NBA

Kobe Bryant

Los Lakers celebran la eternidad de Kobe Bryant

El primer partido de la franquicia californiana después de la muerte del escolta estuvo a la altura de su leyenda

El suspiro de Rob Pelinka, mánager general de Los Angeles Lakers, lo dijo todo momentos antes del tributo a Kobe Bryant. Se había quedado solo durante un instante entre tanto beso y abrazo. Llenó sus pulmones de aire y acto seguido sus mofletes se inflaron durante algunos segundos. Sus ojos estaban visiblemente llorosos. El momento de soledad duró muy poco, ya que alguien le agarró del brazo y no tuvo más remedio que seguir con el trámite de los pésames. Sabía a lo que había venido. El primer partido del conjunto angelino desde la tragedia supuso el primer baño de masas del mejor amigo de Kobe y padrino de Gianna, su hija también fallecida. No había nadie en el estadio que conociera al jugador mejor que él y aquella exhalación anticipó lo que estaba por venir.

En el plano general, la pérdida de la “Mamba Negra” ha propiciado una herida terrible a todos los aficionados al deporte, pero si acercamos el encuadre, podremos percibir los detalles del dolor, los flashes que van saliendo a modo de gestos, de miradas o de recuerdos por parte de cada persona a la que Kobe hizo sentir importante, aunque sólo fuera por un segundo. Como a Zandra, quien lleva alrededor de una década encargándose de agilizar el paso de una de las escaleras que van desde el nivel de pista a la primera sección del Staples. A dos metros de su posición, el 29 de diciembre, Kobe y Gianna presenciaron el último partido de NBA de sus vidas. Un mes después, una camiseta del equipo de la pequeña de 13 años de edad y otra de los Lakers con el nombre de Bryant estaban junto a dos ramos de rosas en ambos asientos. La empleada del estadio recuerda cómo Kobe le guiñó el ojo a modo de saludo. O Pepe, un periodista mexicano que lleva más de 20 años retransmitiendo por radio los partidos de los Lakers. Ese mismo día, el escolta le gritó “¡amigo!” por la espalda, y se saludaron efusivamente. Hoy, el periodista se arrepiente de no haberle pedido una foto de recuerdo. Otro periodista, Mark Medina, no puede creer que él fuera la última persona en entrevistar a Kobe. Fue hace dos semanas para hablar de lo que le deparaba el futuro. Su voz se quiebra al recordarlo.

Las anécdotas y los momentos se suceden uno tras otro en las entrañas del Staples Center. Pasear por la parte exterior del rectángulo de la pista es percibir una procesión de socios del equipo que no son capaces de aguantar la emoción. Por eso la previa al partido entre los Lakers y los Portland Trail Blazers fue inusual y extremadamente cargada de emociones. El jugador del conjunto de Oregón, Carmelo Anthony, era consciente de cómo sería la atmósfera y no viajó con el equipo por motivos personales. Hacía unos días, Kobe le había confirmado que estaría allí para verle jugar.

Este descafeinado ambiente para lo que son los estándares de la NBA dejó también una música sin el volumen de siempre. La luz comienza a ser más tenue para preparar a la audiencia de cara al tributo. Pelinka suspira por segunda vez. Se hizo la oscuridad y miles de teléfonos se iluminaron como estrellas. Un órgano con tintes fúnebres al que Usher puso voz sirvió para erizar el cabello de los alrededor de 20.000 presentes. La canción estuvo acompañada por imágenes con las reacciones de diferentes personalidades del mundo del deporte en el momento en que se enteraron de la noticia. Luego vino el violonchelo de Ben Hong y con él, la voz de la leyenda. La música del violonchelista principal de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles fue el hilo conductor de las palabras que pronunciaba Kobe, rescatadas de entrevistas, de apariciones públicas o de su propio documental. Es como si estuviera allí, con todos nosotros. Habló de sus valores, de su amor por el baloncesto, de su capacidad para superar las adversidades, del trabajo duro, de las recompensas tras el sacrificio. La organización de los Lakers supo cómo honrar a su leyenda y cómo tocar la fibra sensible a los que le adoran. Hubo más: su amor y fidelidad a los Lakers y su contribución para que las mujeres tengan mejores oportunidades. “Es mi misión, tengo cuatro hijas”, señaló. Todas sus virtudes quedaron expuestas en un vídeo que duró casi siete minutos.

Tras los 24.2 segundos de silencio en honor a los dorsales de padre e hija, Boyz II Men cantaron el himno de Estados Unidos a capela. Los jugadores de ambos equipos apenas pudieron contener las lágrimas. Uno de los más afectados fue Anthony Davis. LeBron James no pudo contener la emoción. Fue el siguiente invitado al homenaje y en el centro de la pista plantó su inmensidad para recordar a todas las víctimas del accidente. Acto seguido, se deshizo del papel en el que había escrito su discurso. “Voy a hablar desde el corazón”, afirmó. Y éste comenzó a bombear con mayor intensidad.

“Me tomo la noche como una celebración”, señaló a una muchedumbre entregada. “Es una celebración de los 20 años de sangre, sudor y lágrimas, de determinación al máximo. Hoy celebramos al niño que vino aquí con 18 años de edad, se retiró a los 38 y se convirtió en el mejor padre que que he visto durante las tres últimas temporadas. Hoy es una celebración”, prosiguió un “King James” que concluyó con un “sigue viviendo, amigo”.

Aplausos. Luz. Música a volumen razonable. Presentación de quintetos titulares donde el speaker introdujo a cada jugador de los Lakers de la misma manera: “Proveniente del Instituto Lower Merion, ¡Kobe Bryant!” Comienza el bullicio. Sigue el baloncesto. Continúa la vida.