NBA

NBA

Jaime Alonso, ojeador de jugadores de baloncesto: «Me fijo hasta en el caminar de sus padres»

Con 29 años su criterio, basado en la genética, es respetado por la élite del baloncesto. Este verano podrá vivir su sueño, llevar a un jugador hasta la NBA

Jaime Alonso en Baltimore, durante el acto de inauguración de la presente temporada NCAA
Jaime Alonso en Baltimore, durante el acto de inauguración de la presente temporada NCAAlarazon

Los cazatalentos del baloncesto se dan cita esta semana en la Minicopa Endesa, donde cada año el mundo de la canasta pone sus esperanzas. De allí saldrán muchas de las estrellas del futuro, como ya sucedió con Doncic. Pero Jaime Alonso, asesor de jugadores y ojeador profesional, está dedicado «a descubrir y detectar talento, no a confirmarlo». Esta labor que le lleva por todo el mundo en busca de un diamante con proyección «NBA», tres letras que resumen sus aspiraciones. Natural de Albacete, compaginó la Facultad de Químicas con el baloncesto hasta que un verano entrenando en Serbia le hizo descubrir su propio talento, proyectar las carreras de sus compañeros. Hace diez años creó una web de representación, y para su sorpresa, Nikolosz Tskitishvili, nº5 del Draft NBA de 2002, fue uno de sus primeros clientes. Ahora, junto a Arturo Ortega, socio de la agencia Wasserman en Europa, dedica su vida a esta pasión y es uno de los organizadores del torneo de minibasket de La Roda (Albacete), el más prestigioso de Europa.

–¿Envidia el impacto que tienen los agentes en el fútbol?

– Sí, pero no tanto su forma de actuar. El fútbol cala en todo, desde la sociedad hasta la política, y eso hace que todo sea más interesado.

–¿Es fácil hacer su trabajo mal?

– Mucho. Todos los días estoy tentado a tomar decisiones económicas en lugar de deportivas. La ética marca la diferencia.

–¿Qué es lo que más cuesta en el desarrollo de un talento?

– El seguimiento personal. Trato con menores y a sus familias no solo les planteo un proyecto deportivo, sino también educativo. Estudié Químicas para ser docente y ejercer de tutor legal me ayuda a satisfacer esa vocación.

–¿Cuánta dedicación le exige esta atención?

– Toda. Si en Nochebuena algún jugador tiene un problema tengo que estar ahí.

–¿Vale la pena?

– Sí. Hace ya diez años descubrí que cuando estos adolescentes entran en clubes importantes se les trata como profesionales, saltándose etapas educativas, y eso es algo que hay que cambiar. Intento que su vida sea lo más similar posible a la de cualquier otro chico de su edad.

–¿Qué busca en un jugador de 12 años?

– Mi primer corte es el físico. Me fijo desde los tobillos, huesos, caderas hasta en la forma de caminar de sus padres. La genética es clave y va mucho más allá de la estatura.

–¿Y cuál es su siguiente criba?

– Su entorno familiar. El talento es esencial, pero estoy harto de ver cómo se desperdicia por culpa de malos hábitos o influencias externas.

–¿Cómo sabe que un jugador tendrá posibilidades dentro de 10 años?

– Intento convertir mi cabeza en una máquina del tiempo. Me imagino a esos niños de 12 años desarrollados plenamente y en el baloncesto de élite. Calculo sus posibilidades de progresión y adaptación. Aunque no deja de ser una apuesta, siento que mi criterio es muy respetado por los clubes.

–¿En la Minicopa se busca un nuevo Doncic?

– Yo no. Mi trabajo, precisamente, consiste en adelantarme a la Minicopa. Me dedico a detectar y descubrir talento, no a confirmarlo. A un chico que ya está en el radar de los grandes equipos no le voy a aportar tanto. He rechazado a jugadores ACB por el mismo motivo. Ahí no está el reto.

–¿Qué pensó la primera vez que vio a Doncic?

– Él tenía 12 años, jugaba un torneo en Italia con el Olimpia de Liubliana (Eslovenia). Metió 50 puntos. Pero lo que más me fascina es que el dominio del juego que está mostrando en la NBA ya lo tenía a esa edad. Me considero un privilegiado por haber sido testigo de su evolución. Sería capaz de reconocerle viendo sólo su sombra en la pista.

–¿Se pueden quedar «Doncics» por el camino?

– Por supuesto. No sé si al nivel de Luka, pero veo casos de chavales con un talento extraordinario que se limitan por culpa de un entorno insano. Para un amante del baloncesto no hay nada más frustrante.

–¿Cuál es el secreto para encontrar talento?

– Saber dónde buscarlo. Mi gran paso profesional es el proyecto que tengo en el Caribe bajo desde hace dos años. Entre todas sus islas suman 30 millones de habitantes, con una genética privilegiada, y apenas hay cimientos baloncestísticos. El margen de crecimiento es máximo.

–¿Sacará de allí «un NBA»?

– Sí, con uno tengo muchas esperanzas de cumplir mi sueño. Le saqué hace un año y ocho meses de un gueto de Trinidad y Tobago, sin que hubiese jugado nunca un partido con reglas. En este tiempo ya ha despertado el interés de varios equipos de la Liga de desarrollo de NBA, es cuestión de tiempo que ocurra. Tendría un impacto impresionante, estadísticamente con 21 años tendría que estar muerto. Es un foco de esperanza para esos países.

–¿Por qué cree tanto en él?

– Porque es único. Tiene unas cualidades físicas privilegiadas (alero de 2,08) y la experiencia de un anciano. Está acostumbrado a vivir las 24 horas en alerta y eso se nota en la pista. Lo único que le pido es que, aunque algún día triunfe, siempre se acuerde de que se puede ser feliz con cincuenta euros en el bolsillo, como lo es ahora.

–¿Será su debut en un Draft?

–Lo más probable es que no. Tengo muchas posibilidades de estar en el Draft de este año pero con algún jugador de África o Francia. Conseguir esto es mi inspiración diaria.