Historia

El fútbol y la guerra: de la cruenta batalla del Somme a la patada de Boban que preludió la guerra de los Balcanes

Demasiadas reseñas históricas convierten al deporte rey en protagonista de los grandes conflictos bélicos mundiales. La invasión rusa de Ucrania vuelve a sacudir los cimientos del fútbol.

El fútbol y la guerra: una unión histórica
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Las guerras cambian el curso de la historia y el fútbol no se han mantenido ajeno a ello. Demasiadas reseñas históricas convierten al deporte rey en protagonista de los grandes conflictos bélicos mundiales.

La tregua de Navidad y la batalla de Somme

En la mañana del 1 de julio de 1916, en el apogeo de la I Guerra Mundial, se va a vivir de las más sangrientas luchas de la historia y, aunque parezca increíble, en aquella Gran Guerra también hubo fútbol. Y no solo por el famoso “Milagro de Navidad” - cuando combatientes de diferentes países detuvieron durante unas horas la Guerra para jugar juntos a fútbol- sino por la cruenta batalla del Somme, planificada como si de una final de Champions se tratara. El capitán Nevill imaginó el campo de batalla como uno de fútbol: Balones, contrataques y hasta un cartel en el que se podía leer: “Sin árbitro”.

Horas antes del inicio del combate, Nevill reveló el plan a sus hombres: repartiría los balones entre sus cuatro pelotones y cada uno tendría la misión de llevarlo hasta campo enemigo hasta marcar un hipotético gol en Montauban. “La Gran Final de la Copa Europea: East Surrey contra los Bávaros”, escribió el capitán en uno de ellos. En otra el mensaje era “sin árbitros”. A las 7.27 de la mañana del 1 de julio de 1916, Wilfred Nevill salió de su trinchera y dio la señal para iniciar el avance pateando la pelota en dirección a las alambradas alemanas.

Llegó hasta tierra de nadie con una granada en la mano y cuando se puso a tiro de los rifles enemigos fue alcanzado por un disparo en la cabeza muriendo en el acto. Bobby Soames, otro de los encargados de golpear uno de los balones, tampoco sobrevivió. Murió el capitán, pero sus soldados consiguieron llevar la pelota hasta la portería alemana. Todos los objetivos que se habían propuesto en el sector en el que combatió el Regimiento de East Surrey fueron tomados e incluso se avanzó más de lo previsto al sur del río Somme.

Uno de esos balones se conserva en el museo del Regimiento de Surrey y el otro en el Castillo de Dover, en el Museo Real de la Princesa de Gales. El daily Mail dedicaría el siguiente poema al batallón del capitán Neville: “Conducen el balón, para ellos el miedo a la muerte es una expresión vacía. Fieles a la tierra que los parió los de East Surrey, jugaron el partido”.

Muerte de Mussolini

Pero no son las únicos sucesos bélicos en los que el futbol estaría presente. Jugadores fusilados en la Guerra Civil, futbolistas que lucharon en el frente o el asesinato de Musolinni el 28 de abril de 1945, en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial a manos de Michele Moretti que destacaba como lateral en el Como -club italiano de la región de Lombardía que actualmente milita en la serie B- forman parte de esa singular historia que une al balón con las guerras.

Aunque hay dudas sobre la muerte del Il Duce’,muchos historiadores sostienen hoy en día que las pruebas y documentos prueban que fue el futbolista quien apretó el gatillo de la ametralladora MAS que mató al ex líder del fascismo.

Y ahora, el pasado vuelve a ser presente. En la madrugada del jueves se confirmaban los peores temores de Occidente: el presidente ruso, Vladimir Putin, invadía Ucrania. Las tropas rusas comenzaban la agresión militar por tierra, mar y aire en lo que supone el mayor ataque de un Estado contra otro en Europa desde la Segunda Mundial. Ayer en el tercer día de conflicto, los combates se recrudecieron en las calles de Kiev recordando a conflictos no muy lejanos. Escenas impensables hace unas semanas con tanques, artillería pesada, soldados, misiles sobrevolando el cielo nocturno de Kiev se han grabadas en la retina, repitiendo las mismas escenas de miedo, éxodo y dolor que ya vimos en asedios a otras capitales como Sarajevo, a principios de los noventa, durante las guerras de los Balcanes.

La guerra de la antigua Yugoslavia

Una guerra, la de Yugoslavia, en la que el futbol también adquirió una gran dimensión histórica. En 1990, el clásico entre Dínamo Zagreb y Estrella Roja, de Belgrado, era más que un partido de fútbol: era el juego que ponía frente a frente a croatas y a serbios en un pasaje crítico de la convivencia en la entonces Yugoslavia, un estado con siete fronteras, seis repúblicas, cinco nacionalidades, cuatro idiomas, tres religiones y dos alfabetos…

Aquel 13 de mayo de 1990 y aunque nadie lo supiera, el partido que iba a enfrentar al Dinamo de Zagreb y al Estrella Roja iba a ser la primera batalla de la Guerra de los Balcanes.

El Estrella Roja era el club del supremacismo serbio. Por su parte, el Dinamo de Zagreb integraba en su ideario las aspiraciones nacionalistas de Croacia, exacerbabas como nunca desde la II Guerra Mundial. Eran los portaestandartes de las causas croata y serbia.

El desorden comenzó desde antes, en las calles de Zagreb por los seguidores del Estrella Roja, que eran conocidos como “los Delije”. Comenzaron lanzando cánticos racistas para provocar la ira y el enojo de los seguidores del Dinamo Zagreb, que en ese entonces eran conocidos como los Bad Blue Boys.

El encuentro comenzó rodeado de una gran tensión y la batalla saltó de las gradas al césped. Las vallas de protección cayeron y los seguidores de ambos equipos saltaron al terreno de juego para comenzar una batalla campal en la que los policías poco hicieron por contener a los serbios, pero atacaron con violencia a los croatas. Mientras varios helicópteros descendían sobre el terreno para rescatar a los jugadores del Estrella Roja, Zvonimir Boban, jugador del Dinamo, vio a un hincha propio que estaba siendo golpeado por un policía y agredió a este con una tremenda patada. Ese hecho sería considerado como el que presagió la Guerra de los Balcanes, que estallaría en 1991.

Este hecho aislado representó para mucha gente el preludio de la guerra y desde ese momento, Boban fue considerado como un héroe nacional croata, idea que él reforzaría afirmando: “Ahí estaba yo, una cara pública preparada para arriesgar mi vida, mi carrera, todo lo que la fama puede comprar, todo por un ideal, por una causa: la causa croata”. Fue suspendido 6 meses de la práctica del fútbol. Con el tiempo se supo que el agente agredido era un bosnio musulmán, que públicamente perdonó a Boban.

Ahora, los cimientos del fútbol vuelven a tambalearse por un conflicto. El balón ha dejado en rodar en Ucrania, el escenario de la final de la Champions ha pasado de San Petesburgo a París, el Mundial está en peligro y varios clubes importantes rompen sus vínculos económicos con Rusia. El fútbol vuelve una vez más erigirse como protagonista en medio de la batalla.