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Javier Tebas

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Javier Tebas maneja la Liga al más puro estilo Kim Jong-un, allí se hace lo que él ordena y punto. Tiene el mismo nivel de democracia que Corea del Norte

Javier Tebas, presidente de LaLiga
Javier Tebas, presidente de LaLigaRodrigo JimenezAgencia EFE

Pensábamos que el universo era infinito, pero el gran Stephen Hawking nos introdujo la duda. Lo único que ostenta esa cualidad en el mundo conocido es el rostro pálido de Javier Tebas. Las caradureces del presidente de la Liga (me niego a poner el nombre comercial que nos ha impuesto el pájaro) se cuentan ya por decenas en los siete años que lleva al frente de la competición de fútbol profesional. La penúltima conocida es la indecente, inmoral o directamente choricera subida que se ha metido en el sueldo: un 37 por ciento. Digo penúltima y digo bien porque habrá más. Estadísticamente es probabilísimo, por no decir segurísimo. Nuestro protagonista se ha autoconcedido ese estirón en plena crisis de un fútbol profesional que ve cómo sus ingresos se desploman en torno a un 25 por ciento por el vacío de los estadios consecuencia de la pandemia, por la ruina que padecen ya muchos de sus patrocinadores y por la jaimitada del ministro Garzón, que quiere acabar con ese maná que es la publicidad de las casas de apuestas.

El caso es que el presidente de nuestra Liga de fútbol profesional cobra de salario fijo más que nadie en Europa. Se mete en la buchaca 2,1 millones de euros, pastizal que se va a los 3,4 kilazos largos, que se dice pronto, añadiendo pluses varios. Más que el 85 por ciento de los jugadores de Primera y, obviamente, más que todos los de Segunda, cuyo salario medio debe andar en 20 veces menos. Hay que decir que su homólogo de la Premier tiene un sueldo base de un millón de euros (900.000 libras), aunque con los extras se va a los 3,7 millones de euros (3,4 de libras). La sutil diferencia es que allí por derechos de televisión perciben 5.900 millones y aquí, 3.400.

Todo esto sería discutible en condiciones normales, hasta se lo podríamos perdonar si no fuera porque el despacho de abogados Tebas, Coiduras y Asociados lleva a unos cuantos clubes de Primera y Segunda. Es más, cuando llegó al cargo en 2013, en sustitución de ese caballero que es José Luis Astiazarán, el bufete Tebas llevaba la representación legal de 30 de los 42 equipos de las dos grandes categorías del fútbol patrio. Una auténtica vergüenza de país bananero que le debería haber inhabilitado para el cargo. Vamos, que quienes le hicieron presidente de la Liga fueron los clientes del despacho. Esto en mi pueblo se llama corrupción. Este verano saltó la liebre cuando «Okdiario» descubrió que el abogado del Fuenlabrada, que registró 28 positivos por Covid en su visita a Coruña en el último partido de Segunda, era su homónimo hijo. El Dépor se jugaba la permanencia; el Fuenla, el ascenso. Lo lógico hubiera sido suspender toda la competición para que los gallegos disputasen el partido en igualdad de condiciones —horarias, básicamente— que sus rivales a la hora de salvar el cuello. Pero, no, el presidente de la Liga y abogado del Fuenlabrada por hijo interpuesto suspendió sólo el Depor-Fuenla. Consecuencia: los de Riazor acabaron en Segunda B. Por no hablar de la barbaridad epidemiológica que supuso que permitiera viajar a su Fuenla a Coruña cuando ya sabían que estaban de coronavirus hasta las trancas.

Por si fuera poco, maneja la Liga al más puro estilo Kim Jong-un, allí se hace lo que él ordena y punto. El nivel de democracia interno es el mismo que en Corea del Norte. Y su concepto de libertad de expresión es claramente predemocrático: él decide qué periodistas entran y cuáles no en los campos y prohíbe preguntar a los jugadores en zona mixta de cuestiones ajenas al partido que se acaba de celebrar. Sus conexiones con la Mediapro de Roures, empresa sancionada por la Justicia de Estados Unidos por sobornar a directivos de la FIFA, acrecientan aún más las sospechas sobre él. Y su golpe de Estado permanente a Rubiales en la Federación evidencia su indisimulado deseo de hacerse con el monopolio del fútbol español. Un bofetón a las más elementales leyes de la competencia, que espero no llegue a consumarse nunca porque nos metería de cabeza en el tercermundismo futbolístico. ¿Y qué me dicen del dineral que se gastó en patrocinar la Davis de Piqué? Espero que los dueños de la Liga, los clubes, no Tebas, Coiduras y Asociados, dejen de mirar hacia otro lado y den un puñetazo encima de la mesa de una vez. Nuestro fútbol no puede ser el anuncio de Ikea, ni la Liga, la república de la casa de don Javier.