Velintonia, Aleixandre y un "¡Viva la muerte!" (del patrimonio histórico)

Esta misma semana, Inglaterra entera se levantaba con una noticia que explica en parábola nuestro siglo: Drayton House, un casoplón de más de 700 años de historia pegadito a Oxford, estaba siendo sitiado por una horda de curiosos e «influencers» que querían verla en persona, tras ser retratada imponente en la lasciva «Saltburn», película de Emerald Fennell para Amazon Prime Video. Lo de que en el filme los chavales pijos se den besos menstruales, se intenten trajinar al suelo fúnebre y beban semen de bañera ha podido tener algo que ver. Quizá. Pero Charles Stopford Sackville, administrador del fundo y sanguijuela profesional rentista, le explicó al «Daily Mail» que habían tenido que mejorar las medidas de seguridad y que se sentía «invadido», tras firmar un acuerdo con la productora para no revelar la ubicación del edificio, que se acabó filtrando en Instagram.

Convertida en atracción turística, pese a alojar en su día a lores y mandatarios históricos de la pérfida Albión, la anécdota de Drayton House se da en la misma semana en la que se anuncia el inicio de rodaje de «Velintonia 3», nuevo documental de Javier Vila que versará sobre la totémica figura de Vicente Aleixandre. Por supuesto, y tomando el nombre de su histórica residencia en Madrid, la película promete narrar en verso el legado del poeta, apoyándose en las figuras de Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero o Antonio Colinas, todos amigos en vida del escritor y que prestarán aquí su testimonio.

Un agravio histórico contra Aleixandre

Como no podía ser de otra manera, «Velintonia 3» servirá, también, como denuncia a uno de los agravios históricos más dolosos de nuestra era: el absoluto estado de abandono de la casa de Aleixandre y su reciente salida a subasta, sin que de momento hayan trascendido intenciones estatales o autonómicas de hacerse con la residencia. Uno, que a veces peca de ignorante y otras de insidioso, se pregunta entonces si hace falta rodar la última temporada de «Élite» en Velintonia para despertar el interés político, comprobado ya que preservar un lugar en el que se reunieron Federico García Lorca, Miguel Hernández, Dámaso Alonso o Pablo Neruda no interesa. Y uno, que tiene por manía mirar hacia el pupitre de al lado, se pregunta también por qué hemos tardado tantas décadas en apuntalar la conservación de un patrimonio que otros países ni han dudado en resguardar. La casa de Isla Negra, de ese Neruda siempre al riesgo de la cancelación, fue declarada monumento nacional por los chilenos cuando su democracia recién empezó a andar, allá por 1990.

Haciendo suyo el ¡Viva la muerte! (del patrimonio), nuestros políticos nacionales y autonómicos se siguen pasando la pelota de unos a otros, dejando la responsabilidad, en este caso concreto, en un documental que promete darle a Aleixandre la importancia que su propio país le niega. Todavía queda tiempo para ver «Velintonia 3», que pasará por el inminente Festival de Málaga siguiendo con su proceso de financiación y distribución, pero si el documental de Vila sirve para despertar conciencia y para hacer de todos lo que no debería ser de nadie en propiedad, bien habrá valido más la pena que un botín entero de Premios Goya.