Toros

Roca Rey se pone serio ya en Fallas

El torero peruano, que colgó el cartel de «No hay billetes» desde días antes, abrió la Puerta Grande en el séptimo festejo de abono

Pedazo derechazo de Roca Rey
Pedazo derechazo de Roca ReyLitugo/Nautalia

El quite de Pascual Mellinas a Viruta le salvó la vida y a nosotros el corazón. Le había soplado un pedazo par, pero estaba tan centrado, tan encima, tan a pecho descubierto que cuando quiso irse de ahí, de la cara del toro, se empotró contra la arena. Ahí estuvo un capote salvador, de los que no tienen precio. Había hecho hasta entonces el toro lo que le había dado la gana, porque nadie había puesto orden en el caos. Roca Rey lo brindó después. Y se la jugó. Era el segundo de la tarde. De Victoriano del Río, que es un aval de entretenimiento, aunque ayer estuvo lejos de ser su tarde más completa. El toro tenía movilidad y transmisión, otra cosa era la entrega. Roca se puso de verdad. Con la contundencia y la seriedad de quien tiene un serio compromiso consigo mismo. Le apretó el toro por dentro, lo aguantó, intentó limar las asperezas del animal con la suavidad del trazo. Funcionó, pero no siempre. Así con la zurda. Mismo invento hasta que el toro se rajó, estaba al filo siempre. La historia contada y defendida.

Emilio de Justo no vio nada claro al primero, que acudió al paso y orientado. La lidia fue un desastre. El tercero tuvo temple ya nada más pisar la arena. El perfecto para que Pablo Aguado desengrasara las muñecas y nos deleitara. Se sintió a gusto con el toro en el saludo capotero y en los dos quites que hizo, uno como réplica a De Justo. Lo hace bonito, la cadencia de su toreo es otra cosa. Así empezó la faena. Maravilla. El toro tenía nobleza y buen fondo. Se fue apagando. Normal, el caballo y los muchos lances pasaban factura. No sé si antes o después le ocurrió lo mismo a la labor de Aguado, desdibujado y perdiendo ese hilo conductor que tiene una historia que contar. ¿Nos lo había dicho todo con la capa?

Resarcirse

El cuarto vino a redimir a Emilio de Justo. Este sí tenía tela que cortar y lo disfrutó en el toreo diestro por donde repitió el animal. Se merece alegrías después de la dura lesión que le dejó un toro en Madrid el pasado Domingo de Ramos. Al ponerse por el zurdo se le vino por dentro y después el toro se quedó en nada disipando la labor. La espada apagó las luces de una faena que había tenido su momento.

El quinto fue bis. Y lo mismo hubiera dado que fuera tris porque la revolución Roca arrasó con todo. Es un huracán de fuerza arrolladora. Hizo una faena maciza a un toro con codicia y repetición, pero la sensación que primaba es que daba igual la condición del animal. Su puesta en escena estaba por encima. Ligó con coraje, y temple, reunido con el de Victoriano, que estuvo a la altura y no dejó espacios en blanco durante la labor para que la emoción no trepara por los tendidos. Es por eso que tras la estocada, un punto delantera, cayeran las dos orejas con fuerza. Y la tarde, a quien habían venido a ver, fuera suya.

El sexto tuvo las fuerzas contenidas, iba y venía, y Pablo Aguado no contribuyó a despejar las ideas. Sumó pases, pero poco más. La Puerta Grande le esperaba a Roca. Era su punto de partida. Y ya se había puesto serio.

Ficha del festejo

Valencia. Séptima de la Feria de Fallas. Se lidiaron toros de la ganadería de Victoriano del Río, correctos y desiguales de presentación. 1º, orientado y al paso; 2º, movilidad sin entrega; 3º, noble y a menos; 4º, bueno y a menos; 5º, bis, codicioso y repetidor; 6º, noble y apagado. Lleno de “No hay billetes”.

Emilio de Justo, de rioja y oro, estocada corta (silencio); pinchazo, estocada corta, aviso, descabello (saludos).

Roca Rey, de tabaco y oro, pinchazo, estocada baja (silencio); estocada delantera (dos orejas).

Pablo Aguado, de verde y oro, estocada (saludos); dos pinchazos, descabello (silencio).