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«Yo soy oscuro como Poe»; por Diana Zaforteza

La edición de «Poetry» en España
larazon

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Lou Reed era para mí mucho más que sus canciones, una leyenda que traspasaba las fiestas a las que asistía, donde pinchaban sin cesar «Femme Fatal» o «Heroin»; más tarde, descubrí su canción «Pale Blue Eyes», cuya letra me descubrió al poeta. Por eso, cuando vi que su libro inspirado en Poe, «The Raven» permanecía inédito en España, no dudé en publicar esta joya. Su agente literario, el temido Andrew Wylie, fue el que puso en mis manos el libro después de departir largo rato sobre los tiempos en los que frecuentaba Studio 54 junto a Lou Reed y Andy Warhol. «Yo me dedicaba a divertirme y a poner orden en medio de tanto talento, por eso ahora Lou Reed, además de ser mi amigo, confía en mí. Cuando le diga que lo vas a editar tú en España pensará que he escogido una buena opción. Es un libro que necesita muchos cuidados».
El libro debía ceñirse a los parámetros escogidos por Reed, pero como en mi editorial somos de carácter osado, propusimos algunos cambios: en ese intercambio de e-mails, tuve el primer contacto con él. En la bandeja de entrada encontré un correo que decía: «No quiero hacer cambios, no me gustan los cambios, pero hablad con Lorenzo». Le contesté y acto seguido me puse en contacto con Lorenzo Mattotti (el ilustrador). La empatía fue inmediata. Conocí a Lou Reed durante una exposición de su álbum de fotos «Romanticism» en el Museu Baluard, en Palma de Mallorca. Lo primero que pensé es que era un milagro que mantuviera su vitalidad creativa. Su mirada quiso escrutar una a una sus fotografías antes de ser presentadas al público y antes de la inauguración parecía absorbido por una enorme inseguridad; tanta, que no dejó que la Prensa lo fotografiara; tanta, que quiso sentarse en una sala aparte, porque no quería cruzarse con los admiradores de su obra. Su trabajo ya estaba hecho, él no quería decir nada. Su obra hablaba por sí misma, no necesitaba palabras. Fue en esa sala donde lo conocí, sentado en una silla mientras bebía una Coca-Cola. Me presenté y le dije que era su editora española. «Muy bien –contestó–. Podrás llevarme a la Fundación Miró. Miró es fantástico». Entonces me pareció flaco y moderno, pues pasados los sesenta, iba vestido con camiseta blanca, chupa de cuero y zapatillas Nike.
Su leyenda seguía al rojo vivo. La Prensa estaba desesperada por su silencio y él seguía escondido a bajo una gorra negra. «Vamos a ver la película», dijo. Ahí lo tenía, hace unas horas hablaba el Reed fotógrafo y ahora el Reed cineasta; al día siguiente sería el Reed músico. Abrumador. El Lou Reed que tenía delante mantenía una frescura adolescente que lo empujaba a embarcarse en aventuras diversas. «¿Sabes, Diana? Yo soy oscuro como Poe» –me confesó más tarde–. Los versos de Poe son luminosos y oscuros, son música pura, ritmo. Con el libro he querido homenajear al que es para mí el mejor escritor del mundo». La génesis de «The Raven» está en «PoeTry», el espectáculo que ideó en 1996 con Robert Wilson. Lo compuso como una ópera contemporánea y, tras su estreno en Hamburgo, llamó a sus músicos para grabar un doble CD con el nombre de «The Raven». Me di cuenta de que Lou Reed era en un gran tímido que escondía su fragilidad. «Laurie Anderson –insistía– es luminosa y bondadosa, yo no. Yo nací en Brooklyn». Y me habló de Warhol, de la Factory, pero sobre todo de sus proyectos de seguir reinventando la música, de no dejarse sobornar por la inercia del tiempo.