Ferrera saca premio de una tarde como de San Isidro
Los toros de Cuadri atrajeron al público y, aunque no rompieron a embestir, sí dejaron ver la actitud de los toreros
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Cada año, volver a Las Ventas es como una liturgia, recorrer los pasillos, descubrir las nuevas exposiciones, adivinar esas pequeñas reformas (ahora las vidrieras que cubren los arcos de la primera planta) a la espera de esa gran intervención que siempre se anuncia y nunca se ejecuta, saludar a los de siempre y esperar a que rompa el pasodoble del primer paseíllo del año con la ilusión renovada.
Esta vez, la temporada madrileña comenzó con la Semana Santa, con una corrida de esas que invitan a los aficionados al toro, esos mismos Cuadri que hace un año pusieron la emoción en esta plaza y que de hondos y serios atrajeron a algo menos de tres cuartos de entrada, con un ambiente previo como de San Isidro, con protestas incluidas subrayando los abusivos precios de las entradas sueltas, entre otras cosas.
Ya con el toro en la plaza, la tarde comenzó eléctrica para Ferrera, como el azul de su capote, pues así embistió el saltarín primero a su salida, al que ya se encargó de atar al suelo Alberto Sandoval con los dos puyazos que le recetó, prendiendo la primera ovación del año Ángel Otero y Fernando Sánchez tras un gran tercio de banderillas. Se empeñó el extremeño en torear por la izquierda a un toro que se quiso vencer por ahí, tanto que de un pitonazo en la muñeca le arrancó la muleta cuando Antonio buscaba el asiento. Aún dolorido, y tras una templada serie de derechazos, un cambio de mano lento y largo subió al tendido con fuerza, pero la faena terminó diluida en un querer más que poder. Y aunque al zambombo cuarto le costó desplazar sus 670 kilos, no lo hizo mal en la muleta de Ferrera, que supo darle pausas y sitio para ayudarle a pasar con cierta transmisión en su franca embestida, mejor al natural, más limpia, suave y desahogada. Es cierto que hubo enganchones que pudieron deslucir estéticamente la labor de Antonio, pero todos ellos fueron en la construcción de una lidia a favor, invitando al toro y obligándolo a pasar completo, lo que desembocó en varios muletazos de los que valen premios. Entre ellos, un par de naturales con la derecha soberbios. Como el espadazo que tumbó al toro al tiempo que caía el aviso y la primera oreja de la temporada venteña.
Una guadaña trajo el tercero en el pitón derecho, pavoroso. Ya su forma de revolverse en el capote de Gómez del Pilar, echando las manos por delante, barruntaban el peligro que después fue desarrollando. Si embargo, la firmeza y la cabeza despejada del toledano evitó que el agua le llegara a los tobillos. Atento siempre cuando el toro lo quiso sorprender, mandón cuando enganchó la embestida sin entrega y asentado para vaciar el muletazo cuando el pitón ya buscaba al torero en la salida. Su pecado pudo ser alargar sin sentido una faena recia, sería, de las que Madrid sabe valorar. Y si los de Cuadri, excepto el tercero, no parecían "cuadris" por sus hechuras, el Saltillo sobrero que salió en sexto turno tampoco tuvo una estampa "asaltillada", de tan rematado y acochinado en sus 610 kilos. El tumbo fue inevitable y el orden en el ruedo lo restableció, nuevamente, un atentísimo Ferrera. Fueron su peso y hechuras lo que condicionaron todo, pues ni humilló por el escaso cuello ni se desplazó de tan atacado de kilos. Bastante hizo Gómez del Pilar en ponerse por delante con total sinceridad para proponer un toreo que no mereció, ni agradeció, pues cuando pudo, en su defensiva actitud, le buscó las carnes al torero. Un esfuerzo que pocos agradecieron.
Largo y hondo fue el segundo, de andar soso y noblón, pero obediente a los toques de Octavio Chacón, que construyó una faena tan laboriosa como poco agradecida, quizá por la falta de gobierno, que impidió que el toro se pudiera emplear más y mejor. Y no se encontró cómodo nunca Chacón tampoco con el noble quinto, un toro acudió al toque, con más prontitud en la media distancia, pero al que le faltó el recorrido que una muleta autoritaria y decidida le pudo dar. No fue así y el público también se lo recordó al gaditano.
Domingo 24 de marzo de 2024. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Corrida del Domingo de Ramos. Alrededor de tres cuartos de entrada.
Se lidiaron cinco toros de Celestino Cuadri, hondos y serios en su buena presencia, y Saltillo (6º), sustituto del titular devuelto por flojo. 1º, pronto y de corto recorrido; 2º, noblón y soso; 3º, de peligro sordo; 4º, zambombo, franco y con transmisión; 5º, noble; y 6º, a la defensiva.
Antonio Ferrera, de blanco y oro, pinchazo hondo, estocada que hizo guardia, aviso y seis descabellos (silencio); y estocada y aviso (oreja).
Octavio Chacón, de azul marino y oro, estocada y dos descabellos (silencio); y estocada (silencio).
Gómez del Pilar, de grana y oro, pinchazo, aviso, pinchazo, estocada tendida y descabello (silencio); y estocada tendida (silencio).
Incidencias: Ángel Otero y Fernando Sánchez saludaron una ovación tras banderillear al primero. Sánchez repitió en el cuarto, acompañado por Miguel Murillo.