Kobe Bryant
“Kobe, vivirás entre todos a los que tocaste”
Los homenajes a Bryant se suceden en cada rincón de Los Ángeles y los feligreses que peregrinan por su santuario ensalzan su figura con la voz quebrada. Han perdido parte de su identidad.
La gente está muy tocada en Los Ángeles. La ciudad se mueve a un ritmo distinto al habitual y quedan pocos rincones que no evidencien el vacío que ha dejado la pérdida de Kobe Bryant. El astro era parte de la identidad de los angelinos y se siente un ineludible sentimiento generalizado de orfandad. Hay llantos, silencios, estados de shock y una hermandad pocas veces percibida en la ciudad de las estrellas.
El área metropolitana cuenta en la actualidad con dos centros neurálgicos. El primero es el lugar donde se produjo la tragedia: Calabasas. Allí, la carretera que sirve de acceso más cercano a la ladera donde se estrelló el helicóptero está cerrada a cal y canto. El Departamento de Policía tiene efectivos en cada rincón y las únicas personas que pueden entrar en el perímetro restringido de alrededor de tres kilómetros cuadrados son los residentes y los periodistas acreditados. Precisamente este lunes, el Shérif del Condado de Los Angeles, Alex Villanueva, afirmó en una conferencia de prensa, que aquellas personas que se atrevan a burlar la delimitación de seguridad serán acusadas de un delito menor. Son pocos los testigos que pueden presenciar unas labores de rescate arduas en las que apenas se han recuperado los restos de tres de las nueve víctimas del accidente.
El segundo punto es el lugar de los recuerdos, el de la memoria, el de la fraternidad. Frente al Staples Center se encuentra la plaza del LA Live donde el número de peregrinos no baja de los mil o 1.500 desde las siete de la mañana hasta pasada la medianoche. Prima el silencio y el rumor moderado porque no hay ganas para mucho más. En ocasiones, se suceden gritos espontáneos en honor a Kobe y a su hija ‘Gigi’, por romper el hielo y por darle de su medicina al ídolo al que alentaron durante dos décadas. A los lados, se extiende un largo santuario de fotografías, ofrendas, flores, globos, velas, cartas. El oro y púrpura nunca deslumbró tanto como ahora.
En el centro de la plaza se erigen dos muros empapelados para dejar mensajes escritos. Las enormes hojas se cambian varias veces al día ante el aluvión de personas que dejan su imprenta.
“Kobe, vivirás en todos los que tocaste”, escribió Shella en castellano. “Estarás siempre en nuestros corazones”, anotó Josh. “Volad alto, rey y princesa”, agregó otro aficionado refiriéndose a su ídolo y su hija de 13 años de edad. Otros, prefirieron expresar con su voz lo que significó Kobe en sus vidas.
“Fue alguien muy importante porque influyó en la gente hispana y dedicó tiempo a la comunidad de Los Ángeles. Fue muy buen padre, también me encanta cómo jugaba. Era una persona que no descansaba, todos los días sentía que tenía que mejorar y que tenía que estar al cien por cien. Kobe fue la razón por la que a mí me gustó el básquetbol y lo voy a extrañar”, afirmó una aficionada de origen mexicano a la que le quebró la voz. “Fue una persona muy grande en este mundo, y por eso todos lamentamos su muerte”.
Al memorial de Kobe acudieron aficionados de diferentes puntos no solo de California, sino de otros estados, como una pareja que condujo 16 horas desde Oregón para rendir su homenaje particular a la figura de la leyenda de los Lakers.
“Me gustó que tenía mucha dedicación al trabajo, amor al deporte. Nos enseñó a a ser humilde y a trabajar duro. Vinimos de Oregón y estuvimos al volante durante 16 horas. Manejamos todo el día para estar aquí, y ahora nos vamos de vuelta. Queríamos rendirle respeto”, destacó este estadounidense de ascendencia mexicana. En total, su homenaje particular a Kobe fue de 32 horas al volante y unas cuatro más embriagándose de un ambiente emotivo.
El nudo en la garganta es un común denominador entre los que comparten sus recuerdos con La Razón. Aunque si hay alguien que paseó sus lágrimas sin poder controlarlas y se nutrió de cada detalle de este santuario, ella fue Terry, quien reconoció que su admiración por Kobe era tal que le puso Bryant a su hijo.
“Escoger el nombre para mi hijo fue la decisión más fácil porque a los dos siempre nos gustaba mucho la figura de Kobe”, expresó.
Y así fueron desfilando los feligreses de este dios del baloncesto, cada uno con sus instantes inolvidables en la memoria, ensalzando los valores que más les llegaron y reconociendo que jamás olvidarán el día en que se enteraron del fallecimiento de su ídolo, de su referencia, de parte de su identidad.
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