Real Madrid
La primera velada en el teatro de los sueños
El aislamiento político de la España de la posguerra afeó la reinauguración del estadio del Real Madrid con un rival de segunda fila
Santiago Bernabéu, delantero instintivo y campeón de Copa en 1917, no fue un gran futbolista, si nos atenemos a las crónicas de la época, pero sí aprehendió durante su carrera como jugador que, en el deporte, el concepto de anticipación era fundamental para obtener ventajas competitivas. Por eso, tras saltar de la yerba al palco, fue el primer dirigente europeo en darse cuenta de que la principal herramienta para construir un gran club era levantar un gran estadio, a la manera en que hacían desde los años veinte las grandes franquicias del béisbol estadounidense. La primera piedra de su gran obra se colocó, tras el preceptivo rociamiento con agua bendita con el hisopo del páter José María Mulat, el 27 de octubre de 1944.
Después de tres años de trabajos en los terrenos de un antiguo frontón, estaba listo para su inauguración un campo (Estadio Real Madrid CF en los papeles y Nuevo Chamartín para todo el mundo) que llegaría a tener, mediados los 50, capacidad para 125.000 espectadores, el segundo más grande tras Maracaná. Eran los años del hambre en una España autárquica, desgarrada por una durísima posguerra y aislada del mundo a causa de sus flirteos con el recién derrotado nazismo. Ningún equipo del mundo civilizado quería ir a Madrid para inaugurar la instalación, así que los ojos se volvieron hacia la dictadura hermana de Portugal y Oliveira Salazar mandó al Os Belenenses, el club mimado por el régimen del Estado Novo.
El club de la feligresía de Santa María de Belén se había alzado en la temporada 45-46, por sorpresa y gracias al favor gubernamental, con el único título liguero que adorna su palmarés pero, pese al trato deferente del salazarismo, no llegaba ni a convidado de piedra en la mesa noble de los triunviros del fútbol luso: Benfica, Sporting y Oporto. A las 15:30, tras la preceptiva misa de campaña y un homenaje a los veteranos madridistas personificados en el ex futbolista y ex presidente Pierre (don Pedro) Parages, comienza un partido que acabará 3-1 para los merengues y en el que el delantero Sabino Barinaga, el inglés de Durango, fijará su nombre en la historia como el autor del primer gol cantado en un estadio que lleva 73 años rugiendo.
Ese domingo, festividad de San Juan de la Cruz, había previsto un partido de Liga contra el Athletic (entonces Atlético de Bilbao) que se aplazó dos semanas, hasta el Día de los Inocentes, y que fue el primer encuentro oficial en el Nuevo Chamartín. También la primera de las muchas goleadas que se han llevado los visitantes en la guarida del ogro madridista, que aquella tarde le asestó una manita (doblete de Chus Alonso, Molowny, Barinaga y Vidal) a unos «leones» privados del lesionado Zarra para los que Panizo hizo el gol del honor.
Concluida la obra, con financiación del Banco Mercantil e Industrial y con la firma de los arquitectos Muñoz Monasterio y Alemany Soler, la junta directiva del Real Madrid –recién incorporado Raimundo Saporta y en la que fue la primera gran decisión del mítico dirigente sefardí– doblegó la resistencia de don Santiago y el estadio adoptó definitivamente el nombre de su padre espiritual en reunión ordinaria del 4 de enero de 1955. Un doblete de Alfredo Di Stéfano al Hércules (Molowny abrió el marcador de un partido que acabó 3-0) saludó el cambio de denominación.
Además de las gestas del Real Madrid, el coliseo de La Castellana ha contemplado casi cincuenta partidos de la Selección, destacando el del celebérrimo gol de Marcelino a Yashin en la Eurocopa de 1964; la final del Mundial 82, en la que se coronó la Italia del recién fallecido Paolo Rossi para alborozo del anciano Presidente della Repubblica, Sandro Pertini; cuatro finales de Copa de Europa que ganaron el propio Madrid (1957), el Milan (1969), el Nottingham Forest (1980) y el Inter (2010), además de la final de la histórica Copa Libertadores de 2018, en la que River Plate venció a Boca Juniors en el «Clásico» más extraño de la historia.
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