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Puerta grande de Chaves con toros de La Quinta para bordarlo

El salmantino pasea tres orejas y una Paco Ureña y Emilio de Justo con una buena corrida de toros en la penúltima de la feria de Santander
Domingo Lopez  Chaves
Domingo Lopez ChavesArjona/Lancesdefuturo

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La de La Quinta encaminaba el último tramo de la feria antes de que la de rejones ponga el chimpún a una convulsa feria en la que ha pasado de todo, milagros incluidos. Por eso se la recordará sin duda. El mismo día que Julián López «El Juli» anunciaba su decisión de retirarse de los ruedos 25 años después de tomar la alternativa en Nimes. A pesar de su juventud, muchas vueltas ha dado al sol el torero madrileño como figura y le ha llegado el momento de tomarse un «indefinido» descanso.
Además de todo esto rematábamos la tarde con una despedida: la de López Chaves en una plaza en la que se le tiene cariño (hubo en su momento sangre derramada). Lo sacaron a saludar y se enfrentó a un primero que tenía las fuerzas contenidas, pero también era un toro noble y con ritmo que se dejó hacer a placer. Chaves dejó una faena larguita, templada y sin demasiado ajuste en la que firmó los muletazos de más relajo ya al final. La estocada y la oreja fueron uno.
El cuarto fue un regalo divino. Qué gran toro de La Quinta, con nobleza, repetición y duración. Animal completo que se dejó hacer a placer y con el que Chacón ya se había desmonterado en la suerte de banderillas. Fue despedida a lo grande. Intentó componer Domingo con el compás más cerrado en los inicios, aunque según avanzó el trasteo, el diestro salmantino fue relajándose y abriéndose más. Lo gozó, a su estilo. Se fue tras la espada y paseó los dos trofeos.
Después hizo un quite magistral a un compañero. En el quinto Paco Ureña estuvo a merced del toro y su capote le salvó del de La Quinta en el momento preciso. Instantes que cambian una vida. Un todo. Malo el toro por peligroso. Lo sufrió Ureña, que intentó buscarle las vueltas y salvarse del lío. Se lo quitó del medio con la espada con habilidad, que no era poco.
Una oreja había paseado del segundo. El toro apretó en el capote, pero repitió con franqueza en la muleta, sobre todo por el pitón diestro. Al natural le faltó continuidad en la arrancada, pero fue toro bueno para hacer faena. La estocada resultó un bajonazo, pero las exigencias de otras tardes desparecieron y tocó pelo.
Emilio de Justo sumó otra con el tercero, que tuvo su punto de incertidumbre y una despaciosidad tremenda en el embroque. Había que tragarlo ahí y luego empujaba hasta el final a una velocidad inverosímil. Eso hacía que el muletazo tuviera mucha expresión porque permite torear sumamente despacio, con lo difícil que es. Emilio de Justo lo cuidó en los primeros compases, por abajo, desengañándolo y el resto de la faena contó con la ética de una labor ligada y bien construida, pero el toreo tremendamente por fuera. En la tónica de la tarde, estocada y premio.
Bueno fue el sexto, yéndose largo con ese punto de desentenderse pero sin comprometer al torero. Emilio se fue dando cuenta poco a poco de las opciones del de La Quinta y la faena fue ganando en ajuste, sintonía con el animal y con el público. Lo mejor llegó al final, hasta que tomó la espada.
A hombros se fue López Chaves en la tarde de su despedida. Hubo toros de La Quinta para bordarlo.