Lo importante es participar

Alberto Juantorena y Niurka Montalvo o cuando «El Caballo» fue un perro mastín

El hombre fuerte del deporte en la dictadura castrista impidió a la saltadora de longitud nacionalizada participar en los Juegos de Sídney 2000

Niurka Montalvo, en un salto en los Juegos de Atenas
Niurka Montalvo, en un salto en los Juegos de AtenasAgencia EFE

En los Juegos Olímpicos de 1976, en Montreal, Alberto Juantorena firmó una hazaña no igualada ni antes ni después, al doblar medallas de oro olímpicas en 400 y 800 metros. Semejante gesta le valió el apodo de «Caballo», un superdotado que competía («nadie es perfecto», le habría dicho Billy Wilder) por la dictadura comunista. «Está bien que se pueda interpretar este éxito que he tenido y todos los demás del deporte cubano como una respuesta a la liberación de la influencia estadounidense. Precisamente, mi gran victoria en 800 se ha producido en la fecha que conmemora el ataque al Cuartel Moncada (26 de julio), que encabezó Fidel Castro. El Comandante es un ejemplo para nuestro pueblo», dijo al volver de la capital quebequesa.

Esa fidelidad a la Revolución, que casi medio siglo de crímenes transcurridos desde entonces no lo ha hecho retroceder ni un milímetro, le valió a Juantorena una larga carrera post-deportiva como presidente de la Federación Cubana de Atletismo y destacado miembro del Comité Olímpico Cubano. Desde esos cargos, en los primeros meses de 2000, coordinó la estrategia para negarle a Niurka Montalvo, saltadora de longitud habanera nacionalizada española tras su plata en el Mundial de Gotemburgo 95, ganada para Cuba, el plácet para competir con su nuevo país en Sídney 2000. «Nos dan pena los países que roban atletas y nos dan pena las nacionalizaciones de deportistas, porque ellos salieron adelante como resultado del esfuerzo de la sociedad cubana y no luchan por Cuba», anatemizó Juantorena a su antigua compatriota.

Niurka Montalvo cambió de nacionalidad tras los Juegos de Atlanta, donde no pasó las clasificatorias. Después de tres años de espera, el periodo máximo por la negativa de la Federación Cubana a acelerar el tránsfer, representó por primera vez a España en el Mundial de 1999. Los más de 60.000 aficionados que atestaban La Cartuja la empujaron en aquel sexto intentó mágico, en el que voló hasta 7,06 –récord de España aún imbatido– tras una batida perfecta en la que la punta alzada de su zapatilla la salvó del nulo por un puñado de milímetros.

Ese salto, y varios con los que encabezó el ranking del año 2000, le habría servido de sobras para convertirse en campeona olímpica en Sídney, donde Heike Drechsler (6,99) encabezó un podio de ilustrísimas respaldada por Fiona May y Tatiana Kotova. La campeona del mundo, que un año después sería bronce en Edmonton, tuvo que ver esos Juegos por televisión debido al bloqueo de las autoridades cubanas, muy sensibilizadas con la fuga de atletas, que exprimieron los plazos más largos del COI para vetar a Montalvo. La diplomacia, con el Gobierno de Aznar encabezando las sanciones de la UE al régimen de Castro, pesó en la decisión.

Después, otros dos atletas cubanos nacionalizados españoles han ganado medallas olímpicas para su nuevo país: el bronce en longitud de Joan Lino Martínez en Atenas 2004 y la plata en 110 vallas de Orlando Ortega en Río 2016. Al triplista Jordan Díaz, siguiendo la progresión, le toca colgarse el oro en París 2024.