Opinión

Gil Marín, el Cholo, LeBron James y los árbitros

Cuesta imaginar una temporada con el Cholo al frente que supere o iguale alguna de las mejores de la historia rojiblanca reciente

El Cholo, en la banda de El Sadar
El Cholo, en la banda de El SadarEFE/Jesus DigesAgencia EFE

Si entras en una pocilga es imposible salir limpio por mucho que lo intentes. Entrar en discusiones arbitrales es más aburrido que el capítulo de agradecimientos de un premiado en los Goya. Sirve para rellenar horas de televisión, de radio, del estercolero en que se han convertido las redes sociales y páginas en un día de raquitismo publicitario para qué negarlo. Antes del populismo ya estaba la queja arbitral con la moviola y con aquellos árbitros que tenían siempre apellidos de árbitros. Los penúltimos en protestar han sido Gil Marín y el Cholo, pero que aparezca otro perjudicado es cuestión de minutos. Quejarse de los árbitros, apuntar a Soto Grado en este caso, es mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Si el tema ha llegado a la NBA, donde a nadie le interesaba lo que hicieran los de gris, la pandemia arbitral es de una globalización imparable. La pasada madrugada en el Celtics-Lakers, el Madrid-Barça de allí, la víctima fue LeBron James. La falta/mamporro que recibió fue de libro. Permitió que los Celtics llegaran a la prórroga y ahí se cargasen a los californianos. Las protestas y gestos de LeBron no se habían visto jamás. Las del resto de Lakers, medios de comunicación incluidos, impropias de la cultura deportiva estadounidense. Lo mejor fue lo que hizo uno de los compañeros de LeBron. Patrick Beverley agarró una cámara de un fotógrafo situado detrás de la canasta y enseñó la imagen de la falta a uno de los árbitros. La cultura de la imagen ya saben. La técnica que se ganó fue lo de menos.

Ese protagonismo arbitral, que cuenta con todas las ayudas técnicas que ustedes quieran, lo único que hace es quitar el foco de lo importante. Los partidos del Atlético se han convertido en material casi imposible de digerir. Y las miradas, cada vez más, se dirigen al banquillo. Cuesta imaginar una temporada con el Cholo al frente que supere o iguale alguna de las mejores de la historia rojiblanca reciente. El primero que tiene esta realidad asumida es el propio entrenador. La llegada de un nuevo técnico, pongamos que Luis Enrique, al menos nos serviría durante algunas semanas para olvidarnos de los árbitros.