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Combates

UFC 254: El español Joel Álvarez: “No me da miedo recibir un puñetazo en la cara”

El sábado, en la UFC 254, ganó a Yakovlev el último contrato que tenía firmado con la franquicia

Joel Álvarez, luchador español de MMA
Joel Álvarez, luchador español de MMAArchivo

Joel Álvarez (Gijón, 27 años) habla de recibir un puñetazo con la misma naturalidad que un taxista de bajar la bandera o un arquitecto de hacer el plano de un edificio. «Al fin y al cabo que te den un puñetazo forma parte de tu día a día, es una tontería que te den un puñetazo en la cara», explica. «Tienes miedo al fallo, a no estar a la altura... Se mezcla con emoción, adrenalina. Pero no recuerdo haber tenido miedo a llevarme un puñetazo desde que empecé», continúa. Empezar, ¿a qué? Pues a practicar artes marciales mixtas (MMA), deporte en el que ha llegado a la élite de forma meteórica. El sábado disputará su tercer combate de la UFC, que es, según sus palabras, «como la Champions en el fútbol». «En ningún momento te lo imaginas, y menos siendo un chico de barrio aquí en Gijón», admite. Y recalca: «Sí, de un barrio del polígono, de lo más de barrio que se puede ser, de barrio total».

Tiene orígenes humildes Joel Álvarez, que comenzó a pelear con 18 años, «bastante tarde». Sí veía combates de artes marciales mixtas en youtube, pero no lo había practicado. «Un amigo canario estando en Gijón me dijo que le apetecía entrenar, que si conocía un gimnasio. Le acompañé y nos moló», desvela. Sus respuestas son directas y claras, como sus golpes en una disciplina controvertida, que muchos consideran una salvajada. «Es un deporte, sin más, el más antiguo del mundo junto al atletismo. Muy técnico. Tienes que estar preparado en todo tipo de arte marcial y deporte físico. Tenemos mucho respeto entre los deportistas y la agresividad en las peleas, nada más», defiende. «Hay reglas, árbitro, tienes a los médicos a puerta de jaula... Está todo muy controlado», prosigue. No se puede, por ejemplo, morder, escupir, tirar de los pelos, golpear los genitales... Aunque es cierto que a veces los luchadores suelen acabar ensangrentados de forma llamativa.

«Me pasa que la gente piense que iba a ser agresivo, prepotente, pero luego ven que no, que soy una persona muy tranquila», afirma Joel. Sólo cuando se pone en «modo batalla», como lo llama él, se convierte en el «fenómeno», que así le llaman. La música que le acompaña antes de entrar en el octágono, el ring donde se pelea, es «El Mariachi», de Antonio Banderas. Llaman la atención los tatuajes. «Llevo las iniciales de mis abuelos, que son los que me criaron. Las palabras “fuerza” y “honor” y la fecha de mi primera pelea profesional», cuenta. Cuando empezó tenía que combinar lo que era su afición con trabajos como el de portero de discoteca o encofrador, aunque su llegada a la UFC fue dar el salto y le permite vivir bien de las artes marciales. «En España para nada es fácil. Desde lo que he vivido no tienes ayuda del CSD ni del Ayuntamiento ni nada. Te tienes que buscar la vida», se queja Joel. Entrena por las mañanas trabajo técnico y táctico y por las tardes se dedica al peso y el cardio. La mente la prepara con un psicólogo.

Con el coronavirus paró por completo y en cuando los deportistas tuvieron más libertad arrancó de nuevo. Se ha tenido que poner en forma rápido para el que será su tercer combate en la UFC, que tendrá lugar en la isla de Yas, en Abu Dabi, donde han montado un evento con cuatro veladas en dos semanas para las que ha tenido que pasar unos estrictos controles por el Covid-19. En su primer combate en la «Champions» perdió con el ruso Ismagulov, después ganó al italiano Belluardo, ambos en 2019. El sábado, en su último contrato firmado, ganó a Yakovlev.

Si el combate es duro, necesitará unos días de descanso. Si no, la próxima semana ya estará en el gimnasio Tíbet preparando la próxima.