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Una orquesta de verdad

Orquesta Sinfónica de RTVE.. Obras de Beethoven, Mariné y Grieg. Director: Guillermo García Calvo. Teatro Monumental, Madrid. 12-IV-2013.
La Razón
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  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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La orquesta atraviesa una difícil situación ante la peregrina intención, hasta el momento no ratificada, de convertirla en un conjunto de temporada, con músicos contratados de estación en estación. El concierto que se comenta es un buen argumento para que tal operación no se lleve a cabo. Mariné, pianista, compositor y profesor del Conservatorio de Madrid, es un músico muy sólido y minucioso, responsable, trabajador y modesto. Su «Sinfonía nº 1, op. 72», encargo de la AEOS y de la Fundación Autor, es una página de muy rica temática, variada, con poderosas y expresivas alternancias dinámicas y tímbricas. No es una composición cohesionada que siga una línea unívoca, sino una suma de felices momentos, un pequeño mapamundi de 20 minutos ligado por unas muy bien pensadas transiciones y por un lenguaje muy libre de signo atonal.
Agitados claroscuros
Se suceden episodios en los que disfrutamos de ácidos comentarios del piano, grandiosas frases de los metales, secciones estáticas con protagonismo de las placas, agitados claroscuros. Un solo de chelo en su tesitura más aguda es una luz inesperada. Hay lejanas evocaciones bartokianas y paisajes de singular signo expresionista. Tras el regreso del chelo, escuchamos al piano, un motivo de las violas, una intervención de flau- ta y flautín y, para concluir, un toque fino de xilófono. La composición, muy aplaudida, fue bien dirigida por García Calvo, que ha venido realizando una magnífica carrera en Austria y Alemania. Su claro gesto recuerda al de Gómez Martínez.
La «Primera Sinfonía» de Beethoven nos pareció en exceso musculada, en un continuo forte, ya desde el principio, y con frecuencia borrosa de ejecución. No hubo nada especialmente personal. A mayor nivel, las dos suites de «Peer Gynt» de Grieg, expuestas con sentido de los claroscuros, del canto y de los contrastes dramáticos. Hubo instantes de rara plenitud, como en la «Danza de Anitra». La «Canción de Solveig», que cierra la segunda suite, tuvo calor e incandescencia. A muy buen nivel a Orquesta.

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