Real Madrid Baloncesto
Con Llull, la revolución
La mayoría de conciertos que se celebran en el WiZink Center tienen menos electricidad que la que desprende Llull. Lo que transmite al público y a sus compañeros va mucho más allá de un par de triples imposibles, de una racha anotadora o de lo que digan las estadísticas. Es una bomba de relojería para el rival. Es pura química. Su aparición en el cuarto partido de la eliminatoria fue la pista de despegue para que el Madrid bombardease al Panathinaikos y sellara el pasaporte para una nueva Final Four. Será la quinta en las siete temporadas de Laso al frente del equipo. Un prodigio de regularidad sólo comparable a la trayectoria de su rival en la semifinal, el CSKA del «Chacho», De Colo y compañía. 16 Copas de Europa frente a frente en Belgrado: las nueve del Madrid por las siete del que fuera el equipo del Ejército Rojo.
Llull se pasó el último tramo del primer cuarto sentado a pie de pista esperando con ansiedad el cambio. Tuvo que aguardar al segundo periodo para aparecer. El equipo hasta entonces había cogido el impulso de Ayón. El mexicano tuvo un arranque perfecto, intachable. Marcó el partido delante y atrás. Diez puntos sin fallo, cinco rebotes y una defensa de manual pusieron al Madrid en la senda correcta, pero tenía que aparecer Llull para que la guerra de Doncic contra el mundo se acabara. El Panathinaikos había respondido al primer estirón (25-16) y cuando se estaba reenganchando apareció él. Dos triples consecutivos, la misma medicina que en el tercer partido. Rock and roll del bueno y el Palacio estalló. Fue un efecto contagio a tres bandas. Llull encendió la mecha, el público enloqueció y el resto del equipo se sumó a la orgía. Laso apostó por un perímetro cargado de dinamita: Llull, Doncic y Carroll. Por dentro estaba Tavares en sus primeros minutos productivos en la serie y la pieza que faltaba era Felipe Reyes. Los hombres grandes de Xavi Pascual van a tener pesadillas en lo que queda de temporada con el capitán. Cogió el relevo por dentro de Ayón y anotó siete puntos sin error. Los exteriores retomaron el recital de Llull y antes del descanso el Panathinaikos veía la eliminatoria perdida. Fueron siete minutos de revolución. Un parcial de 15-2 para enfilar el camino a Belgrado. La distancia fue a más con los triples de Doncic. La diferencia superó la veintena (59-37, min 23) y el equipo no aflojó hasta que al final del tercer cuarto pensó que no era necesario jugar más. El Panathinaikos empezó a remar entre James, Calathes y Singleton. Las diferencias se acortaron hasta casi desaparecer. El Madrid encajó un parcial de 7-22 y se dio de bruces con la realidad: 85-82 con 1:30 por delante. Un triple de Doncic a una pierna cuando ya amenazaba la bocina sofocó las intenciones de los griegos. Fue el colofón a la misión de rescate que había emprendido en solitario Reyes. El capitán volvió a ser vital e incluso acabó en la grada altavoz en mano celebrando un nuevo pase a la Final Four.
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