Coronavirus

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El último artículo de Miguel Ors

El virus es cabrón, escurridizo y letal. Ha sido una semana de temores, muerte, paro y pesimismo

MIchael Robinson
MIchael RobinsonLiverpool

Lunes, 27. Dos

Ya hay dos virus. El virus que está matando a la gente y el virus que, por lo que leo a los “expertos”, va a matarnos económicamente.

-¿A qué virus hay que temer más?, inquiero de un experto en economía, en liberalismo, en capitalismo y en comunismo.

Respinga con los ojos y me mira arrugando la boca:

-No lo sé. Leo a los “expertos” en virus y probetas que el coronado que nos está jodiendo es un virus cabrón, escurridizo y letal. Todo eso y más.

Se muerde los labios y agrega:

-Lío incierto “habemus” tanto en lo sanitario como en lo económico. Cuando la Naturaleza se cabrea con el hombre, como escribías tú hace unos días, es más cabrona que el hombre.

En fin, otra semana, la que hoy empieza, de temores, paro, muerte y pesimismo.

-De todos modos, querido Enrique Cerezo, feliz cumpleaños por los 117 años del Atlético.

Tampoco sé si eso de cumplir años es motivo o no de felicitación. Un amigo pesimista y sabio, el día de su feliz cumpleaños (77 años), replicó a mi felicitación así:

-La vejez es peor que el virus de la gripe.

Murió a los pocos días, de gripe.

Martes, 28. Tyson

Uno, como calza ya años, vio boxear a Mike Tyson. Tyson era un boxeador que golpeaba y mordía las orejas de sus contrarios. Tyson hacía frases o se las hacían.

-He sido más fuerte que la vida. Mi vida ha sido un cambio de golpes con la vida.

A golpe va y a golpe viene, llegó a campeón del mundo de los pesos pesados.

-Le he podido a la vida, celebró, entre otros combates, el que le proclamó el mejor peso pesado del mundo.

Los golpes no le acojonaron nunca:

-La vida es una pelea de golpes y cojones.

Tyson era así. Tyson, además de campeón del mundo, le succionó al mundo jugos gloriosos y jugos agrios. Estuvo en la cárcel, fue machista con las mujeres, probó las drogas y ahí todavía luciendo años: 53 ó 54.

-Voy a volver al boxeo para hacer obras de caridad acaba de decir.

Tres o cuatro combates nada más.

-Hay que ayudar a los necesitados, a los pobres- así justifica su retorno.

El virus de las cojones ablanda los corazones. Qué bien, que hermoso

Miércoles 29: Robinson

Michael Robinson nunca dejó de ser Michael Robinson era su empática individualidad: alegre, simpático, amical.

-No se te cae la sonrisa del rostro.

Sonrió:

-Estoy muy, muy agradecido a la vida: a mis padres, que me hicieron, y al fútbol que no ha dejado de hacerme como soy.

Robinson pertenecía a esa clase de hombres a los que, en efecto, la vida les sonríe desde el día que abandonan la barriguita de mamá hasta el día en que el mundo les dice:

-Aúpa, arriba, al cielo.

La última vez que hablé con él era ya presa del “maligno” cáncer. Sonrío:

-Me siento joven todavía, pero soy presa… destino.

Mis colegas, estos días, han recordado su biografía. Amaba a España:

-Mi otro paraíso es España. Soy muy feliz aquí.

Jueves, 30. Confinado

En casita. Confinado. Como confinado tengo complejo de preso. Me aburro. Mucho teléfono y muchos telediarios y muchas opiniones. Me digo:

-Nada como el papel.

-Eso es que has dejado de ser joven.

Como es verdad que he dejado de ser joven, no discuto a los hijos de los móviles y los ordenadores. Nostálgico, rumio:

-Con lo divertido que era comprar los periódicos en los quioscos y las tertulias.

Con el coronado virus ha nacido una nueva época. Ya verán como sí. Lo veo en la televisión. La televisión, políticamente, es un también un virus de acogotamiento.

-Miguel –me dice mi amigo San Pedro-, la política es el fútbol jugado con odio insolidario.