Crítica

Una «Traviata» joven y actual

Escena final de la ópera, con la muerte de Violetta
Escena final de la ópera, con la muerte de Violettalarazon

Voces: E. Bakanova, R. Barbera, Q. Kelsey, L. Vila, M. Ubieta... Coro Intermezzo. Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceo. D. musical: R. Frizza. D. escénica: P. Azorín. Gran Teatre del Liceu. Barcelona

La nueva coproducción del Festival de Peralada con la Ópera de Oviedo, con dirección de escena de Paco Azorín y musical de Riccardo Frizza, modernizó la obra con un gran sentido del espectáculo pero sin salirse del libreto original, contando, además, con un destacado reparto joven. La propuesta juega con un suelo de parquet y varias mesas de billar en la casa de Violetta Valéry que en otras escenas se mantienen como pared de fondo y por la que se mueven acróbatas suspendidos por cuerdas que recuerdan el pasado de la protagonista. El director de escena obligó a los cantantes y a los miembros del Coro Intermezzo a trabajar intensamente la parte actoral, pero muy especialmente a Ekaterina Bakanova, quien realizó una labor excepcional como la joven descarriada. De registro lírico-ligero, con un espectro agudo de gran eficacia tanto en la afinación como en las agilidades y en los ataques en las notas sobreagudas, la soprano se reveló como una gran artista resultando ser la más aplaudida de una velada con un público poco entusiasta debido a un reparto joven y desconocido. El tenor René Barbera aportó una voz luminosa y homogénea, de agudos excelentes, pero a quien le faltó algo de emotividad y más legancia a nivel actoral para obtener el triunfo que merecía y que los espectadores no acabaron de valorar ofreciéndole unos aplausos más bien corteses, mientras que el Giorgio Germont del barítono Quinn Kelsey decepcionó por lo rudo de su caracterización y por un instrumento tosco y estentóreo. Del resto del reparto destacar el canto elegante del barítono Carlos Daza como el barón Douphol, el doctor del experimentado StefanoPalatchi y la cuidada Annina de Marta Ubieta. Frizza dirigió la partitura y siguiendo siempre a los cantantes, sacando partido de la capacidad del coro y de una concentrada Orquesta Sinfónica.