Bayern Munich
Los ultras contra Dietmar Hopp: Alemania no quiere ricos
Una excepción en la norma que da a los socios la propiedad de los clubes otorga a Hopp el control del Hoffenheim. Su localidad tiene casi tantos habitantes como asientos su estadio
Alemania, uno de los últimos focos de resistencia contra la mercantilización absoluta del fútbol, vivía el pasado fin de semana la movilización de los radicales de los clubes históricos contra los equipos «artificiales» o hechos a base de dinero. Así, aquellos que defienden una visión del fútbol más romántica aunque también obsoleta, han encontrado en Dietmar Hopp, dueño del Hoffenheim, el blanco perfecto de sus protestas, y también de inaceptables insultos que han despertado el repudio en el fútbol mundial. Aunque el episodio más sonado ha sido el del Hoffenheim -Bayern del pasado sábado, en el que ambos equipos pactaron una «huelga» tras la exhibición de pancartas insultantes contra Hopp, éste no ha sido el primero. En 2018, toda la afición del Borussia Dortmund era sancionada sin poder visitar el estadio del Hoffenheim, durante un periodo de dos años, por protagonizar un suceso similar. El caso de Dietmar Hopp representa para los ultras locales la venta de los valores del fútbol, y es que ellos rechazan la influencia de los jeques y magnates, como ha ocurrido en Manchester o París, en este deporte.
El origen de la riqueza que amasa Hopp, una de las más grandes de Alemania, procede de SAP SE, la tercera compañía de software más importante del mundo, de la que fue cofundador y que hoy concentra un patrimonio calculado en 5.000 millones de euros. Tan solo ocho años después de comenzar a invertir en un modesto Hoffenheim, del que fue socio y miembro de su cantera, Hopp cumplía su ambición de colocar a este club en la élite del fútbol germano (Bundesliga) en 2008. Desde entonces el conjunto de Sinsheim, que llegó a jugar en quinta división, ha continuado su progresión hasta disputar la temporada pasada la Liga de Campeones. Para muchos el crecimiento del club de esta región roza lo desproporcionado. De hecho, en su nuevo estadio con 30.000 localidades entra casi toda la población de este municipio (35.000). El magnate de 79 años, al que en otras ocasiones le han recordado el pasado de su padre como oficial de las brigadas de asalto del partido nazi y responsable de la quema de la sinagoga de Hoffenheim, aseguraba tras lo sucedido ante el Bayern que la actitud de los ultras le recuerda «a los capítulos más oscuros de la historia alemana»».
Pero a pesar de que el caso del Hoffenheim no es el único de Alemania, la Liga de fútbol teutona es una de las más duras contra la concentración de poder por parte de inversores externos en su competición. Y es que la Bundesliga tardaría muchos años en superar su última gran crisis, su particular «Crack» del 2002. La quiebra del grupo Kirch sacudía en marzo de 2002 a la competición alemana, críticamente damnificada por la caída de la que era propietaria de sus derechos audiovisuales, comprometiendo hasta un tercio de sus ingresos. Además, este varapalo supuso el crecimiento de la deuda de los clubes en 600 millones de euros en un solo año. Fue a partir de entonces cuando la Federación reaccionó blindándose e impidiendo que poderosos inversores acaparasen el control del fútbol de su país, estableciendo así la obligación de que al menos el 51% de cada club pertenezca a los socios. Sin embargo, la Liga no tardaría en abrir la excepción que provocaba las últimas protestas de los radicales: La DFL permite superar ese porcentaje (49%) a aquellos propietarios que lleven más de veinte años en un entidad, como Dietmar Hopp.
Paralelamente a esta última crisis, la influencia de la multinacional de Hopp en la esfera internacional permanece intacta. Tanto es así que salpica a otros clubes del mismo país como el Bayern de Múnich o el Nuremberg e incluso a la asociación de fútbol nacional, con quienes mantiene acuerdos tal y como reconoce SAP SE en su web. Su herramienta SAP HANA es una de las favoritas de los clubes para la gestión de datos con el fin de maximizar el rendimiento de sus jugadores y su influencia en el terreno de juego.
La organización de la Liga alemana lucha ahora para que el escándalo de la pasada jornada, que vivió una réplica en Berlín, no vuelva a ocurrir. Han recordado que ante este tipo de episodios se activará el protocolo acorde, con el que tras dos avisos previos el árbitro estará autorizado para suspender el encuentro. El Schalke 04, que recibirá al Hoffenheim este sábado para pelear por la última plaza europea, ya ha comunicado que sus jugadores abandonarán el campo de producirse algún tipo de incidente durante el encuentro. Así se busca frenar la actitud de los radicales contra las nuevas potencias de la Bundesliga.
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