Tour de Francia

Ciclismo

25 años del último Tour de Indurain. “Tenía piernas para ganar otro”

El 23 de julio de 1995 Miguel ganó por quinta vez la carrera francesa. Volvió en 1996, no ganó y no lo intentó más

Indurain no cree que Armstrong sea culpable
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El 23 de julio de 1995 Miguel Indurain subía al podio de París como vencedor del Tour por quinta vez consecutiva sin saber que iba a ser la última. Había sido una carrera diferente para él. El gran golpe lo había dado en la séptima etapa, cuando llegó escapado con Bruyneel a la meta de Lieja después de hacer prácticamente una contrarreloj de 25 kilómetros en solitario. El belga, detrás, no daba un relevo y sólo pensaba en ganar la etapa. Miguel ya tenía la vista puesta en París.

«Es la primera etapa en la que yo sentí a un Miguel Indurain diferente a otros años. Más ambicioso, más agresivo, porque ese ataque no era del perfil de Indurain. Lo normal era hacer las diferencias en la crono. Me sorprendió ese ataque valiente y divertido», recuerda Pedro Delgado, que había sido compañero de Miguel muchos años y que en el 95 debutaba como comentarista de Televisión Española en el Tour. «Me decía ‘‘esto tiene que tener una explicación. La encontré un poco después. Marisa [la esposa de Miguel] estaba embarazada de su primer hijo y yo creo que sentir que iba a ser padre provocó que nos encontrásemos un Miguel Indurain diferente», explica Delgado. Aunque sus suposiciones nunca fueron confirmadas por Miguel.

Fue el primer gran golpe de Indurain, que al día siguiente se enfrentaba a una contrarreloj de verdad de 54 kilómetros en la que ya se vistió de amarillo. Las diferencias en la crono no fueron tan grandes como estaba acostumbrado, apenas doce segundos sobre Riis.

El danés le dio mala vida en la segunda parte de un Tour que parecía resuelto. Un año después fue el hombre que rompió su reinado en el Tour. Riis se había «preparado» de la mejor manera posible y en 1996 se esfumó la posibilidad de un sexto Tour que le hubiera puesto un paso por encima de Anquetil, Merckx e Hinault. Pero no hubo más intentos para Miguel.

«En sus piernas yo creo que había otro Tour. Él decidió parar, pero yo creo que tenía otro Tour. Luego hay que respetar a cada uno y Miguel para eso siempre tenía las cosas muy claras», cuenta Perico.

Tan claras como las tenía en carrera, donde muchas veces parecía conservador, aunque probablemente sólo lo parecía porque no necesitaba más. En sus primeras victorias en la carrera francesa sí atacó más allá de la contrarreloj. Siempre de la mano de Claudio Chiapucci, un compañero inmejorable para las fugas y un enemigo menor cuando se trataba de luchar contra el crono.

«En la contrarreloj hacía grandes diferencias respecto a los favoritos y a lo mejor decía ‘‘para qué voy a atacar'‘», reflexiona Delgado. Los que estaban obligados a atacar eran los rivales, pero él siempre respondía y llegaba con ellos a la meta. «Lo bueno de Miguel es que nunca se sabía si iba bien o mal. Tenía una máscara que le salvó de algún que otro susto, porque sus rivales no sabían bien cómo iba. A veces al aficionado también le hubiera gustado ver un Miguel más agresivo, capaz de machacar al rival. Pero siempre ha tratado de respetar el perfil que tenía. Se querría pegar alguna vez algún capricho, pero si no le salía no se alteraba», añade.

El carácter de Miguel encajó perfectamente con el de su director, José Miguel Echavarri. «Creo que congeniaban perfectamente los dos. José Miguel siempre ha sido prudente, decía ‘‘tranquilidad, esto se gana en París, no se gana hoy'‘. La serenidad de uno junto a la serenidad de otro a lo mejor hacía que faltase a veces esa chispazo que vimos el día de Lieja en el 95», explica Perico. Que insiste: «Tenía otro Tour en sus piernas».