Motociclismo
Aquellos locos y sus extraños cacharros
La primera carrera de motocicletas documentada en la historia es anterior a la acuñación de la propia palabra. El 20 de septiembre de 1896 ocho triciclos con motor corren de París a Mantes-la-Jolie, ida y vuelta, en la víspera de la carrera automovilística entre la capital y Marsella
El deporte se convirtió en un fenómeno global a finales del siglo XIX, cuando los modernos medios de comunicación comenzaron a poder contar las gestas de los héroes en los cuatro confines del globo. El año 1896 fue, seguramente, el más importante en la historia de la actividad física, por ser el de los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna organizados por Pierre de Coubertin. En Francia, que ejercía con el Imperio Británico la hegemonía cultural mundial, no se inventaban disciplinas como en el mundo anglosajón, pero sí se organizaban eventos destinados a convertirse en grandes espectáculos. Por ejemplo, las carreras de motos.
El automovilismo era uno de los pasatiempos favoritos de la clase alta decimonónica, imbuida por el espíritu pionero de las últimas grandes conquistas. En el último cuarto de la centuria, ya se montaban raids de coches en una decena de países, pruebas siempre más ligadas a la aventura que al deporte, como muestra la desternillante comedia «La carrera del siglo», inspirada en una prueba real que se corrió en 1908, con Jack Lemmon y Tony Curtis en estado gracia bajo la dirección magistral de Blake Edwards. Doce años antes, el Automobile Club de France convoca a sus socios para un recorrido París-Marsella de ida y vuelta, 1.700 kilómetros por inciertos caminos de piedras y tierra.
La moto no existía como tal, por aquel entonces, sino como extraño híbrido entre la bicicleta y el coche. Ni siquiera existía, en ningún idioma, la palabra para nombrar a aquellos triciclos gigantes con capacidad para dos pasajeros, al estilo de las bigas romanas, pero con una gran rueda delantera en lugar de la pareja de caballos. Como prólogo de esa París-Marsella, se convocó la víspera de la salida en la capital francesa a los propietarios de vehículos propulsados con motor de combustión que no excediesen los 150 kilos de peso para una carrera hasta Mantes-la-Jolie, un apacible municipio residencial situado en la orilla izquierda del Sena.
Se presentaron ocho participantes de los cuales sólo se conservan sus apellidos (de uno de ellos, ni eso: se inscribió simplemente como Conde de Chasseloup-Laubat) y seis completaron los 110 kilómetros de recorrido. La victoria y los 58.000 francos de recompensa, según recogió “Le Figaro” en su edición del 23 de septiembre, correspondió a Monsieur Chevalier, que invirtió un tiempo de 3 horas, 55 minutos y 10 segundos descontando la pausa para el repostaje que hizo en Mantes-la-Jolie. Anuncia el rotativo: «El ganador recibirá su trofeo y el homenaje popular mañana en la Place de L’Étoile», junto al Arco del Triunfo.
La crónica narra que los organizadores «aprovecharon el claro entre dos violentas tormentas para dar la salida ante una muchedumbre compacta que invadía la calzada, se abría para dejar paso a los motociclistas y se volvía a cerrar». Y continúa: «El trayecto se efectúa bajo intensas ráfagas de agua e incluso de granizo a la altura de Chatou. Llegando a Suresnes, Monsieur Huzelstein abandona a causa de un neumático pinchado. Monsieur Collomb tampoco llegará a la meta». El ganador rodó a un promedio de 28 kilómetros por hora, una velocidad que por aquel entonces era casi ciencia ficción. La montura de Chevalier era una creación de la marca Michelin-Dior: sí, de «ese» Michelin y de «ese» Dior.
Más allá de estos episodios anecdóticos, la primera Federación Internacional de Motociclismo (FICM por sus siglas en francés) no se fundó en París hasta 1906 y no existe registro de ninguna prueba oficial hasta 1913, cuando se disputan en el sur de Inglaterra los Seis Días Internacionales, una prueba de resistencia. Tras la Gran Guerra, ya se corren con regularidad pruebas de velocidad que son conocidas como Grandes Premios, debido a su alta dotación económica y el Mundial tal y como hoy lo conocemos debe esperar otro cuarto de siglo, hasta 1949, cuando el británico Leslie Graham se impone en la categoría reina.
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