Un western que deja frío
Director: Warwick Thorton. Guión: D. Tranter y S. McGregor. Intérpretes: Hamilton Brown, San Neill, Bryan Brown, Thomas M. Wright. Australia, 2017. Duración: 112 minutos. Western.
El vasto desierto australiano parece haber sido inventado para que el western despliegue sus alas. En la nada soterrada xenofobia de muchos clásicos del género, el arquetipo del indio encarna, desde el derramamiento de sangre, hasta la rabia contra los supremacistas colonizadores. En su versión de las Antípodas, los aborígenes se parecen más a los afroamericanos: los blancos los someten, les convierten en sus esclavos, ven aplastados sus derechos. Así las cosas, el director de «Sweet Country», Warwick Thornton, que es aborigen, utiliza el género como coartada para hablar de los orígenes de la marginación de su cultura. Frente al hombre blanco, desdoblado en el noble, comprensivo defensor de las minorías, y el violento, salvaje cacique de nuevo cuño, está el aborigen de dignidad mancillada, perseguido por un crimen accidental cometido en defensa propia. La originalidad del filme, pues, radica en su denominación de origen, porque su esqueleto argumental podría ser el de un western de corte liberal como «Llegaron a Cordura», de Robert Rossen. Thornton le busca las raíces a su propuesta –esa proyección al aire libre de «La verdadera historia de la banda de Kelly», suerte de «Asalto y robo al tren» en el desierto australiano– evitando cualquier asomo de primitivismo en su puesta en escena. El resultado es una película elegante pero un tanto fría en su ejecución, como si Thornton pensara que puede vendernos un western disfuncional con el simple ropaje de lo «arty».