Ensayo

¿Volvió Aristóteles a su ciudad natal?

La figura del sabio universal, cuyas ideas sientan cátedra dos milenios después de haber sido difundidas, renace con el descubrimiento de la que sería su tumba en Estagira.

Éste es, según Costas Sismanidis, el mausoleo que los conciudadanos de Aristóteles le dedicaron en agradecimiento a sus obras
Éste es, según Costas Sismanidis, el mausoleo que los conciudadanos de Aristóteles le dedicaron en agradecimiento a sus obraslarazon

La figura del sabio universal, cuyas ideas sientan cátedra dos milenios después de haber sido difundidas, renace con el descubrimiento de la que sería su tumba en Estagira.

Testigo de excepción de un mundo en profunda transformación, el del final de las «poleis» clásicas y el ascenso del reino de Macedonia a la categoría de potencia hegemónica de toda Grecia, el filósofo Aristóteles nació en Estagira, en la península de Calcídica, en torno a 384 a.C. y murió en 322 a.C. en la isla de Eubea. Desde joven estuvo vinculado a la familia real macedonia, pues su padre, el médico Nicómaco, y luego él mismo prestaron sus servicios en la corte. Es fama que fue nombrado por Filipo II preceptor de su hijo, Alejandro Magno: Aristóteles, que residió en Atenas durante sus campañas, tuvo que marcharse a la muerte de aquel para evitar represalias. Inicialmente Aristóteles fue un platónico convencido, como muestran sus primeras obras en forma de diálogo, aunque luego se fue separando de su maestro. En la escuela llamada peripatética, que fundó como círculo filosófico en el Liceo, en Atenas, se dedicó a la investigación sobre las más diversas disciplinas.

Realidad sensible

El conflicto con sus ideas anteriores marca, a grandes rasgos, el carácter de Aristóteles y el desarrollo de su filosofía. Todo su pensamiento se origina al dejar de lado las ideas platónicas y reaccionar de una manera más fiel a la realidad sensible. El gran proyecto de toda la filosofía griega posterior, como se ve en el neoplatonismo, consistió en armonizar las ideas de Platón y Aristóteles, en principio proverbialmente contrapuestas, como se ve en el celebérrimo cuadro «La escuela de Atenas», de Rafael. Según la visión tradicional que recoge este lienzo, frente a las abstracciones de Platón la filosofía aristotélica destaca en general por un realismo sistematizador, una radicalidad de pretensión globalizadora, un esquematismo didáctico, un planteamiento de los problemas teóricos fundamentales y unos intentos de reformulación crítica y resolución. Hoy sabemos que Aristóteles es mucho más: el sabio global que dominó todo el árbol de las ciencias, que clasificó y describió como nadie antes de su tiempo, llegando también a la especulación religiosa y a la filosofía del lenguaje. Muchos de sus textos son de complicada transmisión, y, para parte de la tradición exegética, podrían estar acrecidos por aportaciones de su escuela. Aun así, persiste su personalidad propia e inconfundible, su aliento filosófico y su intento de presentar una hermenéutica general del universo que constituye una de las empresas intelectuales más ambiciosas de la historia del pensamiento.

Su método científico pretende, como otros filósofos griegos anteriores, buscar lo universal que subyace tras el mundo variable, pero a diferencia de ellos se centra y lo encuentra las cosas particulares. La lógica es considerada, en este iter investigador, una herramienta preliminar y necesaria para el estudio de la filosofía: luego se aborda la metafísica y la física y, en tercer lugar, la filosofía práctica en un camino metódico y de implacable hilazón deductiva. En general, su sistema filosófico destaca por una absoluta coherencia. A la hora de responder a la pregunta por el ser, Aristóteles parte de la observación de los fenómenos naturales, de sus procesos y de sus causas y resultados, y a partir de todo ello elabora un sistema completo que incluye física, metafísica, lógica, política y ética, además de otras disciplinas como la retórica o la poética, susceptibles de un tipo de acercamiento no estrictamente científico pero sí afín a la ciencia.

El universo de las cosas

Dos notas principales caracterizan su pensamiento: primero, la idea de finalidad (telos) que inspira toda su concepción de la realidad y, en segundo lugar, la noción de que ésta reside en la forma, y no tanto en la materia. Frente a su maestro Platón, que sostenía la existencia de un mundo ideal en el que estaban las formas universales y modelos de las cosas particulares, Aristóteles localiza los universales dentro de cada cosa en concreto en la que subsisten. Con ello intenta resolver la cuestión del ser, que venía ocupando al pensamiento griego desde sus orígenes. También soluciona el problema del movimiento y el cambio mediante el proceso que hay entre la potencialidad y la actualidad y a través de una sutil argumentación causal. Pero la aportación del aristotelismo trasciende la filosofía stricto sensu, como la entendemos hoy: su física analizaba la composición y generación del universo; su obra biológica y ambiental abunda en apasionantes observaciones empíricas aplicadas a los diversos seres vivos y fenómenos naturales; su teoría del alma y de las emociones ha sido enormemente influyente, por no hablar de sus varios tratados de ética, de preceptiva literaria, poética o retórica. Su pensamiento político se centra en explorar la finalidad de la vida del hombre en su vida en sociedad, con un estudio comparado de los diversos regímenes y propuestas de reforma. La herencia de Aristóteles es inabarcable: su fama trasciende el mundo antiguo y fue modelo de filósofos en todo el Oriente Medio (el islam tradujo y adaptó su pensamiento) y en el Medievo europeo hasta su redescubrimiento humanista. Le debemos el origen de la racionalidad occidental y el pensamiento científico y aportaciones seminales en las más diversas disciplinas. Fue el primer sabio universal.