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Fin del mundo en la cuna de los mayas

La Cuenta Larga, el calendario más complejo y preciso elaborado por la inquietante cultura maya, llega a su fin en apenas cinco días para acabar con el mundo tal y como lo conocemos. Antes de que eso ocurra, ¿por qué no colarse en las raíces de esta civilización?
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Comienza la cuenta atrás. Tan sólo quedan cinco días para ser testigos de un acontecimiento tan inquietante como enigmático: el final del «Oxlajuj Bak'tun», el último suspiro del famoso calendario maya. Conocer Guatemala es meterse de lleno en pleno corazón del mundo maya y descubrir los escenarios donde nació y se desarrolló esta sorprendente cultura milenaria.
Antes de nada, conviene decir que es muy injusto hablar de un único calendario cuando, en realidad, el pueblo maya manejaba, que sepamos, al menos 20 diferentes, aunque ninguno tan complejo y preciso como esta Cuenta Larga, que era el utilizado para registrar hechos históricos importantes. Realmente, era un pueblo obsesionado con la observación del cielo, el movimiento del Sol, la Luna, los planetas y la medición del tiempo. Gracias a esa obsesión fueron capaces de concebir el mejor calendario del mundo –mucho más exacto que los posteriores gregoriano y juliano–, calculando el año solar hasta con seis decimales... ¡Diferenciándose de los datos de la NASA en tan sólo un microsegundo!
La base de este fabuloso calendario es el 20, la suma de los dedos de manos y pies: K'in (1 día), Winal (20 K'in o 1 mes), Tun (18 Winal+5 K'in= 365 Kin o 1 año), K'atun (20 Tun o 7.300 K'in) y Bak'tun (20 K'atun o 400 años). Por lo tanto, estamos a las puertas de una fecha mítica, el 13.0.0.0.0, o dicho en términos mayas: 0 K'in, 0 Winal, 0 Tun, 0 K'atun, 13 Bak'tun, el final de la cuenta atrás, el instante en el que finalizarán los cinco ciclos de Cuentas Largas (65 Bak'tun) que conforman un Ciclo Maya completo –26.000 años en total– que concluye el 21 de diciembre de 2012, coincidiendo con un solsticio de invierno muy especial, ya que se producirá una rarísima alineación astronómica que solo se repite cada 26.000 años (¿casualidad?) y que llevará al Sol –propiciado por el movimiento precesional– a situarse entre el mismo centro y el ecuador de nuestra galaxia. Para los mayas, esto será como la última campanada de nuestra Nochevieja, salvo que, en este caso, el nuevo año es, ni más ni menos, el comienzo de un nuevo ciclo galáctico de 26.000 años solares.

Una nueva era

Son muchos los que piensan que los vaticinios de los mayas no son otra cosa que el anuncio del fin del mundo. Pero hay otra teoría, mucho más optimista, que nos habla del comienzo de una nueva era de luz y armonía. Si el solsticio de invierno nos trae la noche más larga del año y, posteriormente, el paulatino aumento de las horas de luz en los días, ¿por qué no creer que el fin de este Ciclo Maya no traerá consigo el comienzo de una nueva era que debe ser vista como una oportunidad de renovación, que lleve al ser humano a un estado más armonioso con la naturaleza?
Guatemala, junto con el sur de México y otras pequeñas zonas de Honduras y El Salvador, ha sido la cuna de los mayas, los hombres del maíz. El Parque Nacional de Tikal, situado en el departamento de Petén, al norte, constituye el verdadero corazón de esta enigmática cultura milenaria. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979, Tikal alberga los restos de la ciudad más grande de la historia maya. El recinto estuvo habitado desde el 800 a.C. hasta que fue abandonado misteriosamente en el 900 d.C., y ha permanecido oculto entre la selva hasta principios del siglo XX. Por ahora sólo se han podido limpiar 16 de los 60 kilómetros cuadrados de su superficie, suficientes para poder contemplar casi 3.000 estructuras entre tumbas, estelas y templos entre los que destacan el conjunto monumental de la Gran Plaza, con los templos, del Gran Jaguar (45 metros de alto) y el de las Máscaras (38 metros).
Situado a unos 140 kilómetros al oeste de la capital y a más de 1.500 metros de altitud, rodeado de enormes volcanes, encontramos el Lago Atitlán, para muchos el más bello del mundo, donde se pueden contemplar amaneceres y atardeceres imposibles de olvidar. Desde Panajachel, la población más importante a orillas del lago, podemos alquilar una embarcación para navegar por estas aguas y visitar cualquiera de las once comunidades vecinas, escaparates de la vida de los mayas en la actualidad. Pero si de verdad queremos descubrir cómo viven hoy los mayas debemos desplazarnos unos 40 kilómetros desde Atitlán hasta llegar a Chichicastenango. Ésta es, sin duda, la más importante de las comunidades mayas del país. Todos los jueves y domingos, los indígenas de la región acuden para formar un gran mercado al aire libre en los alrededores de la iglesia de Santo Tomás, el más colorido y grande de Iberoamérica. ¿Que mejor recuerdo para llevarse a casa del último viaje de nuestra era?

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