Fútbol
Benítez, en la frontera
El Madrid volvió ayer a los entrenamientos. El miércoles recibe a la Real y, después, juega en Mestalla. Una derrota o una mala imagen del equipo pondría a Rafa en la puerta de salida.
La Real Sociedad es la primera frontera para Rafa Benítez y ni siquiera una victoria le garantiza continuar al frente del banquillo del Madrid. Un mal partido, que desespere a un estadio más que sensible, puede significar el adiós del entrenador blanco. Ha pasado unas vacaciones al filo, sin hablar públicamente (lo hará mañana en la conferencia de prensa antes del encuentro del miércoles), pero no va a decir nada que se salga del guión. Desde que llegó y tuvo su primer problema al no decir que Ronaldo era el mejor, el entrenador ha seguido el guión más monocorde, con el fin de no crear más incendios desde la sala de prensa. Sabe que su futuro está en el aire y ni por un segundo va a presentar la dimisión. Los que le conocen sí que dicen que no han sido sus vacaciones más felices, pero también que cree en lo que hace y que está dispuesto a dar la vuelta a la situación.
No es sencillo. Tiene que convencer a los futbolistas de que crean en su proyecto, lo que hasta ahora ha sido un asunto más que complicado. Los grandes nombres del vestuario se han revuelto contra él a la mínima. Ramos, Ronaldo o James han mostrado sus diferencias con el entrenador. Si el nombre de Mourinho ha salido es, en parte, para que dentro del vestuario comprendan que desde las oficinas del club están dispuestos a regresar al pasado, con todo lo que significa, para que los futbolistas muestren algo de intensidad, la palabra que más se repite por el Bernabéu y que en el campo se ha visto muy poco.
Los futbolistas son lo que más necesita Benítez. Sin ellos, sin su complicidad, como sí la tenía Ancelotti, es imposible hacer nada. Son ellos los que mandan y aunque desde el club se le apoyó con firmeza al principio, tras el clásico, para demostrar a los jugadores quién era el que mandaba, en los últimos días esa firmeza se ha ido diluyendo de manera drástica y apenas queda un hilo. Eso es lo que sujeta al entrenador al banquillo. Por eso, al tiempo que se gana a los futbolista, Benítez tiene que volver a convencer a la directiva de que él es el hombre adecuado para dirigir al conjunto blanco. Tiene experiencia y títulos y un conocimiento del fútbol como muy pocos. Pero los resultados deciden.
Y también el ambiente. El Madrid juega el miércoles su segundo partido consecutivo en casa. Después viaja a Mestalla y más tarde tiene otros dos encuentros como local en Liga. Lo que parecía una buena noticia para que el equipo fuera cogiendo autoestima y Benítez les consiguiera transmitir su mensaje con la calma necesaria, se ha transformado en una encerrona. Cada choque en el Santiago Bernabéu es un punto en contra del entrenador. Desde el Real Madrid se hacen encuestas sobre a quién prefieren los socios o qué se piensa de Benítez, pero no hay más que escuchar a la grada para saber cuál es la opinión mayoritaria.
El público no le quiere. En ningún momento consiguió conectar, pese a la emoción que le producía regresar a la que había sido su casa. Al aficionado madridista las lágrimas del entrenador el día de su presentación le han dado igual después. Quieren que su equipo gane y si puede ser, que lo haga con algo de espectáculo. Durante los primeros partidos, las paradas de Keylor Navas evitaron algún sofoco. Pero los partidos del PSG en casa, que se ganó, en Sevilla y Barcelona (más el del Villerraeal después) han colmado la paciencia de muchos. El miércoles toca calmarlos. O morir.
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