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Un trago largo de whisky

La Razón
  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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Ocho veces fue nominado a los Oscar como mejor actor y las ocho veces se le escurrió de las manos la estatuilla más preciada de Hollywood. Peter O'Toole es otro de los muchos casos injustos de grandes intérpretes que jamás la lograron, como sus dos compañeros de rugby y de farras: Richard Harris y Richard Burton. Los tres sumaron la friolera de diecisiete nominaciones. Un selecto club de actores que consiguieron compaginar portentosas interpretaciones de Shakespeare, unas carreras cinematográficas muy por debajo de sus capacidades interpretativas y una pasión desaforada por ingerir alcohol de forma constante.
La turbulenta vida de Richard Burton es de sobra conocida, como sus amores con Liz Taylor y su descontrol con la bebida, causante de legendarias broncas y desencuentros públicos en clubes nocturnos y discotecas. Afición que no les impidió llevar a la pantalla algo parecido a su vida en «Quién teme a Virginia Woolf» (196) con notable éxito y sin tener que dejar de seguir bebiendo entre tomas.
Apuestas alcohólicas sobre las tablas
Burton se beía una botella de vodka después del desayuno y otra cuando caía la tarde. Su pasión por el alcohol le llevó a apostar, mientras interpretaba en Broadway «Camelot», que podía consumir una botella de vodka antes de cada función sin que se notase, y la ingenua de Julie Andrews fue testigo de sus soberbias interpretaciones sin que supiera nada sobre la apuesta.
Murió a los 59 años.
Lo mismo puede decirse de Richard Harris, otro de los grandes actores ingleses cuya carrera fue de más a menos, hasta languidecer en papeles muy por debajo de su portentoso talento interpretativo por culpa de la bebida. Dos vidas que discurrieron paralelas a la de Peter O'Toole. Tras un deslumbrante debut en el papel del antropólogo y viajero T. E. Lawrence en el filme de David Lean «Lawrence de Arabia» (1962) y el «tour de force» con Richard Burton en «Beckett» (1964), sus papeles en la pantalla perdieron entidad e interés. Si exceptuamos su participación en «El león en invierno» (1968) y el «remake» de «Adiós, Mr. Chips» (1969), su carrera cinematográfica languidece a medida que su fama de broncas y bebedor empedernido crecía hasta resultar legendaria. Apartado del cine por su falta de control, es justamente el papel de un actor de cine famoso por sus borracheras el que lo devuelve al cine de Hollywood en forma de burla de su propia vida en la comedia «Mi año favorito» (1982), emulando a otro conspicuo borracho, Errol Flynn. De nuevo fue nominado, por penúltima vez, y de nuevo perdió, esta vez ante Ben Kingsley en «Gandhi» (1982). Durante el rodaje de «Kidnapped» (1960), Peter Finch –otro consumado bebedor– y él se pusieron a beber en un pub hasta que el dueño los quiso echar. Ambos decidieron que lo mejor era comprar el pub y seguir la borrachera hasta el día siguiente. Una de sus geniales frases recogidas en el libro «Hellraisers: The Life And Times Of Burton, Harris, O'Toole & Reed», de Robert Sellers, es ésta: «Soy un borracho y un pendenciero y tal, pero no creo que eso ponga en peligro mi propia destrucción». De hecho, vivió hasta los 81 años después de varias operaciones de hígado y un cáncer de estómago.

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