ZAZ, el colibrí que provocó un terremoto
La artista de moda en Francia presentó anoche en la Mar de Músicas «París», un disco de amor a esa ciudad que llevará a Madgarden y Jazzaldia
La artista de moda en Francia presentó anoche en la Mar de Músicas «París», un disco de amor a esa ciudad que llevará a Madgarden y Jazzaldia.
Su aparición en Francia fue como un estallido nuclear. Isabelle Gelffroy, de nombre artístico Zaz, publicó en 2010 un álbum homónimo que se convirtió en disco de platino en su país, exactamente igual que «Recto verso», su siguiente trabajo. La fórmula que tanto sedujo al país vecino es un mestizaje a medio camino entre el «swing manouche» y el jazz, algo así como Django Reinhardt mezclado con Ella Fitzgerald, pero, esto es fundamental, con textos llenos de humor e ironía, un «buen rollito» que es, dicen algunos, material escaso más allá de los Pirineos. Ahora ha publicado «Paris», un disco en el que añade un ingrediente a la fórmula, la «chanson» francesa dedicada a la capital y que presentó anoche en La Mar de Músicas de Cartagena, pero que todavía le llevará a Jazzaldia (San Sebastián, mañana), Madgarden (Madrid, 24 de julio) y el Festival de la Guitarra de Barcelona (25).
El carisma de Zaz se hace evidente durante una entrevista que tiene lugar en el patio del Instituto Francés de Madrid y a la que se presenta con una sudadera ancha y unos pantalones de colores. Esta francesa, hija de una profesora de español, caza alguna pregunta al vuelo sin escuchar a la traductora, y apura un té y un par de galletas de chocolate. Algunas de sus canciones más populares defienden la vida sencilla, rechazan los lujos y riquezas, proclaman los pequeños placeres. En el nuevo álbum, le dedica algunas al París que no sale en las guías turísticas. «Siempre supe que iba a ser popular, no sé decir por qué. Pero soñaba con utilizar esa posibilidad para ayudar a la gente y lanzar un mensaje –comenta–. Por eso puse en marcha mi asociación, que se llama ‘‘Colibrí’’ en francés y a la que destino el dinero del ‘‘merchandising’’ de mi imagen. Todo se destina a proyectos sociales», dice sentada sobre sus piernas adaptando su pose a lo que aquí llamaríamos una «perroflauta» de carné. «¿Sabes por qué se llama colibrí? Hay una historia, te la cuento. Una vez un bosque se incendia y todos los animales tratan de apagar el fuego. Y ven cómo un colibrí lleva en pico sólo unas gotas de agua. Le preguntan: ‘‘¿Qué haces?’’. Y él contesta: ‘‘Estoy haciendo mi parte’’. Eso es lo que yo intento», comenta Zaz, que define esa misión como «el sueño de su vida». Y eso que el éxito la puso patas arriba: «He perdido lo más importante, la libertad, pero ha sido una elección y es la oportunidad de hacer algo de provecho», comenta esta artista, que ha pasado toda su vida enrolada en proyectos errantes de jazz. Cuando ha terminado de decir esto, un gorrión se posa junto al plato de galletas que está comiendo. Y se lleva una miga de la mano de la cantante. «No pienses que mi carrera ha sido corta. Llevo diez años trabajando y cantando en la calle y también en un piano-bar de París. De hecho, así fue como entré en contacto con mi propia tradición, porque en mi ADN musical nunca estuvo la ‘‘chanson’’. Pero la descubrí atendiendo a lo que los turistas esperaban que cantase». Zaz ha pasado de cantar en la calle por una propina a trabajar con Charles Aznavour y Quincy Jones. «Nos hemos ido embalando con el proyecto. Se ha ido expandiendo sin control, y lo de las colaboraciones fue algo increíble», explica mientras el gorrión se lleva otra miga. Zaz sonríe.