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Víctor Ullate: «España es una fusión de estilos no muy buena»

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lásico, neoclásico, contemporáneo, flamenco, homenajes a sus maestros... Todo cabe en el corazón y en la sala de ensayos de Víctor Ullate. Su ballet estrena «Bolero», una nueva pieza con algo de los alegres años 20 y un «homenaje que me fue dado a mí mismo», dice entre francas risas. Lo podremos ver en los Teatros del Canal hasta el 3 de noviembre, en un programa conjunto con «Tres», «Après toi» y «Seguiriya».
-Rastros flamencos, recuerdos a Maurice Béjart... ¿La danza tiene siempre algo de homenaje a quienes vinieron antes ?
-Un homenaje es «Après toi», porque está concebida en un momento muy crítico, cuando falleció mi maestro y, estando de cuerpo presente, pusieron el segundo movimiento de la «Séptima» sinfonía de Beethoven. Me acongojó, me estremeció y pensé: «Un día te haré algo». Y llegó ese día. Tiene una carga emocional fuerte. Con «Bolero»me lo he pasado muy bien, la creación con los bailarines y todo el equipo ha sido genial, una delicia. Y la música te envuelve de tal manera que dan ganas de bailar bolero. La acogida del público en Barcelona ha sido impresionante. También fue muy bonito celebrar los 25 años del ballet en Zaragoza, mi ciudad. El programa empieza con «Seguiriya», creada hace 12 años, que la hemos sacado del baúl de los recuerdos y que no se vio mucho.
-Póngase flamenco: ¿su ballet es ya uno de los grandes?
-No soy la persona más apropiada para afirmarlo... pero eso dicen. Los piropos sobre cómo está la compañía son continuos.
-¿Su ballet puede ser Marca España?
-La compañía tiene un sello muy especial, sobre todo con obras como «Bolero» o «Seguiriya» es algo muy nuestro. En «Bolero» he metido hasta taconeo y toques de braceo.
-¿Y la danza puede serlo en general?
-Ya lo está siendo: cuando la compañía viaja lleva siempre a la Comunidad de Madrid por delante. Para la región y para España es muy importante que una compañía tenga este nivelazo.
-Un maño adoptado por Madrid que se expresa en un lenguaje sin fronteras, ¿cómo ve lo de las independencias?
-Pues mal, qué quieres que te diga. Si se dan favoritismos a unos también los otros los tienen que tener. Es normal que haya este revuelo, porque todo el mundo quiere lo mejor para sus autonomías. Pero si empezamos así, vamos a terminar con España hecha pedazos.
-¿A nuestros políticos se les dan mejor los solos o los pasos a dos?
-Ninguna de las dos. No se les da nada: están que no están. Dependemos de ellos, desgraciadamente. Pero a veces no entiendo muchas cosas: por qué una subida del IVA, por qué en este país no hay interés por nada, sólo por el fútbol...
-Ahora se habla en distintos campos de la fuga de talentos. La danza española sabe lo que es eso desde mucho antes de la crisis. ¿Alguna receta para recuperarlos o para evitar que se vayan más?
-Que el Real o el Liceo, o tantos otros teatros de ópera, tuvieran un buen cuerpo de baile o un ballet sería muy importante para que los bailarines no emigraran. Y que la danza estuviera en los colegios como una asignatura más, como pudieran ser las Matemáticas. Si a ti de pequeño te inculcan amor a la cultura artística, el día de mañana vas a tener esa necesidad... Si no has mamado eso de pequeño, imposible que de mayor puedas tener cualquier tipo de interés hacia el arte. Y el arte es necesario para vivir, porque te ilusiona, te hace sentir, te motiva...
-¿España es clásica, neoclásica o contemporánea?
-Sería una cosa... ni fú ni fá. Ni clásico ni contemporánea. Sería una fusión... en estos momentos no muy buena (risas). Pero tengamos fe, esperanza. Espero que cambien las cosas y que podamos, sobre todo de cara al exterior, ser un país con convicción, admirado, como ha ocurrido en un momento determinado. España tiene muy buenos artistas, aquí hay mucho arte, muchas veces se hacen cosas sin medios. La gente trabaja, le da al coco, tiene iniciativa e ideas. Y la ilusión no nos falta: somos un país que siempre está esperando a que llegue lo bueno. No somos derrotistas. Siempre estamos alegres, positivos.
-Una rodilla machacada le retiró hace años de la danza. ¿Lo agradece hoy, vista su trayectoria, o aún la echa de menos?
-Yo no me lamento. Es verdad que pasé parte de mi tiempo de bailarín en los hospitales. Pero cuando bailé me entregué al 200% y era muy consciente de lo que hacía y lo que tenía, de las posibilidades que me había dado la vida. Fui muy feliz bailando. Cuando decidí dejar de bailar, me dediqué a la enseñanza y lo hice en cuerpo y alma. Me dije: depende de cómo enseñe, así van a bailar. Estaba muy preocupado en crear una escuela, en que mis alumnos se conociesen en el mundo entero por su buena forma de hacer. A sus cuatro años de existencia, formé la compañía y me dediqué también a coreografiar. Poco a poco te das cuenta de lo que te gusta y lo que debes hacer, y vas cogiendo tu personalidad, tu propio lenguaje coreográfico. Conforme pasa el tiempo, más centrado estás y más seguridad adquieres.
-De niño, muy pequeño, ya iba bailando a todas partes. ¿Ahora tiene ya claro lo que quiere ser cuando sea mayor?
-¡No, porque todavía me faltan muchos años! Ya me lo pensaré. Coreógrafo desde luego. Aunque también me encantaría ser pintor. Me fascina la pintura. Lamento que mi padre no me llevase a pintura. Me dijo: «Tienes que elegir entre la pintura y la danza, hijo, porque las dos cosas no puedo». Y tiré por la danza. Pero en mis ratos libres se me pasan las horas pintando... Es algo que llevo dentro.
-Hoy muchos quieren triunfar en programas de la noche a la mañana. ¿La fama no cuesta?
-Los programas mediáticos hacen famoso a un «nadie» en dos días. Pero lo mismo que te suben te bajan. Si no tienes una consistencia de base, malamente podrá continuar. Aunque si has nacido para ello y has tenido una buena formación, eso difícilmente se pierde.