La fiesta de las figuras con grandes toros (y no de tamaño)
Manzanares y Talavante tuvieron un triunfo importante en la Feria de Fallas de Valencia
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Era la hora y la puntualidad inglesa se convirtió en una aviso por megafonía vete tú a saber de qué porque no es entendió nada. Creímos que se retrasaba el festejo, pero no hubo motivo. A los minutos, pasados los siete, comenzaba todo. Era la hora exacta a la que Sebastián Castella volvía a los ruedos en España después de dos años. No hacía tanto. Quizá por eso que todo transitara con bastante normalidad. Los toros a lidiar eran de dos ganaderías, una de ellas con doble hierro por lo que al final era todo un acertijo adivinar qué tocaba en cada momento. El primero fue una pintura, toro bonito y armónico. Y hasta ahí pudimos leer. Todo lo que tenía de guapo y hechurado se lo llevó por delante, porque después eligió el camino de la mansedumbre y solo Rafael Viotti, que se había desmonterado tras parear, pudo lucirse con él. Lo de Castella fue un folio en blanco. No llegó a tener la suerte de cara para estar en uno de esos días de más condescendencia. El cuarto se paró y resultaba un imposible sacar algo de interés. La estocada fue impecable.
Entre una cosa y la otra, y lo que vino después, ocurrió la fiesta. Se la pegaron las figuras José María Manzanares primero con un soberbio Garcigrande que no tuvo remate ninguno en cuanto a presencia, es decir, no estaba a la altura de una plaza como Valencia. Todo lo bueno lo llevaba por dentro. Animalito. Extraordinario el ritmo que imprimía a su arrancada con nobleza y entrega. Josemari ayudó a que todo ocurriera tan despacio y templado que la ecuación fue perfecta para que la gente entrara de lleno. Dejó buenas tandas y la faena fue de lo excelso a lo correcto para pasar a tapar la embestida y embrujar al público sin acabar de cuajar la maravillosa arrancada del animal. Con la espada recuperó el sitio, con una muerte volcánica. Bajo mínimos estaba el quinto, que tenía buen fondo, pero se lo supo y quiso sacar Manzanares para acabar llevándose el premio gordo. Lo consintió y la paciencia fue su aliada.
Alejandro Talavante había pasado más liviano con el tercero, que tampoco se entregó en las telas. Iba el toro y venía sin más.
El sexto fue joya de la corona también. Nobleza, a la que sumó un ritmazo y ganas infinitas de seguir el engaño. La faena de Talavante transitó distintos escenarios y así el público. Menos comprometidos los comienzos, más por fuera, probando al toro, para convencerse y dejarnos en el ecuador del trasteo lo más rematado. Encajado, queriendo torear hasta el final, con los vuelos y perderse con el toro. Hubo pasajes de nota rematados con algún que otro pase de pecho a la hombrera y con desdén. En pleno fulgor, y lanzado el público ya al estrellato, unos muletazos con la rodilla genuflexa y unas bernadinas nos descolocaron. Era como si en la borrachera lo mismo da... Pero si hubiera seguido con otra tandita de naturales... Eso hubiera sido amor del bueno. La noticia es que Tala está de vuelta y Manzanares por momentos lo gozó. Fue la Fiesta de las figuras con grandes toros, ya hemos contado que no por el tamaño.
Valencia. Sexta de la Feria de Fallas. Casi lleno. Toros de El Puerto de San Lorenzo, 1º, 3º y 5º; Garcigrande, 2º y 6º y Domingo Hernández, 4º, mal presentados en conjunto, sin remate ni caras. El 1º, manso; 2º, gran toro; 3º, movilidad sin entrega; 4º, parado; 5º, flojo pero de gran calidad; 6º, buen toro.
Sebastián Castella, de lila y plata, pinchazo, media, descabello (silencio); buena estocada (silencio).
José María Manzanares, de azul marino y oro, estocada (dos orejas); estocada (oreja).
Alejandro Talavante, de crema y oro, estocada (saludos); estocada (dos orejas).