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Costa Brava, un paisaje embriagado por Dalí

Las rocas y el agua son sus protagonistas. El efecto de la tramontana sobre la Costa Brava ha creado un paisaje único en el que perderse lejos de la ciudad. Recorrer las calles laberínticas de Cadaqués, conocer el barrio judío de Gerona y disfrutar de la tranquilidad de sus costas son tres cosas que el viajero no puede dejar de hacer en esta zona
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Situada entre el mar y la montaña nos encontramos con la provincia de Gerona. Un territorio que esconde enclaves insospechados rodeados del exotismo de los Pirineos y la armonía del mar Mediterráneo. Figueras es nuestro primer contacto con la zona. Nos recibe una especie de castillo, donde las torres han sido sustituidas por huevos gigantes y las paredes están recubiertas de trozos de pan: es el conocido Teatro Museo Dalí. «Quiero que mi museo sea como un bloque único, un laberinto, un gran objeto surrealista. La gente que venga a verlo saldrá con la sensación de haber tenido un sueño teatral», dijo Salvador Dalí cuando lo creó.
Y es que no es un museo cualquiera; desde que llegamos a la plaza donde se encuentra la entrada empieza el espectáculo. En él se encuentra la mayor colección de obras que describen la trayectoria artística del pintor. Dalí estuvo muy vinculado a esta zona, de ahí que cada rincón y cada uno de sus vecinos retengan en su memoria un recuerdo del artista.
Siguiendo los pasos del pintor, y tras atravesar mil y una montañas, se abre ante nosotros el pueblo de Cadaqués. Rodeada de una extraordinario paisaje y poseedora de alguna de las calas más hermosas y tranquilas de la Costa Brava, la villa constituye un dinámico polo artístico gracias a los pintores que se instalaron allí, siguiendo la estela de Salvador Dalí. Su fascinante atractivo ha situado a Cadaqués en el punto de mira de constructores chinos, que han edificado una réplica exacta de la localidad en el país asiático.
Merece la pena perderse por las calles laberínticas del casco histórico, las mismas que el pirata turco Barbarroja recorrió en su asalto al pueblo en el año 1543. En el punto más alto del casco antiguo se alza la iglesia de Santa María de Cadaqués.
El templo, en su mayor parte de estilo gótico tardío, fue iniciado a mediados del siglo XVI, y destruido por Barbarroja. Tras estos hechos se decidió que el nuevo templo se reconstruiría con el dinero de los pescadores que salían a la mar los días prohibidos. En su interior, un espléndido retablo barroco de 23 metros de altura dedicado a la Virgen de la Esperanza, uno de los pocos que quedaron tras la destrucción de la Guerra Civil.
Además de Cadaqués, la Comarca del Ampurdán esconde pueblos costeros lejos del turismo de masas. Llanfranc es una localidad asomada sobre una costa rocosa, desde la que se puede acceder a pie a varias playas como la de Calella de Parafrugell, y en las que descansar lejos del estrés de la ciudad.

Un paisaje singular

Entre la tierra y el mar, el Cabo de Creus es un espacio de gran belleza, dotado de una configuración geológica singular, con estructuras y afloramientos que forman un conjunto único en el mundo.
El efecto de la tramontana en esta zona ha hecho que aparezcan formas de erosión caprichosa y ha transformado el paisaje de una forma única y especial. Dominando el mar y convirtiéndose en un magnífico mirador sobre la costa y el Cabo de Creus, se levanta el Monasterio de Sant Pere de Rodes.
Este enclave que data de 878 estuvo habitado por monjes hasta 1789, cuando se vieron obligados a abandonarlo, tras los continuos ataques y saqueos sufridos por parte de las tropas francesas y los bandoleros.

Esplendor judío

Cuna de la cultura, Gerona tuvo uno de los momentos álgidos de su historia en la época medieval, coincidiendo con el punto de máximo esplendor de la comunidad judía, que vivió en la ciudad entre los siglos IX y XV.
Durante los más de seiscientos años que vivieron en Gerona, los judíos estuvieron perfectamente integrados en la sociedad y en la estructura económica de Gerona. Al principio, los judíos residían en la parte alta de la ciudad, en torno a la catedral. Pero durante los últimos tiempos de su estancia en la metrópoli fueron atacados en diversas ocasiones, siendo la más grave la que tuvo lugar en la Noche de San Lorenzo en 1391, cuando las autoridades con la excusa de protegerlos, los encerraron en la Torre Gironella por 17 semanas, periodo durante el cual sus casas fueron totalmente saqueadas. Gracias a su estructura intrincada, a sus calles estrechas y al predominio de la piedra, el barrio nunca llegó a ser destruido; al contrario, se convirtió en una manzana más de la ciudad.
Dando un paseo por la zona nos dejamos atrapar por la magia del casco antiguo hasta que nos topamos con la catedral. Su nave, la más ancha de la arquitectura gótica mundial, fue durante mucho tiempo objeto de una sonada polémica entre el arzobispado y los arquitectos que la diseñaron. En el interior se custodian piezas de gran valor y en el museo capitular se expone el conocido Tapiz de la Creación. Pero si por algo es conocida Gerona es por las casas y los puentes sobre el río Onyar.
Las viviendas del río fueron construidas al final de la Edad Media adosadas a las murallas. Entre los diversos puentes destacan el de Piedra y el de Hierro, este último diseñado por el equipo de Gustave Eiffel.
Encima de una colina en el corazón del Alto Ampurdán se encuentra la localidad de Peralada. Su carácter histórico se aprecia a cada paso. Sus calles estrechas, los museos, el claustro de Sant Doménec y el impresionante castillo con sus jardines le dan un aire único y exclusivo.
Hacia el este de la Comarca de la Garrotxa, está Besalú, una fortaleza entre los ríos Fluvià y el Capellades. Su majestuoso puente románico nos da la bienvenida. A medida que avanzamos nos adentramos en esta villa medieval que fue, durante años, sede de un importante condado independiente.
Cuenta con un conjunto histórico-artístico medieval considerado uno de los más bien conservados de Cataluña. El Miqvé o casa de baños rituales de Besalú es el único recinto de baños judíos descubierto hasta ahora en la Península Ibérica.

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