Real Madrid
Casillas: «C´est fini»
Iker Casillas se despidió de los aficionados del Madrid en una comparecencia desde la sala de Prensa, sin querer que le acompañara nadie del club.
Con vaqueros, informal, intentando quitar seriedad al asunto, Iker Casillas llegó a la sala de prensa del Real Madrid quizá por última vez. Apareció bromeando, con un texto para leer, como si de ese modo pudiese escapar de la emoción que antes o después le iba a abrumar sin remedio. Fue antes. Fue enseguida, cuando apenas había leído el primer párrafo de su comunicado: «En primer lugar, muy buenos días a todos...», comenzó a decir el nuevo guardameta del Oporto y ya casi no pudo seguir. Se le quebró la voz, tuvo que luchar para detener las lágrimas que le empezaban a asomar. Bebió agua, respiró profundo, buscó un modo de pasar el mal momento. Pero no hay manera alguna de escapar a los adioses.
Después de una semana que ha sido eterna de negociaciones, después de varias rupturas entre ambas partes y enfados que casi terminan definitivamente con la salida del guardameta, el sábado por la noche el Madrid y Casillas firmaron la paz, que es lo mismo que firmar su ruptura. Las cicatrices aún duelen y van a tardar en curar, si es que curan en algún momento. Iker ayer estaba solo en la sala de prensa porque él lo había querido de ese modo. El Real Madrid le ofreció un homenaje, que pudiese pisar el césped, que aparecieran los trofeos de los título que ha ganado, que hubiese un discurso institucional del presidente. Lo que él quisiese, pero él eligió estar solo frente a los medios, leer su comunicado con el que despedirse de la afición y marcharse del Bernabéu, una mañana de domingo de julio, entre los ánimos de unas 50 personas que fueron a despedirle a la rampa de garaje del estadio.
Así fue el final a 25 años de Iker Casillas y el Real Madrid. Cuando tenía 9 fue al torneo social, con los nervios de un niño que se juega todos sus sueños en un partido caótico, sin ningún orden y en el que todos quieren destacar por encima de los demás. Es una guerra total. Tras ese encuentro pasaron semanas y semanas sin llamadas y sin saber qué iba a pasar. Ayer Iker sufrió otra vez los nervios que tenía aquella vez, esa tensión que muy pocas veces ha dejado que se vea cuando ha defendido la portería blanca desde la tarde que debutó en San Mamés en la portería del primer equipo. «Después de 25 años defendiendo el escudo del equipo más grande del mundo llega un día difícil, este día, en mi vida deportiva. Decir adiós a esta institución que, evidentemente, me lo ha dado todo. Parece que fue ayer cuando con nueve años vestí por primera vez la camiseta del Real Madrid y vi cumplido mi sueño», leyó el ex capitán, ayer, como podía, devorado por los recuerdos.
La nube de fotógrafos le esperaba en la sala de prensa del Bernabéu y él se lo tomaba con la naturalidad con la que se ha tomado casi todo. Desde la mañana en la que tuvo que salir del instituto para irse convocado con el conjunto blanco, hasta el encuentro del Santiago Bernabéu en el que tuvo que escuchar unos pitos que ya le acompañaron siempre que jugó un encuentro en casa. En la hora de la despedida, todos o casi todos han querido dejar atrás los malos momentos para quedarse solamente con los buenos: «Durante este tiempo, todo este tiempo, hemos sufrido, hemos reído, hemos llorado, hemos disfrutado juntos. Me he sentido acompañado y muy querido, tanto en los buenos como en los malos momentos», continuó leyendo ayer.
Su último encuentro en «Champions» como futbolista blanco es la derrota contra la Juve. Su último partido como jugador del Madrid es contra el Getafe. Al acabar ese choque se dirigió al centro del campo, alzó las manos y aplaudió al público. Aunque muchos buscaron ahí un gesto que denotara que era la última vez que lo hacía no lo encontraron. O disimuló o sentía que quizá no era el final. Después de eso, tanto él como el Madrid continuaron diciendo que iba a seguir un año más. Puede que ninguno lo creyera.
El verano pasado ya se pensó que Iker podía salir. Lo de ayer era un paso que se esperaba: «Este club no sólo me ha enseñado a ser deportista, me ha formado como persona, me ha ayudado a crecer, inculcándome los valores que defiende su escudo: el respeto, el compañerismo, el compromiso y, sobre todo, la humildad. He tratado siempre de reflejarlos allá donde he ido representando al Real Madrid», leía Casillas ayer cuando consiguió domar sus sentimientos.
Se acordó de los compañeros, de «todos, todos» los entrenadores, de sus padres, de su mujer y de su hijo. Y de los madridistas. «Gracias por vuestro apoyo incondicional desde que llegué con 18 años, por permitirme levantar cada Copa, cada triunfo, por ser vuestro capitán durante cinco años. Por acompañarme en los buenos y en los malos momentos. Por tenderme la mano y tirar de ella para levantarme». Acabó y se hizo un silencio en la sala de prensa. Nadie sabía qué hacer en un momento así. Tras 25 años. Fue Casillas quien habló:
«C’est fini».
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