El trofeo de Rufo a la raza en tarde de «casis»
Desigualada corrida de Victoriano del Río con toros de calidad, aunque a menos en la sexta de San Isidro
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Sergio Blasco y Fernando Sánchez se desmonteraron tras lucirse en banderillas con el tercero. Tomás Rufo se echó de rodillas y lo hizo de verdad. El de Victoriano acudió muy despacio al engaño y aguantar ahí debió ser parecido a transitar el infierno. No se inmutó. No hubo un ademán, ningún gesto. Fue bonito, templado y despacioso. Comenzaba la faena, los primeros compases con la diestra cuando el toro se lo echó a los lomos en un natural y de una manera muy fea. En una misma voltereta lo pasó por encima, le dio la vuelta. Pensamos lo peor. Tal cual se deshizo de él lo asistieron los peones para llevarlo a la enfermería, pero de camino, pararon en seco y Rufo volvió a la escena. A la cara del toro, por el zurdo, firme y sincero y con el corazón de Madrid en la mano cuajó buena tanda. Fue por eso que, tras la estocada, que fue media, pero arriba y efectiva, cortó una oreja. La oreja de la emoción, del miedo y su firmeza. La paseó feliz, aunque el cuerpo en unas horas, igual lo tiene molido. La suerte había sido infinita.
El día después de San Isidro se conmemoraba la muerte de Joselito El Gallo. Por eso el minuto (o mini) de silencio y quizá por eso también que se haya elegido esta fecha para conmemorar el Día Internacional de la Tauromaquia. Se celebró a plaza llena. Un “No hay billetes” que en Madrid es maravilla. Esa plaza llena debe pesar como una losa, sobre todo en los hombros de los tres espadas anunciados. Para lo bueno y lo malo Madrid es el lugar que roba el sueño y donde se pueden hacer gigantes a la luz del día. También la plaza más difícil y desagradable. Lo vivimos nada más salir el primero, al que faltaba remate y ya eso condicionó toda la puesta en escena. Hubo algunas protestas y Castella no acabó de centrarse con un toro paradote. El primer pinchazo se le fue abajo. (Tónica de la feria).
Apretó el segundo en el capote hasta poner en apuros a José María Manzanares en el saludo capotero. Fue lo mismo que hizo a Rufo en el quite. El toro puso después la cara abajo y empujó en el engaño del alicantino. Había toro y había interés. Bueno fue el comienzo de faena de Manzanares. Lo vistió bien. Otras irregularidades a la hora de la verdad vinieron. Las probaturas de siempre y entre una cosa y la otra: buenos derechazos, porque compone bien y lo hace bonito y el empaque lo tiene como algo innato. Y además Manzanares bajó la mano para evitar el viento y fue la tecla mágica con el animal. Al natural dio la mono serie de turno, de poner la X y cuando volvía por la diestra la aventura acabó más liviana. Quiso matar recibiendo y dejó media. Eso sí la media arriba. Se le pidió el trofeo no concedido y salió a saludar. El quinto fue muy vivo y quedándose corto y a la muleta de Manzanares le faltó poder.
Fernando Sánchez se puso muy torero con el sexto y dejó que llegara mucho. Luego apretó para los adentros con apuro. Ligado estuvo Rufo y ajustado, más en los medios muletazos, que atrás, la calidad del toro se fue apagando y también la posibilidad de abrir la Puerta Grande. Se quedó en otro casi.
Las Ventas (Madrid). Sexta de San Isidro. Se lidiaron toros de Victoriano del Río y uno, 1º, de Toros de Cortés. El 1º, paradote; 2º, bueno, repetidor y con clase; 3º, de corta arrancada; 4º, con ritmo y clase y a menos; 5º, complicado; 6º, bueno y a menos. Lleno de «No hay billetes».
Sebastián Castella, de azul marino y oro, pinchazo bajo, estocada (silencio); aviso, estocada (saludos).
Manzanares, de azul y oro, media estocada arriba (saludos); dos metisaca, pinchazo, estocada (saludos).
Tomás Rufo, de azul marino y oro, media (oreja); dos pinchazos, estocada (silencio).