Adiós
Campazzo, cuando los sueños van más allá del Madrid
El base argentino se despidió en la pista del conjunto blanco con una victoria ante el BAXI Manresa. Le esperan los Nuggets de Denver
Como dicen en su Córdoba natal, en la argentina, no en la andaluza, el «Facu» se quebró en su despedida del Real Madrid. Fue ante el BAXI Manresa en la duodécima jornada de la ACB cuando el base prestó su último servicio, de momento, al Madrid. La emoción y los abrazos en la cancha llegaron hasta el vestuario después de cuatro temporadas y media y once títulos vestido de blanco. La llamada de la NBA, su sueño de toda la vida («yo y mis amigos jugábamos a ser Jason Kidd o Steve Nash», dice), deja al Madrid sin un jugador que se había convertido en imprescindible. A Laso y los suyos eso les suena de algo. Pasó con el «Chacho», con Mirotic, con Doncic y ahora le ha llegado el turno a Campazzo, que se despidió con 20 puntos, 4 asistencias y 5 robos.
El «Facu», Consuelo, su esposa, y su hija Sara, de un año, cambian Madrid por Denver. Los paseos por el centro de la capital, por las vistas a las Montañas Rocosas. Tavares y Llull por Nikola Jokic y Jamal Murray. Pablo Laso por Michael Malone. Un equipo aspirante a todo en Europa por uno de los candidatos a destronar en la NBA a Los Angeles Lakers de LeBron James. Para dar el salto, Campazzo ha tenido que negociar con el club blanco el pago de su cláusula de rescisión. Los seis millones se abonarán a plazos. El Madrid se ha asegurado sus derechos en caso de volver a Europa y de los seis «kilos» ya casi ha pagado un tercio entre lo que ha abonado la franquicia estadounidense y los servicios prestados esta temporada hasta ayer.
Sergio Hernández es el actual entrenador del Casademont Zaragoza y ex seleccionador argentino. Define a Campazzo: «A él se le van poniendo límites y él los va superando». Así fue desde que con cinco años comenzó a practicar baloncesto en el Club Municipalidad de su ciudad para paliar el Déficit de Atención e Hiperactividad que sufría. En las categorías inferiores ya le llamaban la bomba atómica y de ahí pasó a Peñarol, donde ganó doce títulos antes de volar a la ACB. Llegó al Madrid para aprender y disfrutó del equipo en la temporada que lo ganó todo. Cuenta la leyenda que era uno de los miembros del «Comando Cibeles», que se bañó en la fuente de madrugada después de ganar la Euroliga. Los otros dos eran el Chapu Nocioni, que le adoptó como un hijo, y Llull. Luego llegó la cesión al UCAM Murcia, el regreso triunfal a Madrid y la conversión en líder de la albiceleste –con programa de entrevistas en Youtube incluido, «A la cama con el Facu»– que fue subcampeona del mundo.
El Real Madrid apostó por él y por Tavares para asegurarse el futuro, pero la llamada de la NBA ha pesado demasiado. MVP en los cuatro últimos títulos del club blanco, el actual Campazzo es fruto de su trabajo, del que ha hecho con el Madrid y de la aportación de una nutricionista –«me costó dejar los dulces», asegura– y de un fisioterapeuta primo de Manu Ginóbili. Los generosos 1,80 con que aparece en el «roster» de los Nuggets son lo menos importante. Ya lo dice él: «Suplo la altura, con actitud, con intensidad... con cojones. La primera vez que hice una volcada –un mate– en un partido sentí que medía dos metros y eso resume lo que soy. La competencia me alimenta y no quiero perder nunca».
Su papel en los Nuggets estará lejos del que desempeñaba en el Madrid. Partirá del banquillo, aunque él confía en encontrar un técnico con el que conectar tan bien como lo ha hecho con Laso. «Maneja muy bien la felicidad del jugador», dice.
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