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Vasili Grossman: el horror de la Unión Soviética en primera persona

Vasili Grossman: el horror de la Unión Soviética en primera persona
Vasili Grossman: el horror de la Unión Soviética en primera personalarazon

El autor de este libro deja claro en su introducción que su propósito es ofrecer un retrato de Vasili Grossman «desde adentro». Esta referencia a la intimidad se entiende al aclararnos desde un principio quién es el autor y cuál fue su relación con uno de los más grandes escritores del siglo XX. Grossman adoptó a Fedor Guber (1931) y a su hermano cuando su padre fue ejecutado y el destino de los niños era el orfanato. Eran hijos de Olga Guber, la segunda esposa de Grossman, y le quisieron como al padre atento y cariñoso que fue con ellos. Los recuerdos de Guber son la base de estas páginas que reproducen cartas, documentos y notas desde 1927, cuando Grossman tenía veintidós años y escribía a su padre sobre las novedades de los estudios, hasta los dos últimos tiempos de su vida minado por la enfermedad. El valioso material que Guber ha preservado se completa con sus notas personales que aportan luz sobre la vida cotidiana de la familia y los amigos y amplían detalles de la vida en el frente conocidos a su vuelta ya que muchas cartas se perdían. El resultado es un recorrido realmente estremecedor, un adjetivo que se ajusta igual de bien a la vida de Grossman que a los tiempos en que les tocó vivir a él y a muchos otros seres humanos.

El «Guerra y paz» del siglo XX

Cuando el ejército alemán invadió la Unión Soviética en junio de 1941, Grossman, que era de origen judío, se alistó con entusiasmo como periodista para luchar contra un enemigo que quería acabar con su país y que además estaba aniquilando a los judíos de toda Europa. Hay tres aspectos fundamentales que vertebran este libro y uno de ellos es precisamente el exterminio de los judíos polacos, del que se aportan datos y cifras espeluznantes que consiguen estremecer al lector. Otro es el funcionamiento de la incansable maquinaria estalinista, que no era capaz de descansar ni aun teniendo al enemigo en casa y seguía fusilando o enviando sin titubeos al Gulag a quien deseaba. Muchas veces estas personas eran esposas que no habían denunciado que sus maridos, ya asesinados, tenían ideas contrarrevolucionarias. Y, por fin, el tercer aspecto es la información detallada de la defensa de Stalingrado. Su participación le valió una prestigiosa condecoración y, lo que es más importante, allí gestó su monumental «Vida y destino», considerada como la «Guerra y paz» del siglo XX. Aunque después de leer este libro, sorteando el horror y la desdicha en cada página, esta lectora vuelve a preguntarse, ¿pero cuándo hubo paz para los soviéticos?