torpe e inútil, se pegó al cuerpo en vez de marcar la salida por el lado contrario, y el temerario espada fue suspendido por el bajo vientre, recibiendo una espantosa cornada, que le quitó la vida casi en el acto».
Fallecía así uno de los diestros más valientes de la historia del toreo, que, a pesar de recibir veintitrés cornadas a lo largo de su carrera, dejó para la posteridad una de las frases más famosas del toreo: «Más cornás da el hambre», convirtiéndose en paradigma del valor absoluto en otra frase no menos famosa: «Tiene más valor que el Espartero», referida a los diestros de los que se quiere alabar su valor.
Uno de sus pases más característicos era citar al toro de lejos con la muleta plegada en alto, para luego desplegarla a medida que el animal avanzaba. Muchos años después otro torero sevillano, Pepe Luis Vázquez lo ejecutó de la misma manera, según las explicaciones que recibió de su abuelo que había pertenecido a su cuadrilla.
Mariano Tomás Benítez, en su libro Crónica elemental de la lida, describía así a este torero: «Manuel García fue el torero de las dos uves: velocidad y valor. Su entronización en el rito solo puede considerarse como un abrir y cerrar de ojos. Había prisa por consagrarlo, convirtiéndose en un proyecto maestrante enfrentado al califato del Guerra. Las aspiraciones sevillanas forzaron la velocidad inadecuada de este torero hacia la fama. Para ello, el máximo aval fue un valor desmedido».
Tuvo fama de generoso; muchos comentaban que su bolsa se llenaba rápidamente y enseguida se vaciaba de nuevo por sus donativos y Vicente Blasco Ibáñez se basó en su vida para su novela Sangre y arena.
Tras su muerte, el cadáver embalsamado fue trasladado de Madrid a Sevilla, donde lo esperaban junto a su viuda, Celsa Fonfrede, más de 6.000 personas; el paso del cortejo fúnebre fue presenciado por una gran multitud y 20.000 personas, la mayoría mujeres, pasaron ante el cuerpo del diestro en la capilla fúnebre. En su tumba se representa simbólicamente la muerte con una columna rota por la mitad.