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El gol que nos cambió la vida

Iniesta hizo a España campeona del mundo. Aquel triunfo en la final del Mundial 2010 ante Holanda llevó a la Roja y al país a otra dimensión. Era la victoria que faltaba, la imagen de un país feliz

«El gol de Andrés fue el momento más especial», reconoce David Villa en un vídeo grabado para la Federación. Ese gol hizo que España pasara de ser un quiero y no puedo, un fútbol de clubes y unas lágrimas eternas en cuartos de final a ser la campeona del mundo. Ese gol es a la vez un grito de alegría y un suspiro de alivio. Iba a ser el Mundial de España y lo fue.

Es un gol con nombre propio, el gol de Iniesta, como si Andrés no hubiera marcado más en su vida. Ninguno, desde luego, más importante que el que anotó en el minuto 116 de aquella final en el Soccer City de Johannesburgo. Era un gol por todos los que estaban y por todos los ausentes, representados en esa camiseta de recuerdo a Dani Jarque, el capitán del Espanyol fallecido de manera prematura y sorprendente, de muerte súbita en la pretemporada de su equipo.

Jarque e Iniesta fueron compañeros en las divisiones inferiores de la selección. Compañeros también de Fernando Torres, que no dudó en apurar la recuperación de una lesión de menisco para estar en el Mundial, convencido de que España lo iba a ganar. «Yo quería jugar el Mundial. Si había que quitar la mitad o todo el menisco y jugar tres o cuatro años menos al fútbol me daba igual. Sabía que España podía ganarlo y lo fundamental era estar», recordaba Torres en el «Informe Robinson» especial del Mundial de Sudáfrica.

Y Fernando estuvo en el Mundial y en el origen del gol que lo cambió todo. Se lesionó y no pudo vivir los últimos minutos en el campo. Tendido sobre la camilla del vestuario, fue el doctor Cota el que le dijo: «Fernando, eres campeón del mundo. Tienes que salir a celebrarlo». El doctor Cota, que tan importante había sido para él, su gran ayuda para llegar a Sudáfrica durante la recuperación de la lesión en Galicia.

Iniesta también sufrió para llegar hasta ese gol. «Ese día estaba todo en su sitio». La sensación de Raúl Gutiérrez, el fisioterapeuta de la selección al tratar a Iniesta 24 horas antes de la final del Mundial era que, por fin, todo estaba en armonía. Andrés había padecido, física y mentalmente, antes de llegar al Mundial. Había sufrido dos lesiones musculares que le habían afectado al cuerpo y al ánimo. Y el golpe que sufrió en el partido contra Suiza le hizo volver atrás. Fue el trabajo de Raúl el que le llevó a recuperar el físico y la confianza. «Tratas de armonizar todo. Huesos del cráneo, del tórax, incluso vísceras que están lejos de donde él sufría», confiesa Raúl Gutiérrez en ese «Informe Robinson». «Puedo decir que jugué el Mundial gracias a él», reconoce Iniesta.

Pero ese gol que llevó a España a otra dimensión es hijo también de la Eurocopa de 2008. Los que estuvieron allí reconocen que aquella fue una sensación más especial. No era tan grande como ganar el Mundial, pero era el paso hacia la edad adulta de la selección. «Nos falta condición física de base –menos a Torres, que es alemán– y saber competir», repetía una y otra vez Luis Aragonés cuando se hizo cargo de la selección. La condición física España la suplió con condición técnica, aunque quizá no fuera casualidad que el gol a Alemania en la final lo marcara Torres. Y a saber competir fue aprendiendo, dando pasitos como la victoria ante Italia en los penaltis en cuartos.

Todo eso explotó en el gol de Iniesta. «Teníamos la sensación de que éramos un equipo que podía competir con cualquiera. Esa sensación la teníamos desde la Eurocopa. No temíamos a nadie», explica Xavi en los canales de la Federación. Esa fortaleza mental y esa confianza sirvió para que la derrota ante Suiza en el del debut no significara el final del Mundial en la cabeza de los jugadores. Sólo eliminaba la opción de fallar, pero no las posibilidades de España de ser campeona del mundo. La alegría se desbordó en la celebración por las calles de Madrid. El autobús descapotable en el que viajaba la selección llegó con tres horas de retraso a la explanada del Puente del Rey, donde estaba instalado el escenario para la celebración final. No importaba, España aquellos días era feliz.