Crítica de cine
Del exceso al intimismo
Dirección: Baz Luhrmann. Guión: B. Luhrmann y Craig Pearce, según la novela de S. Fitzgerald. Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Carey Mulligan, Tobey Maguire. EE UU-Australia, 2013. Duración: 142 min. Drama.
«No puedes repetir el pasado», le advierte Nick Carraway a Jay Gatsby en el último tercio de «El gran Gatsby». Y parece que ese Pepito Grillo, observador privilegiado del declive de un Xanadú convertido en sempiterno «after hours», habla con el mismo Baz Luhrmann, alter ego de Gatsby que mira hacia atrás sin ira, fascinado por la exuberante opulencia de su «opus magnum», «Moulin Rouge», pero imbuido de la necesidad de hacer algo nuevo, de renovarse o morir, con la adaptación de un clásico del que todo el mundo parece haberse creado una opinión, una imagen preconcebida. La fastuosa mansión de Gatsby es, para Luhrmann, una versión del paraíso perdido miltoniano, y a la vez el séptimo círculo del infierno de Dante para un Don Quijote que representa las tinieblas del sueño americano.
Luhrmann está menos loco de lo que parece, y sabe cuándo anestesiar la tendencia al exceso de su estilo, por otro lado perfecto para alimentar la grandeza lírica de la prosa de Scott Fitzgerald. Es un Minnelli o un Visconti para la generación 2.0, pero no tiene ninguna intención de traicionar la historia que cuenta, que no es otra que la de un amor quimérico. Las similitudes entre la fiesta de los mercados bursátiles de antes de la crisis y la dolce vita corrupta y excesiva de los años veinte están ahí, pero a Luhrmann le gustan más las pasiones arrebatadas, neobarrocas y «kitsch», destinadas a la tragedia. Después de una bella secuencia-bisagra –el reencuentro de Gatsby (magnífico DiCaprio) y su primer amor, Daisy (Carey Mulligan)–, la película se hace más intimista y se dedica a explorar las contradicciones de este fascinante Gatsby, que se reinventó a sí mismo para acceder a su objeto de deseo pensando que un palacio, una fiesta infinita y la fantasía de un poder que derrocha y derrocha eran suficientes para comprar un sueño.
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